Revelador artículo de Marco Aurelio Denegri "sobre la tristeza" y la histórica premisa de que"los hombres no lloran"

¡Qué tal, lectores de Mar de fondo! Hace algunos años nos dejó uno de los más importantes representantes de la cultura en nuestro país. Estoy hablando del genial Marco Aurelio Denegri, quien destacó en varias disciplinas al punto de ser considerado el peruano más inteligente de los últimos tiempos. Por eso, hoy comparto contigo esta genial reflexión de MAD sobre la tristeza y el llanto de los hombres ¡No te la pierdas! 

Marco Aurelio Denegri "sobre la tristeza" y la histórica premisa de "los hombres no lloran"
Imagen: https://contracultura.home.blog


¿Lloran los hombres?

Por supuesto que sí y mucho, sin embargo este artículo no trata de responder esta pregunta tan obvia, sino que se enfoca; primero, en analizar el significado de "tristeza" en sus variantes y luego en escarbar cómo históricamente se intentó mantener la falsa premisa de que los "hombres no lloran". 

Muchos de los párrafos que leerás a continuación te harán asentir con la cabeza. En apenas pocas líneas MAD nos sumerge en una verdad con sentido que por muchos siglos se ha intentado ver como prueba de rudeza, masculinidad, mientras que lo que esconde es una expresión valiente y humana...muy humana ¡Leamos con atención! 
 

LA TRISTEZA


MAD comienza diciéndonos que la tristeza es la aflicción del ánimo. Esto quiere decir que estar triste es estar afligidos, apesadumbrado, acongojado. Enfatiza que, tanto la pesadumbre como la aflicción son consubstanciales a la tristeza, donde la primera, si se piensa en el leguaje forense, significa también la pena corporal (las penas aflictivas son: la muerte, los trabajos forzados, la detención, la reclusión y el destierro). Pero volviendo punto, Denegri dice que cuando decimos tristeza, decimos al mismo tiempo muchas cosas más que se le emparientan en mayor o menor medida. Por ejemplo: 


• ABATIMIENTO

• AFLICCIÓN

• ANGUSTIA

• CONGOJA

• CONSTERNACIÓN

• CUITA

• DESAZÓN

• DESCONSUELO

• DESDICHA

• DESESPERACIÓN

• DESGRACIA

• DESOLACIÓN


En total, veintisiete ideas afines a la de tristeza. Son bastantes, y por eso resulta bastante complejo este asunto. Hay diferentes manifestaciones de la tristeza y toda una gama de la tristura, para decirlo con un vocablo que le gustaba usar al poeta José María Eguren. Otro poeta, César Vallejo, decía tristumbre. Hay, pues, varias clases de tristeza, de tristura o de tristumbre. 

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Desde la tristeza de la desesperación, que es desgarradora y lacerante, hasta la tristeza melancólica de la nostalgia. La nostalgia es la tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida. La nostalgia es la añoranza. Añorar es recordar con pena la ausencia, privación o pérdida de persona o cosa muy querida.

Más aflictiva que la nostalgia es sin duda la melancolía, que es la tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que no encuentre el que la padece gusto ni diversión en ninguna cosa. (DRAE, II, s.v. “Melancolía”.) Luego tenemos la tristeza de la saudade, la tristeza de la morriña, la tristeza romántica, esta última, muy interesante. Don José Ortega y Gasset señalaba con razón que el hombre romántico es el hombre a quien el corazón se le ha subido a la cabeza. 

El romanticismo es el triunfo del sentimiento y su característica esencial es el apasionamiento. En la literatura romántica, hay dos cosas que en la literatura anterior a 1800 no las había, o las había en muy escasa medida; a saber: color y temperatura. Tienen, en el romanticismo, libre curso las pasiones, las exaltaciones y los sufrimientos. La vida romántica está generalmente signada por el dolor y la fatalidad. Échase de ver en el romanticismo toda una voluptuosidad de la tristeza. Y esto lo ejemplifica cumplidamente una anécdota de Chateaubriand, el célebre escritor francés que entre otras cosas compuso unas Memorias de Ultratumba, que son un diario apasionado de su vida. 

Refiere Ortega y Gasset que Chateaubriand, durante su Embajada en Roma, dio una fiesta suntuosa. Una dama inglesa, a quien él no conocía, se le acercó para saludarlo y, misteriosamente, le manifestó lo siguiente: “¡Ah, señor embajador, cómo se conoce que usted es muy desgraciado! ¡Cuánta infelicidad se revela en su rostro, cuánta desventura!” Chateaubriand, al oír esas palabras, se sintió halagadísimo en su más honda intimidad, en su penetral, en su más recóndita dentrura.

Esas palabras de la inglesa anónima fueron de las más deleitosas que había recibido en su vida, y al recordarlas, cuando escribía sus Memorias, le sirven de pretexto para entregarnos algunas expresiones magníficas de su gran melancolía. Había, pues, un gusto y un regusto, una voluptuosidad de la tristeza. La tristeza no era vitanda, sino bienquista. 

Presumo que por entonces los hombres lloraban tanto como las mujeres. Al fin y al cabo, el llanto suele ser acompañante de la tristeza. Hoy, según nos lo demuestra un estudio de la psicóloga Alegría Majluf, las mujeres lloran con más frecuencia que los hombres. (Cf. Alegría Majluf, “Llanto del adulto”. Revista de Psicología, PUCP, 1998, 16:2, [197]-218.)

La muestra comprendió 30 países, entre ellos, el nuestro, y los investigandos fueron alrededor de 4 mil. He aquí las principales conclusiones: 

  1. Las mujeres lloran con más frecuencia que los varones y sus episodios de llanto son más intensos y de mayor duración. 
  2. Se observan diferencias importantes entre los países respecto a la frecuencia del llanto y a la tendencia a llorar. 
  3. Las causas más frecuentes del llanto son los conflictos, las pérdidas, el sufrimiento y la inadecuación personal. 
  4. Las personas que lloran experimentan durante el llanto sentimientos de tristeza, impotencia, frustración y cólera. (Esto último, el llanto de cólera, es tan singular como el llanto de alegría, que como yo he demostrado, no es, propiamente hablando, llanto, porque la persona que llora de alegría en realidad no llora, sino lloriquea, es decir, llora sin fuerza ni fundamento; no solloza ni se lamenta, no manifiesta íntima pena.)
  5. Se comprobaron diferencias significativas entre las mujeres de diferentes países en relación con el ciclo menstrual y la tendencia al llanto. El 43% del total de mujeres dijo que había tal relación. Pero en la China, sólo el 15% dijo que la había. En Turquía, en cambio, cerca del 70% manifestó que esa relación existía.

En esta parte considero está lo más interesante de MAD, pues ya recurre a su erudición con buenos datos históricos sobre la concepción de la hombría y el llanto.


Coda

 «En dos ocasiones –una carta a Pollot y otra a Huggens– dice Descartes: ‛Yo no soy de los que creen que las tristezas y las lágrimas son cosas de mujeres, y que el varón, para parecerlo, debe guardar siempre el rostro impasible’ 

«El varón no llora durante toda la Edad Media ni en los años del Renacimiento; y si llora, se avergüenza de llorar y lo disimula. A tal punto había alcanzado esta preocupación, que se llegó a convertirla en un verdadero carácter sexual. ‘Los hombres no lloran’, decían los dómines a los muchachos. Y los varones que lloraban se suponía que gozaban de una cualidad de excepción, el ‘don de lágrimas’, que alcanzaron sólo hombre excepcionales, como algunos santos y, entre ellos, en forma legendaria, nuestro San Ignacio.

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 «Descartes anuncia, con su llanto fácil y laico, a un siglo noble, el XVIII, en el que el hombre de la calle derramaba lágrimas copiosas ante cualquier injusticia, ante cualquier desdicha de un semejante. Pocas cosas dan idea del temple humano del gran filósofo como esta confesión del orgullo de su llanto, que repite, en diferentes fechas, con palabras exactamente iguales, denotando que eran para él una concepción fundamental, casi un lugar común. «Fue necesario que viniera la Revolución Francesa para que al hombre se le secaran los ojos de nuevo. Después de la Revolución, hundida en ella su raíz, vino el Romanticismo, y otra vez volvieron los hombres a llorar. Pero fueron las del romántico lágrimas de cocodrilo.» (Gregorio Marañón, Obras Completas. Madrid, EspasaCalpe, S.A., 1968, IV, 972.)

Last but not least: no hay palabra inglesa equivalente a llanto, dice la lingüista Ivonne Bordelois, aunque al respecto se podría aducir la novena acepción de las once del substantivo cry, a saber: «a sobbing and shedding of tears». En el acceso de llanto, «fit of weeping», hay más lágrimas que sollozos y lamentos, porque to weep, como explica el WEBSTER, significa, en su primera acepción, «to manifest or give expression to a strong emotion, usually grief or sorrow, by crying, wailing,or, esp., shedding tears». (Cf. Ivonne Bordelois, La Palabra Amenazada. Buenos Aires, Libros del Zorzal, 2003, 64.)

FIN 

FUENTE: Libro "Poliantea" de Marco Aurelio Denegri 

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Mar de fondo

𝑆𝑜𝑦 𝐵𝑟𝑦𝑎𝑛 𝑉𝑖𝑙𝑙𝑎𝑐𝑟𝑒𝑧 (Lima, 1990) creador del Blog de Mar de fondo. Estudié Comunicaciones, Sociología y estoy escribiendo un libro. Soy un amante de los cuentos, cartas, diarios y novelas. Convencido de que "𝑈𝑛 𝑑𝑖́𝑎 𝑙𝑒𝑖́𝑑𝑜 𝑛𝑜 𝑒𝑠 𝑢𝑛 𝑑𝑖́𝑎 𝑝𝑒𝑟𝑑𝑖𝑑𝑜"

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