La increíble anécdota que une a Frankenstein y a Don Quijote en una noche

¡Llegó el fin de semana! Y estamos también a puertas de iniciar un nuevo mes, el mes de las letras, el abril de Cervantes. Es por esta razón que hoy quiero compartir con ustedes, esta especial y singular lectura de Santiago de Posteguillo, quien ya ha deleitado este Blog con otras curiosidades en torno a la literatura ¿Qué tienen en común Frankenstein y Don Quijote? Esta historia dice que existe más de una coincidencia entre ambos personajes. 

Frankenstein y a Don Quijote
Imagen: Composición MF. https://pin.it/1gYqMWq

Cervantes escribió El Quijote en 1605, por su parte Mary Shelley, creadora de la historia del monstruo más famoso de la historia, lo hizo en 1816. La lógica dice que es imposible que ambos escritores hayan coincidido personalmente, pero fueron sus obras las que hicieron que ambas historias se complementen. De hecho, una inspiró a la otra, como leeremos a continuación.


La noche en que Frankenstein leyó el Quijote 



Como ya nos tiene acostumbrados, Santiago de Posteguillo escribió en el libro que lleva el mismo nombre de este subtítulo, que en verano de 1816, Mary Shelley y su esposo quien también era escritor (Percy Bysshe Shelley) decidieron ir a Suiza a pasar las vacaciones en una hermosa casa en las montañas, propiedad de su amigo Iora Byron. 

Allí disfrutaban todos los invitados de un maravilloso verano alpino henchido de bosques, valles y senderos por los que a menudo caminaban para ejercitarse, al tiempo que así admiraban los espectaculares paisajes de aquel territorio. Pero un día, en uno de esos frecuentes cambios meteorológicos propios de las zonas montañosas, las nubes taparon el sol y las lluvias interrumpieron sus excursiones. Y no sólo por una jornada o dos, sino que la lluvia pareció encontrarse cómoda entre aquellas laderas verdes y decidió instalarse por un largo período. Byron, el matrimonio Shelley y el resto de los invitados optaron entonces por reunirse a la luz de una hoguera que ardía en una gran chimenea de la casa en la que se habían instalado y allí, entre copa y copa de vino, deleitarse en la lectura en voz alta que Percy Shelley realizaba de diferentes clásicos de la literatura universal.


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Percy Shelley era un reconocido poeta que, como Byron, había tenido que escapar de Inglaterra por el revolucionario tono de muchos de sus poemas contra el gobierno conservador británico que se oponía, entre otras cosas, a cambios en una vetusta ley electoral que impedía que los barrios obreros tuvieran los mismos representantes parlamentarios que las zonas rurales más conservado-ras. El caso es que Percy sabía leer en público o declamar de modo que agitaba los corazones o despertaba la imaginación de quien le escuchara.

Todo esto es conocido porque la propia Mary Shelly lo cuenta en el prólogo de su obra Frankenstein, y en su diario personal, en el cual notaba todos los días aquello que había realizado cada ornada. Estos escritos de Shelly forman parte de uno de los registros más preciados para los críticos literarios y los curiosos. 

El reto literario


Así, Mary nos describe cómo lord Byron, uno de esos interminables días de tormenta veraniega, sin posibilidad de poder salir a la montaña o realizar cualquier otra actividad en el exterior de la casa, se levantó y lanzó un gran reto. Como no podía ser de otra forma, teniendo en cuenta a muchos de los allí presentes, se trataba de unreto literario.

Os propongo un concurso.

-¿Qué tipo de concurso? -preguntó Percy intrigado y poniendo palabras a la curiosidad de todos los presentes.

Propongo -empezó entonces lord Byron--que cada uno de nosotros escriba un relato, una historia de terror dijo bajando la voz, envuelto en las sombras que proyectaba el fuego de la chimenea--. Y el que consideremos como el relato más terrorífico, ése ganará el concurso.

Era, sin duda, un desafío apasionante, y más aún teniendo en cuenta el saber hacer literario de muchos de los allí reunidos, pero la brillante idea, no obstante, cayó en el olvido con rapidez en cuanto salió el sol y regresó el buen tiempo. Byron y Percy Shelley eran grandes escritores, pero inconstantes (los hombres... ya se sabe), y pronto dejaron las plumas y la tinta y las palabras escritas y se adentraron de nuevo en los hermosos bosques de los Alpes.

Posteguillo narra que Mary Shelly fue mucho más disciplinada y no se distrajo por la naturaleza, por el contrario se quedó en casa y día y noche continuó escribiendo cada capítulo de su inmortal obra. Tengamos claro que Frankenstein no es el monstruo, sino Victor Frankenstein, el doctor que le da vida, aun si la mayoría piensa lo contrario. 

La aparición del Quijote

Lo más interesante de esta historia es que la escritora no creó esta novela desde la nada absoluta, sino imbuida por esos espacios montañosos que la rodeaban y también influida, de una forma u otra, por las maravillosas lecturas que su esposo Percy seguía haciendo por las noches junto a la chimenea de grandes clásicos de la literatura.

Mary escribía sobre todo durante el día, pero seguía compartiendo con todos las veladas de lectura colectiva donde su marido proseguía deleitándolos con su mágica dicción, que, estoy seguro de ello, debía de dar vida a cada uno de aquellos personajes que aparecían en las novelas seleccionadas. Y una noche especial, tras largas caminatas para unos en la montaña y una intensa sesión de escritura para Mary, Percy eligió una obra maestra de la literatura española traducida al inglés: Don Quijote. Así lo recoge Mary Shelley en su diario en la entrada del 7 de octubre de 1816: «Percy lee Curtius y Clarendon; escribir; Percy lee Don Quijote por la noche.» Y así siguió su marido levendo cada noche durante todo un mes, un mes eterno e inolvidable para la historia de la literatura universal en el que Mary escribía su gran novela. Hasta que el 7 de noviembre Mary anota en su diario: «Escribir. Percy lee Montaigne por la mañana y termina la lectura de Don Quijote por la noche.»

Mary Shelley se enamoró de la literatura mediterránea y en particular de Cervantes, ya fuera por la pasión con la que Percy leyó aquella traducción del Quijote, o por sus largas estancias en países del sur de Europa. El hecho es que Mary Shelley, años después, entre 1835 y 1837, escribiría la más que bien documentada y aún más que interesante Vidas de los más eminentes hombres de la ciencia y la literatura de Italia, España y Portugal, donde, entre otros muchos autores italianos y portugueses, biografiaba también las vidas de poetas, dramaturgos y novelistas españoles como Boscán, Garcilaso de la Vega, Cervantes, Lope de Vega, Góngora, Quevedo o Calderón de la Barca.


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Y es que Mary Shelley hablaba no sólo inglés, sino francés, italiano, portugués y hasta español. ¿Y cómo aprendió español? Muy «sencillo» (obsérvese que escribo sencillo entre comillas): tanto le gustaron el Quijote y su lectura por parte de su esposo en 1816 que, cuatro años después, en 1820, volvió a leerlo, después de haber iniciado el estudio del español, pero esta vez lo leyó directamente en castellano. Y tal es la pasión que Mary Shelley sintió por esa gran obra que el lector curioso encontrará una referencia a Sancho Panza en el prólogo a Frankenstein, igual que podrá observar que la novela de Mary Shelley presenta su relato a través de múltiples narradores (el aventurero

Walton, el doctor Frankenstein y hasta el propio mons-truo); es decir, la misma técnica narrativa que Cervantes usó para el desarrollo del Quijote (narrado por alguien que encontró un supuesto original en árabe que debe traducir una tercera persona y donde cada uno quita y pone según le place). Y, por si quedan dudas, Mary She-lley decidió recrear la famosa «Historia del cautivo» (capí-tulos XXXIX-XLI del Quijote, primera parte) en el capi-tulo 14 de la versión corregida de 1831 de Frankenstein.

Las similitudes de El Quijote y Frankenstein

Para que se hagan una idea de las similitudes: en la «Historia del cautivo» del Quijote, un cristiano secuestrado en un país musulmán es rescatado por una musulmana que está dispuesta a abrazar la fe cristiana desposándose con el cautivo cristiano al que va a ayudar a escapar; mientras que en la novela de Mary Shelley la monstruosa criatura creada por el doctor Frankenstein conocerá a Safie, una musulmana cuyo padre está preso en la cárcel de París y será ayudado por un cristiano que ama a Safie. Las conexiones entre ambos relatos son evidentes, pero no lo digo yo, sino que sesudos artículos académicos como el titulado «Recycling Zoraida: The Muslim Heroine in Mary Shelley's Frankenstein» [«Reciclando a Zoraida: la heroína musulmana de Frankenstein entre comillas): tanto le gustaron el Quijote y su lectura por parte de su esposo en 1816 que, cuatro años después, en 1820, volvió a leerlo, después de haber iniciado el estudio del español, pero esta vez lo leyó directamente en castellano. Y tal es la pasión que Mary Shelley sintió por esa gran obra que el lector curioso encontrará una referencia a Sancho Panza en el prólogo a Frankenstein, igual que podrá observar que la novela de Mary Shelley presenta su relato a través de múltiples narradores (el aventurero Walton, el doctor Frankenstein y hasta el propio monstruo); es decir, la misma técnica narrativa que Cervantes usó para el desarrollo del Quijote (narrado por alguien que encontró un supuesto original en árabe que debe traducir una tercera persona y donde cada uno quita y pone según le place). Y, por si quedan dudas, Mary Shelley decidió recrear la famosa «Historia del cautivo» (capítulos XXXIX-XLI del Quijote, primera parte) en el capitulo 14 de la versión corregida de 1831 de Frankenstein.


Posteguillo cierra su interesante texto comentando una asunto preocupante, lamentable y cierto; ya que en nuestros tiempos se ha dejado de lado la lectura de don Quijote. Menciona Santiago, que se encontraba en una librería y que ésta con base en un software, había sustentado que solo se exhibieran los libros más comerciales, dejando de lado la obra magna de Cervantes. 

El caso es que el programa informático no atendía ni siquiera al hecho de que ciertas obras maestras de nuestra literatura han quedado reducidas a lecturas obligatorias de diferentes estudios y que, por lo tanto, sólo se venden al principio del curso académico. El empleado contratado en una de estas librerías realizaba con eficacia su trabajo cuando una de las libreras, algo veterana en estas lides, le detuvo un instante y le dijo:



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Disculpa, pero este libro no lo retires, por favor. El muchacho, que estaba siendo concienzudo en su tarea, tuvo miedo de que se derectara que no había sido escrupuloso en la realización del trabajo para el que había sido contratado y, con el libro en cuestión aún en la mano, argumentó:

-Es que el título de este libro viene marcado en rojo en el programa. La veterana librera suspiró.

-Ya, bueno. No importa. Yo asumo la responsabilidad. - Y con cuidado tomó el volumen que el muchacho sólo cedió con el ceño fruncido y claras muestras de enojo en el rostro. Como imaginarán, el libro en disputa no era otro que un ejemplar del Quijote.

La conclusión de Posteguillo

Con mucha reflexión, el autor de este texto nos dice que si Mary Shelley aprendió español para poder no ya leer sino degustar el Quijote, ¿no deberíamos todos los que ya tenemos la fortuna de saber español encontrar algún momento de nuestra vida para zambuIlirnos, aunque sólo sea un rato, en alguno de los maravillosos relatos que pueblan la irrepetible historia del maravilloso Don Quijote? 

Aquella noche Frankenstein leyó el Quijote a través de Mary Shelley.

Si te gustó esta historia, no olvides que puedes dejarme un comentario y también compartirla con otros lectores como tú ¡Hasta la próxima! 
Mar de fondo

𝑆𝑜𝑦 𝐵𝑟𝑦𝑎𝑛 𝑉𝑖𝑙𝑙𝑎𝑐𝑟𝑒𝑧 (Lima, 1990) creador del Blog de Mar de fondo. Estudié Comunicaciones, Sociología y estoy escribiendo un libro. Soy un amante de los cuentos, cartas, diarios y novelas. Convencido de que "𝑈𝑛 𝑑𝑖́𝑎 𝑙𝑒𝑖́𝑑𝑜 𝑛𝑜 𝑒𝑠 𝑢𝑛 𝑑𝑖́𝑎 𝑝𝑒𝑟𝑑𝑖𝑑𝑜"

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