Leamos "Las ruinas circulares", cuento de Jorge Luis Borges

¡Queridos lectores! Esta noche comparto con ustedes un magnรญfico cuento del genio Jorge Luis Borges. Considero que hay mucho que analizar en este relato, desde la llegada de un extraรฑo forastero a unas ruinas y un mensaje por entender, por descifrar ¡Disfruta tu lectura! 

"Las ruinas circulares", cuento de Jorge Luis Borges
Imagen tomada de Pinterest: https://pin.it/1aCjYRA


LAS RUINAS CIRCULARES


Nadie lo vio desembarcar en la unรกnime noche, nadie vio la canoa de bambรบ sumiรฉndose en el fango sagrado, pero a los pocos dรญas nadie ignoraba que el hombre taciturno venรญa del Sur y que su patria era una de las infinitas aldeas que estรกn aguas arriba, en el flanco violento de la montaรฑa, donde el idioma zend no estรก contaminado de griego y donde es infrecuente la lepra. Lo cierto es que el hombre gris besรณ el fango, repechรณ la ribera sin apartar (probablemente, sin sentir) las cortaderas que le dilaceraban las carnes y se arrastrรณ, mareado y ensangrentado, hasta el recinto circular que corona un tigre o caballo de piedra, que tuvo alguna vez el color del fuego y ahora el de la ceniza. Ese redondel es un templo que devoraron los incendios antiguos, que la selva palรบdica ha profanado y cuyo dios no recibe honor de los hombres. El forastero se tendiรณ bajo el pedestal. Lo despertรณ el sol alto. Comprobรณ sin asombro que las heridas habรญan cicatrizado; cerrรณ los ojos pรกlidos y durmiรณ, no por flaqueza de la carne sino por determinaciรณn de la voluntad. Sabรญa que ese templo era el lugar que requerรญa su invencible propรณsito; sabรญa que los รกrboles incesantes no habรญan logrado estrangular, rรญo abajo, las ruinas de otro templo propicio, tambiรฉn de dioses incendiados y muertos; sabรญa que su inmediata obligaciรณn era el sueรฑo. Hacia la medianoche lo despertรณ el grito inconsolable de un pรกjaro. Rastros de pies descalzos, unos higos y un cรกntaro le advirtieron que los hombres de la regiรณn habรญan espiado con respeto su sueรฑo y solicitaban su amparo o temรญan su magia. Sintiรณ el frรญo del miedo y buscรณ en la muralla dilapidada un nicho sepulcral y se tapรณ con hojas desconocidas.

El propรณsito que lo guiaba no era imposible, aunque sรญ sobrenatural. Querรญa soรฑar un hombre: querรญa soรฑarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad. Ese proyecto mรกgico habรญa agotado el espacio entero de su alma; si alguien le hubiera preguntado su propio nombre o cualquier rasgo de su vida anterior, no habrรญa acertado a responder. Le convenรญa el templo inhabitado y despedazado, porque era un mรญnimo de mundo visible; la cercanรญa de los leรฑadores tambiรฉn, porque รฉstos se encargaban de subvenir a sus necesidades frugales. El arroz y las frutas de su tributo eran pรกbulo suficiente para su cuerpo, consagrado a la รบnica tarea de dormir y soรฑar.

Al principio, los sueรฑos eran caรณticos; poco despuรฉs, fueron de naturaleza dialรฉctica. El forastero se soรฑaba en el centro de un anfiteatro circular que era de algรบn modo el templo incendiado: nubes de alumnos taciturnos fatigaban las gradas; las caras de los รบltimos pendรญan a muchos siglos de distancia y a una altura estelar, pero eran del todo precisas. El hombre les dictaba lecciones de anatomรญa, de cosmografรญa, de magia: los rostros escuchaban con ansiedad y procuraban responder con entendimiento, como si adivinaran la importancia de aquel examen, que redimirรญa a uno de ellos de su condiciรณn de vana apariencia y lo interpolarรญa en el mundo real. El hombre, en el sueรฑo y en la vigilia, consideraba las respuestas de sus fantasmas, no se dejaba embaucar por los impostores, adivinaba en ciertas perplejidades una inteligencia creciente. Buscaba un alma que mereciera participar en el universo.

A las nueve o diez noches comprendiรณ con alguna amargura que nada podรญa esperar de aquellos alumnos que aceptaban con pasividad su doctrina y sรญ de aquellos que arriesgaban, a veces, una contradicciรณn razonable. Los primeros, aunque dignos de amor y de buen afecto, no podรญan ascender a individuos; los รบltimos preexistรญan un poco mรกs. Una tarde (ahora tambiรฉn las tardes eran tributarias del sueรฑo, ahora no velaba sino un par de horas en el amanecer) licenciรณ para siempre el vasto colegio ilusorio y se quedรณ con un solo alumno. Era un muchacho taciturno, cetrino, dรญscolo a veces, de rasgos afilados que repetรญan los de su soรฑador. No lo desconcertรณ por mucho tiempo la brusca eliminaciรณn de los condiscรญpulos; su progreso, al cabo de unas pocas lecciones particulares, pudo maravillar al maestro. Sin embargo, la catรกstrofe sobrevino. El hombre, un dรญa, emergiรณ del sueรฑo como de un desierto viscoso, mirรณ la vana luz de la tarde que al pronto confundiรณ con la aurora y comprendiรณ que no habรญa soรฑado. Toda esa noche y todo el dรญa, la intolerable lucidez del insomnio se abatiรณ contra รฉl. Quiso explorar la selva, extenuarse; apenas alcanzรณ entre la cicuta unas rachas de sueรฑo dรฉbil, veteadas fugazmente de visiones de tipo rudimental: inservibles. Quiso congregar el colegio y apenas hubo articulado unas breves palabras de exhortaciรณn, รฉste se deformรณ, se borrรณ. En la casi perpetua vigilia, lรกgrimas de ira le quemaban los viejos ojos.


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Comprendiรณ que el empeรฑo de modelar la materia incoherente y vertiginosa de que se componen los sueรฑos es el mรกs arduo que puede acometer un varรณn, aunque penetre todos los enigmas del orden superior y del inferior: mucho mรกs arduo que tejer una cuerda de arena o que amonedar el viento sin cara. Comprendiรณ que un fracaso inicial era inevitable. Jurรณ olvidar la enorme alucinaciรณn que lo habรญa desviado al principio y buscรณ otro mรฉtodo de trabajo. Antes de ejercitarlo, dedicรณ un mes a la reposiciรณn de las fuerzas que habรญa malgastado el delirio. Abandonรณ toda premeditaciรณn de soรฑar y casi acto continuo logrรณ dormir un trecho razonable del dรญa. Las raras veces que soรฑรณ durante ese perรญodo, no reparรณ en los sueรฑos. Para reanudar la tarea, esperรณ que el disco de la luna fuera perfecto. Luego, en la tarde, se purificรณ en las aguas del rรญo, adorรณ los dioses planetarios, pronunciรณ las sรญlabas lรญcitas de un nombre poderoso y durmiรณ. Casi inmediatamente, soรฑรณ con un corazรณn que latรญa.

Lo soรฑรณ activo, caluroso, secreto, del grandor de un puรฑo cerrado, color granate en la penumbra de un cuerpo humano aun sin cara ni sexo; con minucioso amor lo soรฑรณ, durante catorce lรบcidas noches. Cada noche, lo percibรญa con mayor evidencia. No lo tocaba: se limitaba a atestiguarlo, a observarlo, tal vez a corregirlo con la mirada. Lo percibรญa, lo vivรญa, desde muchas distancias y muchos รกngulos. La noche catorcena rozรณ la arteria pulmonar con el รญndice y luego todo el corazรณn, desde afuera y adentro. El examen lo satisfizo. Deliberadamente no soรฑรณ durante una noche: luego retomรณ el corazรณn, invocรณ el nombre de un planeta y emprendiรณ la visiรณn de otro de los รณrganos principales. Antes de un aรฑo llegรณ al esqueleto, a los pรกrpados. El pelo innumerable fue tal vez la tarea mรกs difรญcil. Soรฑรณ un hombre รญntegro, un mancebo, pero รฉste no se incorporaba ni hablaba ni podรญa abrir los ojos. Noche tras noche, el hombre lo soรฑaba dormido.

En las cosmogonรญas gnรณsticas, los demiurgos amasan un rojo Adรกn que no logra ponerse de pie; tan inhรกbil y rudo y elemental como ese Adรกn de polvo era el Adรกn de sueรฑo que las noches del mago habรญan fabricado. Una tarde, el hombre casi destruyรณ toda su obra, pero se arrepintiรณ. (Mรกs le hubiera valido destruirla.) Agotados los votos a los nรบmenes de la tierra y del rรญo, se arrojรณ a los pies de la efigie que tal vez era un tigre y tal vez un potro, e implorรณ su desconocido socorro. Ese crepรบsculo, soรฑรณ con la estatua. La soรฑรณ viva, trรฉmula: no era un atroz bastardo de tigre y potro, sino a la vez esas dos criaturas vehementes y tambiรฉn un toro, una rosa, una tempestad. Ese mรบltiple dios le revelรณ que su nombre terrenal era Fuego, que en ese templo circular (y en otros iguales) le habรญan rendido sacrificios y culto y que mรกgicamente animarรญa al fantasma soรฑado, de suerte que todas las criaturas, excepto el Fuego mismo y el soรฑador, lo pensaran un hombre de carne y hueso. Le ordenรณ que una vez instruido en los ritos, lo enviarรญa al otro templo despedazado cuyas pirรกmides persisten aguas abajo, para que alguna voz lo glorificara en aquel edificio desierto. En el sueรฑo del hombre que soรฑaba, el soรฑado se despertรณ.

El mago ejecutรณ esas รณrdenes. Consagrรณ un plazo (que finalmente abarcรณ dos aรฑos) a descubrirle los arcanos del universo y del culto del fuego. รntimamente, le dolรญa apartarse de รฉl. Con el pretexto de la necesidad pedagรณgica, dilataba cada dรญa las horas dedicadas al sueรฑo. Tambiรฉn rehizo el hombro derecho, acaso deficiente. A veces, lo inquietaba una impresiรณn de que ya todo eso habรญa acontecido… En general, sus dรญas eran felices; al cerrar los ojos pensaba: Ahora estarรฉ con mi hijo. O, mรกs raramente: El hijo que he engendrado me espera y no existirรก si no voy.

Gradualmente, lo fue acostumbrando a la realidad. Una vez le ordenรณ que embanderara una cumbre lejana. Al otro dรญa, flameaba la bandera en la cumbre. Ensayรณ otros experimentos anรกlogos, cada vez mรกs audaces. Comprendiรณ con cierta amargura que su hijo estaba listo para nacer -y tal vez impaciente. Esa noche lo besรณ por primera vez y lo enviรณ al otro templo cuyos despojos blanqueaban rรญo abajo, a muchas leguas de inextricable selva y de ciรฉnaga. Antes (para que no supiera nunca que era un fantasma, para que se creyera un hombre como los otros) le infundiรณ el olvido total de sus aรฑos de aprendizaje.

Su victoria y su paz quedaron empaรฑadas de hastรญo. En los crepรบsculos de la tarde y del alba, se prosternaba ante la figura de piedra, tal vez imaginando que su hijo irreal ejecutaba idรฉnticos ritos, en otras ruinas circulares, aguas abajo; de noche no soรฑaba, o soรฑaba como lo hacen todos los hombres. Percibรญa con cierta palidez los sonidos y formas del universo: el hijo ausente se nutrรญa de esas disminuciones de su alma. El propรณsito de su vida estaba colmado; el hombre persistiรณ en una suerte de รฉxtasis. Al cabo de un tiempo que ciertos narradores de su historia prefieren computar en aรฑos y otros en lustros, lo despertaron dos remeros a medianoche: no pudo ver sus caras, pero le hablaron de un hombre mรกgico en un templo del Norte, capaz de hollar el fuego y de no quemarse. El mago recordรณ bruscamente las palabras del dios. Recordรณ que de todas las criaturas que componen el orbe, el fuego era la รบnica que sabรญa que su hijo era un fantasma. Ese recuerdo, apaciguador al principio, acabรณ por atormentarlo. Temiรณ que su hijo meditara en ese privilegio anormal y descubriera de algรบn modo su condiciรณn de mero simulacro. No ser un hombre, ser la proyecciรณn del sueรฑo de otro hombre ¡quรฉ humillaciรณn incomparable, quรฉ vรฉrtigo! A todo padre le interesan los hijos que ha procreado (que ha permitido) en una mera confusiรณn o felicidad; es natural que el mago temiera por el porvenir de aquel hijo, pensado entraรฑa por entraรฑa y rasgo por rasgo, en mil y una noches secretas.


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El tรฉrmino de sus cavilaciones fue brusco, pero lo prometieron algunos signos. Primero (al cabo de una larga sequรญa) una remota nube en un cerro, liviana como un pรกjaro; luego, hacia el Sur, el cielo que tenรญa el color rosado de la encรญa de los leopardos; luego las humaredas que herrumbraron el metal de las noches; despuรฉs la fuga pรกnica de las bestias. Porque se repitiรณ lo acontecido hace muchos siglos. Las ruinas del santuario del dios del fuego fueron destruidas por el fuego. En un alba sin pรกjaros el mago vio cernirse contra los muros el incendio concรฉntrico. Por un instante, pensรณ refugiarse en las aguas, pero luego comprendiรณ que la muerte venรญa a coronar su vejez y a absolverlo de sus trabajos. Caminรณ contra los jirones de fuego. ร‰stos no mordieron su carne, รฉstos lo acariciaron y lo inundaron sin calor y sin combustiรณn. Con alivio, con humillaciรณn, con terror, comprendiรณ que รฉl tambiรฉn era una apariencia, que otro estaba soรฑรกndolo.

FIN
Ficciones, 1944


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Mar de fondo

๐ต๐‘Ÿ๐‘ฆ๐‘Ž๐‘› ๐‘‰๐‘–๐‘™๐‘™๐‘Ž๐‘๐‘Ÿ๐‘’๐‘ง (Lima, 1990) Director del Blog de Mar de fondo. Estudiรฉ Comunicaciones, Sociologรญa y soy autor del libro "Las vidas que tomรฉ prestadas". Amante de los cuentos, cartas, diarios y novelas. Convencido de que "๐‘ˆ๐‘› ๐‘‘๐‘–́๐‘Ž ๐‘™๐‘’๐‘–́๐‘‘๐‘œ ๐‘›๐‘œ ๐‘’๐‘  ๐‘ข๐‘› ๐‘‘๐‘–́๐‘Ž ๐‘๐‘’๐‘Ÿ๐‘‘๐‘–๐‘‘๐‘œ."

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