¡Buen d铆a, lectores! En el post de hoy comparto contigo una excelente reflexi贸n acerca de "la novela" como g茅nero literario. Esta disertaci贸n es del premio Nobel de Literatura 1957, Albert Camus, un autor que ya hemos disfrutado en el blog con post interesantes sobre su vida. Camus dec铆a que "el mundo novelesco no es m谩s que la correcci贸n de este mundo, seg煤n el deseo profundo del hombre. Pues se trata indudablemente del mismo mundo", ahora veremos el porqu茅 ¡Leamos!
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Imagen tomada de Pinterest: https://pin.it/2MCJ0bD |
La vida de Albert Camus
Me referido en anteriores ocasiones a la obra de Albert Camus y sobre todo a la forma tan inesperada como perdi贸 la vida en un accidente automovil铆stico en 1960. Esa historia la cuento en este post, junto a la del manuscrito que le fue hallado en la escena de la tragedia; libro que m谩s tarde ver铆a la luz titulado 'El primer hombre'.
Camus es mundialmente famoso por sus contribuciones al existencialismo y al pensamiento absurdo. Sus obras exploran temas como la alienaci贸n, la falta de sentido en la vida y la lucha del individuo por descifrar un mundo aparentemente indiferente o absurdo.
Algunas de sus obras m谩s destacadas entre novelas y ensayos son: "El extranjero" (L'脡tranger), "El mito de S铆sifo" (Le Mythe de Sisyphe) y "La peste" (La Peste).
Esta 煤ltima la le铆 a mitad de a帽o y qued茅 prendado de la narrativa de Camus, por eso me interes贸 conocer m谩s acerca de su manera de concebir la novela y he aqu铆 el resultado...
LA NOVELA Y REBELD脥A
Es posible separar la literatura de consentimiento que coincide, en l铆neas generales, con los siglos antiguos y los siglos cl谩sicos, y la literatura de disidencia que empieza con los tiempos modernos. Se observar谩 entonces la escasez de novela en la primera. Cuando existe, salvo raras excepciones, no concierne a la historia, sino a la fantas铆a (Te谩genes y Cariclea o La Astrea). Son cuentos, no novelas. Con la segunda, por el contrario, se desarrolla realmente el g茅nero novelesco que no ha cesado de enriquecerse y extenderse hasta nuestros d铆as, al mismo tiempo que el movimiento cr铆tico y revolucionario. La novela nace al mismo tiempo que el esp铆ritu de rebeld铆a y traduce, en el plano est茅tico, la misma ambici贸n.
«Historia ficticia, escrita en prosa», dice Littr茅 de la novela. ¿No es m谩s que esto? Un cr铆tico cat贸lico1 ha escrito no obstante: «El arte, sea cual sea su objetivo, siempre hace una competencia culpable a Dios». Es m谩s justo, en efecto, hablar de una competencia a Dios, a prop贸sito de la novela, que de una competencia al Estado civil. Thibaudet expresaba una idea parecida cuando dec铆a a prop贸sito de Balzac: «La comedia humana es la Imitaci贸n de Dios Padre.» El esfuerzo de la gran literatura parece consistir en crear universos cerrados o tipos completos. Occidente, en sus grandes creaciones, no se limita a describir su vida cotidiana. Se propone sin descanso grandes im谩genes que lo enardecen y se lanza tras ellas.
Al fin y al cabo, escribir o leer una novela son acciones ins贸litas. Construir una historia mediante una disposici贸n nueva de hechos verdaderos no tiene nada de inevitable, ni de necesario. Incluso si la explicaci贸n vulgar, por el gusto del creador y del lector, fuese verdad, habr铆a que preguntarse entonces por qu茅 necesidad la mayor parte de los hombres experimentan precisamente gusto e inter茅s en historias fingidas. La cr铆tica revolucionaria condena la novela pura como la evasi贸n de una imaginaci贸n ociosa. La lengua com煤n, a su vez, llama «novela» al relato enga帽oso del periodista torpe. Hace unos lustros, la costumbre quer铆a asimismo, contra la verosimilitud, que las j贸venes fuesen «novelescas». Se daba a entender con ello que tales criaturas ideales no ten铆an en cuenta las realidades de la existencia. De manera general, siempre se ha considerado que lo novelesco se apartaba de la vida y que la embellec铆a al mismo tiempo que la traicionaba. La manera m谩s simple y la m谩s com煤n de entender la expresi贸n novelesco consiste, pues, en ver en ella un ejercicio de evasi贸n. El sentido com煤n se suma a la cr铆tica revolucionaria.
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Pero ¿de qu茅 nos evadimos por medio de la novela? ¿De una realidad juzgada demasiado aplastante? La gente feliz lee tambi茅n novelas y es constante que el extremo sufrimiento quite la afici贸n a la lectura. Por otro lado, el universo novelesco tiene ciertamente menos peso y menor presencia que ese otro universo en que unos seres de carne y hueso nos asedian sin descanso. ¿Por qu茅 misterio, sin embargo, Adolfo nos aparece como un personaje mucho m谩s familiar que Benjamin Constant, el conde Mosca que nuestros moralistas profesionales? Balzac termin贸 un d铆a una larga conversaci贸n sobre la pol铆tica y la suerte del mundo diciendo: «Y ahora volvamos a las cosas serias», queriendo hablar de sus novelas. La gravedad indiscutible del mundo novelesco, nuestro empe帽o en tomar, en efecto, en serio los mitos incontables que nos brinda desde hace dos siglos el genio novelesco, el gusto por la evasi贸n no basta para explicarlo. Ciertamente, la actividad novelesca supone una especie de rechazo de lo real. Pero este rechazo no es una simple huida. ¿Hay que ver en 茅l el movimiento de retiro del alma noble que, seg煤n Hegel, se crea a s铆 misma, en su decepci贸n, un mundo ficticio en que la moral reina sola? La novela edificante, sin embargo, queda asaz distante de la gran literatura; y la mejor novela rosa, Pablo y Virginia, obra propiamente penosa, no ofrece nada al consuelo.
La contradicci贸n es la siguiente: el hombre rechaza el mundo tal cual es, sin aceptar escaparse. De hecho, los hombres tienen apego al mundo y, en su inmensa mayor铆a, no desean abandonarlo. Lejos de querer olvidarlo siempre, sufren, al contrario, por no poseerlo bastante, extra帽os ciudadanos del mundo, exiliados en su propia patria. Salvo en los instantes fulgurantes de la plenitud, toda realidad es para ellos inacabada. Sus actos les escapan en otros actos, vuelven a juzgarlos bajo rostros inesperados, huyen como el agua de T谩ntalo hacia una desembocadura ignorada a煤n. Conocer la desembocadura, dominar el curso del r铆o, captar por fin la vida como destino, he ah铆 su verdadera nostalgia, en lo m谩s denso de su patria. Pero esta visi贸n que, en el conocimiento al menos, los reconciliar铆a por fin con ellos mismos, no puede aparecer, si es que aparece, m谩s que en ese momento fugitivo que es la muerte: todo acaba en 茅l. Para estar, una vez, en el mundo, es preciso no estar ya en 茅l nunca m谩s.
Nace aqu铆 esa desgraciada envidia que tantos hombres sienten por la vida de los otros. Percibiendo esas existencias por fuera, les suponen una coherencia y una unidad que no pueden tener, en verdad, pero que parecen evidentes al observador. 脡ste no ve m谩s que la l铆nea superior de tales vidas, sin cobrar conciencia del detalle que las roe. Hacemos entonces arte de tales existencias. De modo elemental, las novelamos. Cada cual, en este sentido, trata de hacer de su vida una obra de arte. Deseamos que el amor dure y sabemos que no dura; aunque, por milagro, debiese durar toda una vida, ser铆a a煤n inacabado. Quiz谩s, en esta insaciable necesidad de durar, comprender铆amos mejor el sufrimiento terrestre si supi茅ramos que fuese eterno. Parece que a las grandes almas las asusta a veces menos el dolor que el hecho de que no dura. A falta de una felicidad infatigable, un largo sufrimiento crear铆a al menos un destino. Pero no, y nuestras peores torturas cesar谩n un d铆a. Una ma帽ana, despu茅s de tantas desesperaciones, un irreprimible deseo de vivir nos anunciar谩 que todo ha terminado y que el sufrimiento ya no tiene m谩s sentido que la felicidad.
El af谩n de posesi贸n no es m谩s que otra forma del deseo de durar; 茅l es el que hace el delirio impotente del amor. Ning煤n ser, ni siquiera el m谩s amado, y que mejor nos responda, est谩 nunca en nuestra posesi贸n. En la tierra cruel, donde los amantes mueren a veces separados, nacen siempre divididos, la posesi贸n total de un ser, la comuni贸n absoluta en el tiempo entero de la vida es una imposible exigencia. El af谩n de la posesi贸n es hasta tal punto insaciable que puede sobrevivir al amor mismo. Amar, entonces, es esterilizar al amado.
TE RECOMIENDO, LECTOR: Libro 'La peste' de Albert Camus
El vergonzoso sufrimiento del amante, en lo sucesivo solitario, no es tanto el no ser ya amado, cuanto el saber que el otro puede y debe amar a煤n. En el l铆mite, todo hombre devorado por el deseo loco de durar y de poseer desea a los seres a los que ha amado la esterilidad o la muerte. 脡sta es la verdadera rebeld铆a. Quienes no han exigido, un d铆a al menos la virginidad absoluta de los seres y del mundo; quienes no han temblado de nostalgia y de impotencia ante su imposibilidad; quienes, entonces, vueltos a su nostalgia de absoluto, no son destruidos intentando amar a media altura, 茅sos no pueden comprender la realidad de la rebeld铆a y su furia de destrucci贸n. Pero los seres se escapan siempre y nosotros les escapamos tambi茅n: no tienen perfiles firmes. La vida desde este punto de vista no tiene estilo. No es m谩s que un movimiento que corre en pos de su forma sin dar nunca con ella. El hombre, desgarrado as铆, busca en vano esa forma que le dar铆a los l铆mites entre los cuales ser铆a rey. ¡Que una sola cosa viva tenga su forma en este mundo y 茅ste estar谩 reconciliado!...
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