¡Hola, lector! He visto que hubieron comentarios positivos en torno a la historia de Sherezade en Las mil y una noches. As铆 que he decidido inaugurar el ciclo: Las miil y una noches, compartiendo con ustedes relatos sencillos pero cautivadores de este gran libro an贸nimo ¡Leamos el cuento de hoy!
HISTORIA DEL MERCADER Y EL EFRIT
Schahrazada dijo:
“He llegado a saber, ¡oh rey, afortunado! que hubo un mercader entre los mercaderes, due帽o de numerosas riquezas y de negocios comerciales en todos los pa铆ses. Un d铆a mont贸 a caballo y sali贸 para ciertas comarcas a las cuales le llamaban sus negocios. Como el calor era sofocante, se sent贸 debajo de un 谩rbol, y echando mano al saco de provisiones, sac贸 unos d谩tiles, y cuando los hubo comido tir贸 a lo lejos los huesos
Pero de pronto se le apareci贸 un efrit de enorme estatura que, blandiendo una espada, lleg贸 hasta el mercader y le dijo: “Lev谩ntate para que yo te mate como has matado a mi hijo.” El mercader repuso: “Pero ¿c贸mo he matado yo a tu hijo?” Y contest贸 el efrit: “Al arrojar los huesos, dieron en el pecho a mi hijo y lo mataron.” Entonces dijo el mercader: “Considera ¡oh gran efrit! que no puedo mentir, siendo, como soy, un creyente. Tengo muchas riquezas, tengo hijos y esposa, y adem谩s guardo en mi casa dep贸sitos que me confiaron. Perm铆teme volver para repartir lo de cada uno, y te vendr茅 a buscar en cuanto lo haga. Tienes mi promesa y mi juramento de que volver茅 en seguida a tu lado. Y t煤 entonces har谩s de m铆 lo que quieras. Al谩 es fiador de mis palabras.”
El efrit, teniendo confianza en 茅l, dej贸 partir al mercader.
Y el mercader volvi贸 a su tierra, arregl贸 sus asuntos, y dio a cada cual lo que le correspond铆a. Despu茅s cont贸 a su mujer y a sus hijos lo que le hab铆a ocurrido, y se echaron todos a llorar: los parientes, las mujeres, los hijos. Despu茅s el mercader hizo testamento y estuvo con su familia hasta el fin del a帽o. Al llegar este t茅rmino se resolvi贸 a partir, y tomando su sudario bajo el brazo, dijo adi贸s a sus parientes y vecinos y se fue muy contra su gusto. Los suyos se lamentaban, dando grandes gritos de dolor.
En cuanto al mercader, sigui贸 su camino hasta que lleg贸 al jard铆n en cuesti贸n, y el d铆a en que lleg贸 era el primer d铆a del a帽o nuevo. Y mientras estaba sentado, llorando su desgracia, he aqu铆 que un jeque se dirigi贸 hacia 茅l, llevando una gacela encadenada. Salud贸 al mercader, le dese贸 una vida pr贸spera, y le dijo: “¿Por qu茅 raz贸n est谩s parado y solo en este lugar tan frecuentado por los efrits?”
Entonces le cont贸 el mercader lo que le hab铆a ocurrido con el efrit y la causa de haberse detenido en aquel sitio. Y el jeque due帽o de la gacela se asombr贸 grandemente, y dijo: “¡Por Al谩!, ¡oh hermano! tu fe es una gran fe, y tu historia es tan prodigiosa, que si se escribiera con una aguja en el 谩ngulo interior de un ojo, ser铆a motivo de reflexi贸n para el que sabe reflexionar respetuosamente.” Despu茅s, sent谩ndose a su lado, prosigui贸: “¡Por Al谩!, ¡oh mi hermano! no te dejar茅 hasta que veamos lo que te ocurre con el efrit.” Y all铆 se qued贸, efectivamente, conversando con 茅l, y hasta pudo ayudarle cuando se desmay贸 de terror, presa de una aflicci贸n muy honda y de crueles pensamientos. Segu铆a all铆 el due帽o de la gacela, cuando lleg贸 un segundo jeque, que se dirigi贸 a ellos con dos lebreles negros. Se acerc贸, les dese贸 la paz y les pregunt贸 la causa de haberse parado en aquel lugar frecuentado por los efrits. Entonces ellos le refirieron la historia desde el principio hasta el fin. Y apenas se hab铆a sentado, cuando un tercer jeque se dirigi贸 hacia ellos, llevando una mula de color de estornino. Les dese贸 la paz y les pregunt贸 por qu茅 estaban sentados en aquel sitio. Y los otros le contaron la historia desde el principio hasta el fin. Pero no es de ninguna utilidad el repetirla.
A todo esto, se levant贸 un violento torbellino de polvo en el centro de aquella pradera. Descarg贸 una tormenta, se disip贸 despu茅s el polvo y apareci贸 el efrit con un alfanje muy afilado en una mano y brot谩ndole chispas de los ojos. Se acerc贸 al grupo, y dijo cogiendo al mercader: “Ven para que yo te mate como mataste a aquel hijo m铆o, que era el aliento de mi vida y el fuego de mi coraz贸n.” Entonces se ech贸 a llorar el mercader, y los tres jeques empezaron tambi茅n a llorar, a gemir y a suspirar.
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Pero el primero de ellos, el due帽o de la gacela, acab贸 por tomar 谩nimos, y besando la mano del efrit, le dijo: “¡Oh efrit, jefe de los efrits y de su corona! Si te cuento lo que me ocurri贸 con esta gacela y te maravilla mi historia, ¿me recompensar谩s con el tercio de la sangre de este mercader?” Y el efrit dijo: “Verdaderamente que s铆, venerable jeque. Si me cuentas la historia y yo la encuentro extraordinaria, te conceder茅 el tercio de esa sangre.”
CUENTO DEL PRIMER JEQUE
El primer jeque dijo: “Sabe, ¡oh gran efrit! que esta gacela era la hija de mi t铆o, carne de su carne y sangre de mi sangre. Cuando esta mujer era todav铆a muy joven, nos casamos, y vivimos juntos cerca de treinta a帽os. Pero Al谩 no me concedi贸 tener de ella ning煤n hijo. Por esto tom茅 una concubina, qu茅, gracias a Al谩, me dio un hijo var贸n, m谩s hermoso que la luna cuando sale. Ten铆a unos ojos magn铆ficos, sus cejas se juntaban y sus miembros eran perfectos. Creci贸 poco a poco; hasta llegar a los quince a帽os. En aquella 茅poca tuve que marchar a una poblaci贸n lejana, donde reclamaba mi presencia un gran negocio de comercio.
La hija de mi t铆o, o sea esta gacela, estaba iniciada desde su infancia en la brujer铆a y el arte de los encantamientos. Con la ciencia de su magia transform贸 a mi hijo en ternerillo, y a su madre, la esclava, en una vaca, y los entreg贸 al mayoral de nuestro ganado. Despu茅s de bastante tiempo, regres茅 del viaje; pregunt茅 por mi hijo y por mi esclava, y la hija de mi t铆o me dijo: “Tu esclava ha muerto, y tu hijo se escap贸 y no sabemos de 茅l.” Entonces, durante un a帽o estuve bajo el peso de la aflicci贸n de mi coraz贸n y el llanto de mis ojos.
Llegada la fiesta anual del d铆a de los Sacrificios, orden茅 al mayoral que me reservara una de las mejores vacas, y me trajo la m谩s gorda de todas, que era mi esclava, encantada por esta gacela. Remangado mi brazo, levant茅 los faldones de la t煤nica, y ya me dispon铆a al sacrificio, cuchillo en mano, cuando de pronta la vaca prorrumpi贸 en lamentos y derramaba l谩grimas abundantes. Entonces me detuve, y la entregu茅 al mayoral para que la sacrificase; pero al desollarla no se le encontr贸 ni carne ni grasa, pues s贸lo ten铆a los huesos y el pellejo. Me arrepent铆 de haberla matado, pero ¿de qu茅 serv铆a ya 茅l arrepentimiento? Se la di al mayoral, y le dije: “Tr谩eme un becerro bien gordo.” Y me trajo a mi hijo convertido en ternero
Cuando el ternero me vio, rompi贸 la cuerda, se me acerc贸 corriendo, y se revolc贸 a mis pies, pero ¡con qu茅 lamentos!, ¡con qu茅 llantos! Entonces tuve piedad de 茅l, y le dije al mayoral: “Tr谩eme otra vaca, y deja con vida este ternero.”
En este punto de su narraci贸n, vio Schahrazada que iba a amanecer,
y se call贸 discretamente, sin aprovecharse m谩s del permiso
Entonces su hermana Doniazada le dijo: “¡Oh hermana m铆a! ¡Cu谩n dulces y cu谩n sabrosas son tus palabras llenas de delicia!” Schahrazada contest贸: “Pues nada son comparadas con lo que os podr铆a contar la noche pr贸xima, si vivo todav铆a y el rey quiere conservarme.” Y el rey dijo para s铆: “¡Por Al谩! No la matar茅 hasta que haya o铆do la continuaci贸n de su historia.”
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Luego march贸 el rey a presidir su tribunal. Y vio llegar al visir, que llevaba debajo del brazo un sudario para Schahrazada, a la cual cre铆a muerta. Pero nada le dijo de esto el rey, y sigui贸 administrando justicia, designando a unos para los empleos, destituyendo a otros, hasta que acab贸 el d铆a. Y el visir se fue perplejo, en el colmo del asombro, al saber que su hija viv铆a.
Cuando hubo terminado el div谩n, el rey Schalhriar volvi贸 a su palacio.
FIN
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