Leamos "El cazador Gracchus ", cuento de Franz Kafka

¡Qu茅 tal lectores! abrimos la jornada sabatina con este breve y potente cuento de Franz Kafka, donde nos habla de la muerte y el m谩s all谩 en la figura de un cazador que viaja por los confines del mundo junto a un Piloto ¿Qu茅 pas贸 en realidad? Qu茅 interpretaci贸n le dar铆as t煤 a este cuento ¡Disfruta tu lectura! 


"El cazador Gracchus ", cuento de Franz Kafka
Imagen tomada de Pinterest: https://pin.it/1via5Bz

EL CAZADOR GRACCHUS

Dos ni帽os estaban sentados en el muelle y jugaban a los dados. Un hombre le铆a un peri贸dico en el pelda帽o de un monumento, a la sombra del h茅roe, que bland铆a un sable. Una muchacha en la fuente llenaba un cubo de agua. Un vendedor de fruta permanec铆a junto a su mercanc铆a y miraba hacia el mar. A trav茅s de las ventanas y de la puerta de una taberna se pod铆a ver a dos hombres bebiendo vino. El tabernero estaba sentado m谩s adelante, frente a una mesa. Una barca surcaba silenciosa el mar, como si fuera llevada sobre el agua, y se dirig铆a al peque帽o puerto. Un hombre con una camisa azul salt贸 a tierra y amarr贸 la barca. Otros dos hombres con chaquetones oscuros, provistos de botones plateados, portaban una camilla detr谩s del piloto, en la que parec铆a yacer un hombre bajo un gran pa帽o de seda con franjas y motivos florales. En el muelle nadie prestaba atenci贸n al reci茅n llegado, ni siquiera se acerc贸 alguien cuando bajaron la camilla y esperaron al contramaestre, a煤n ocupado con la amarra; nadie les hizo tampoco ninguna pregunta, nadie quiso fijarse. El jefe se detuvo un poco a causa de una mujer, que se mostr贸 en la cubierta con el pelo suelto y un ni帽o al pecho. Luego se acerc贸, indic贸 una casa amarilla de dos pisos que se levantaba recta a la izquierda, pr贸xima a la orilla. Los portadores levantaron su carga y la transportaron a trav茅s de una puerta baja formada por dos columnas delgadas. Un muchacho abri贸 una ventana, pero tan pronto observ贸 que el grupo desaparec铆a en la casa la cerr贸 r谩pidamente. Tambi茅n se cerr贸 la puerta, de madera de roble cuidadosamente ensamblada. Una bandada de palomas que hasta ese momento hab铆a estado sobrevolando el campanario se pos贸 ahora en la plaza, ante la casa. Como si en esa casa se almacenase su comida, las palomas se reunieron ante la puerta. Una de ellas vol贸 hasta el primer piso y picote贸 el cristal de la ventana. Eran animales de color claro, bien cuidados y vivaces. La mujer, desde la barca, les arroj贸 con 铆mpetu un pu帽ado de granos, y las palomas volaron hacia ella. Un hombre viejo, tocado con una chistera adornada con una cinta de luto, bajaba por una de las callejuelas estrechas y empinadas que conduc铆an al puerto. Miraba con atenci贸n a su alrededor, todo le preocupaba, la visi贸n de basura en una esquina le hizo contraer el rostro, en los pelda帽os del monumento hab铆a c谩scaras de fruta, las lanz贸 con su bast贸n hacia abajo conforme pasaba. Llam贸 a la puerta de las columnas y, al mismo tiempo, sostuvo la chistera en su mano enguantada de negro. Abrieron en seguida, alrededor de cincuenta muchachos formaban una hilera a lo largo del pasillo y se inclinaron. El contramaestre baj贸 las escaleras, salud贸 al se帽or, lo condujo hasta arriba; en el primer piso atravesaron un patio rodeado de sencillas galer铆as y, finalmente, ambos entraron, mientras los muchachos los segu铆an a una distancia respetuosa, en una amplia y fr铆a estancia de la parte trasera de la vivienda, frente a la cual ya no se ve铆a ninguna otra casa, sino solo una pared rocosa desnuda y de color negro gris谩ceo. Los portadores estaban ocupados colocando y encendiendo unos cirios en la cabecera de la camilla, al arder se sobresaltaron las inm贸viles sombras y flamearon por encima de las paredes. Hab铆an retirado el pa帽o de la camilla. En ella yac铆a un hombre con pelo y barba espesos, completamente descuidados, de piel bronceada, con el aspecto de un cazador. Permanec铆a inm贸vil, aparentemente sin respirar, con los ojos cerrados; sin embargo, todo lo que le rodeaba indicaba que tal vez se trataba de un muerto.



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El se帽or se acerc贸 a la camilla, coloc贸 su mano en la frente del yacente, se arrodill贸 y rez贸. El piloto hizo un gesto a los portadores para que abandonasen la habitaci贸n; salieron, echaron a los muchachos, que se hab铆an reunido all铆, y cerraron la puerta. Sin embargo, al se帽or no pareci贸 bastarle ese silencio, as铆 que mir贸 al piloto, 茅ste comprendi贸 y se retir贸 por una puerta lateral a la habitaci贸n contigua. El hombre de la camilla abri贸 los ojos al instante, gir贸 el rostro con una sonrisa dolorosa hacia el se帽or y dijo:

—¿Qui茅n eres t煤?

El se帽or abandon贸 su postura orante sin mostrar asombro y respondi贸:

—El alcalde de Riva.

El hombre de la camilla asinti贸, se帽al贸 un sill贸n con el brazo d茅bilmente estirado y dijo, despu茅s de que el alcalde hubiera aceptado su invitaci贸n:

—Ya lo sab铆a se帽or alcalde, pero al principio siempre lo olvido todo, todo me da vueltas y es mejor que pregunte aunque lo sepa todo. Tambi茅n sabr谩 probablemente que soy el cazador Gracchus.

—Cierto —dijo el alcalde—, esta noche me anunciaron su llegada. Dorm铆amos desde hac铆a un rato, cuando mi mujer, a eso de la medianoche, grit贸: «¡Salvatore!» —as铆 me llamo—. «Mira la paloma en la ventana». Realmente se trataba de una paloma, pero grande como un gallo. Vol贸 hasta mi o铆do y dijo: «¡Ma帽ana viene el cazador muerto Gracchus, rec铆belo en nombre de la ciudad!».

El cazador asinti贸 y sac贸 la punta de la lengua entre los labios.

—S铆, las palomas me preceden. Pero ¿cree usted, se帽or alcalde, que deber铆a permanecer en Riva?

—Eso a煤n no se lo puedo decir —respondi贸 el alcalde—. ¿Est谩 usted muerto?

—S铆 —dijo el cazador—, como usted puede ver. Hace muchos a帽os, deben de ser ya una cantidad enorme de a帽os, me despe帽茅 en la Selva Negra, eso est谩 en Alemania, cuando persegu铆a a una gamuza. Desde aquel suceso estoy muerto.

—Pero usted tambi茅n vive —dijo el alcalde.

—En cierta manera —dijo el cazador—, en cierta manera tambi茅n sigo vivo. Mi barca de la muerte err贸 el camino, una maniobra equivocada con el tim贸n, un instante de descuido por parte del piloto, una distracci贸n causada por mi bella patria natal, no s茅 lo que ocurri贸, solo s茅 que permanec铆 en la tierra y que mi barca, desde aquel instante, surca las aguas terrenales. As铆, yo, el que solo quiso vivir en sus monta帽as, viajo ahora por todos los pa铆ses del mundo.

—¿Y no tiene ning煤n contacto con el m谩s all谩? —pregunt贸 el alcalde frunciendo el entrecejo.

—Siempre permanezco en la gran escalera que conduce hasta all铆 —respondi贸 el cazador—. En esa infinita escalinata no ceso de buscar, ya sea hacia arriba o hacia abajo, hacia la derecha o hacia la izquierda, siempre en movimiento. Pero si tomo un gran impulso y ya me ilumina la puerta all谩 arriba, despierto en mi barca, en cualquier p谩ramo de aguas estancadas. El error fundamental de mi muerte resuena sarc谩sticamente en mi barca; Julia, la mujer del piloto, toca la puerta y me trae a la camilla la bebida matutina del pa铆s que estamos costeando.


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—Un destino cruel —dijo el alcalde alzando una mano en actitud defensiva—. ¿Y no tiene ninguna culpa en ello?

—Ninguna —dijo Gracchus—. Yo era cazador, ¿eso es ser culpable de algo? Estaba empleado como cazador en la Selva Negra, donde a煤n quedaban lobos. Yo acechaba, disparaba, acertaba, despellejaba, ¿hay alguna culpa en ello? Mi trabajo fue bendecido. Yo era el gran cazador de la Selva Negra. ¿Hay alguna culpa?

—A m铆 no me corresponde decidirlo —dijo el alcalde—, pero tampoco me parece que haya culpa alguna. Pero ¿qui茅n si no tiene la culpa?

—El piloto —dijo el cazador.

FIN
“Der J盲ger Gracchus”, 1917

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Mar de fondo

饾惖饾憻饾懄饾憥饾憶 饾憠饾憱饾憴饾憴饾憥饾憪饾憻饾憭饾懅 (Lima, 1990) Director del Blog de Mar de fondo. Estudi茅 Comunicaciones, Sociolog铆a y soy autor del libro "Las vidas que tom茅 prestadas". Amante de los cuentos, cartas, diarios y novelas. Convencido de que "饾憟饾憶 饾憫饾憱́饾憥 饾憴饾憭饾憱́饾憫饾憸 饾憶饾憸 饾憭饾憼 饾憿饾憶 饾憫饾憱́饾憥 饾憹饾憭饾憻饾憫饾憱饾憫饾憸."

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