Leamos "El silencio de las sirenas", cuento de Franz Kafka

¡Hola, lector! Esta jornada nos deleitamos con dos breves pero impactantes cuentos del checo Franz Kafka, escritor nacido en 1883 y que nos ha dejado muchos relatos, as铆 como la inmortal "Metamorfosis". Literatura universal para todos ¡Disfruta tu lectura! 


"El silencio de las sirenas", cuento de Franz Kafka
Imagen tomada de Pinterest: https://pin.it/AKjOVWL6C


EL SILENCIO DE LAS SIRENAS

Existen m茅todos insuficientes, casi pueriles, que tambi茅n pueden servir para la salvaci贸n. He aqu铆 la prueba:

Para protegerse del canto de las sirenas, Ulises tap贸 sus o铆dos con cera y se hizo encadenar al m谩stil de la nave. Aunque todo el mundo sab铆a que este recurso era ineficaz, muchos navegantes pod铆an haber hecho lo mismo, excepto aquellos que eran atra铆dos por las sirenas ya desde lejos. El canto de las sirenas lo traspasaba todo, la pasi贸n de los seducidos habr铆a hecho saltar prisiones m谩s fuertes que m谩stiles y cadenas. Ulises no pens贸 en eso, si bien quiz谩 alguna vez, algo hab铆a llegado a sus o铆dos. Se confi贸 por completo en aquel pu帽ado de cera y en el manojo de cadenas. Contento con sus peque帽as estratagemas, naveg贸 en pos de las sirenas con alegr铆a inocente.

Sin embargo, las sirenas poseen un arma mucho m谩s terrible que el canto: su silencio. No sucedi贸 en realidad, pero es probable que alguien se hubiera salvado alguna vez de sus cantos, aunque nunca de su silencio. Ning煤n sentimiento terreno puede equipararse a la vanidad de haberlas vencido mediante las propias fuerzas.

En efecto, las terribles seductoras no cantaron cuando pas贸 Ulises; tal vez porque creyeron que a aquel enemigo s贸lo pod铆a herirlo el silencio, tal vez porque el espect谩culo de felicidad en el rostro de Ulises, quien s贸lo pensaba en ceras y cadenas, les hizo olvidar toda canci贸n.

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Ulises (para expresarlo de alguna manera) no oy贸 el silencio. Estaba convencido de que ellas cantaban y que s贸lo 茅l estaba a salvo. Fugazmente, vio primero las curvas de sus cuellos, la respiraci贸n profunda, los ojos llenos de l谩grimas, los labios entreabiertos. Cre铆a que todo era parte de la melod铆a que flu铆a sorda en torno de 茅l. El espect谩culo comenz贸 a desvanecerse pronto; las sirenas se esfumaron de su horizonte personal, y precisamente cuando se hallaba m谩s pr贸ximo, ya no supo m谩s acerca de ellas.

Y ellas, m谩s hermosas que nunca, se estiraban, se contoneaban. Desplegaban sus h煤medas cabelleras al viento, abr铆an sus garras acariciando la roca. Ya no pretend铆an seducir, tan s贸lo quer铆an atrapar por un momento m谩s el fulgor de los grandes ojos de Ulises.

Si las sirenas hubieran tenido conciencia, habr铆an desaparecido aquel d铆a. Pero ellas permanecieron y Ulises escap贸.

La tradici贸n a帽ade un comentario a la historia. Se dice que Ulises era tan astuto, tan ladino, que incluso los dioses del destino eran incapaces de penetrar en su fuero interno. Por m谩s que esto sea inconcebible para la mente humana, tal vez Ulises supo del silencio de las sirenas y tan s贸lo represent贸 tama帽a farsa para ellas y para los dioses, en cierta manera a modo de escudo.


FIN
1917


AYER VINO UNA DEBILIDAD


Ayer vino una debilidad a mi casa. Vive en la casa de al lado, con frecuencia la he visto desaparecer agach谩ndose por la puerta. Una gran dama con un vestido largo y ondulante, tocada con un sombrero ancho adornado de plumas. Lleg贸 con prisas, atravesando susurrante la puerta, como un m茅dico que teme haber llegado demasiado tarde a visitar a un enfermo que se apaga.

-¡Anton! -exclam贸 con voz profunda, aunque jactanciosa-, ya llego, ya estoy aqu铆.

Se dej贸 caer en el sill贸n que le se帽al茅.

-Vives muy alto, muy alto -dijo suspirando.

Hundido en mi butaca, asent铆. Innumerables, uno detr谩s de otro, saltaron ante mi vista los pelda帽os de la escalera que conduce a mi habitaci贸n, peque帽as olas incansables.

-¿Por qu茅 hace tanto fr铆o? -pregunt贸, y se quit贸 los viejos y largos guantes de esgrima, a continuaci贸n los arroj贸 sobre la mesa y me mir贸 con la cabeza inclinada, parpadeando.

Me parec铆a como si yo fuera un gorri贸n que ejercitara en la escalera mis saltos y ella descompusiera mi suave plumaje gris.

-Siento con toda el alma que me anheles tanto. Sumida en la tristeza, he visto tu rostro con frecuencia, consumido de pena, cuando estabas en el patio y mirabas hacia mi ventana. Bueno, no me caes mal y a煤n no tienes mi coraz贸n, as铆 que puedes conquistarlo.

FIN
1917

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Mar de fondo

饾惖饾憻饾懄饾憥饾憶 饾憠饾憱饾憴饾憴饾憥饾憪饾憻饾憭饾懅 (Lima, 1990) Director del Blog de Mar de fondo. Estudi茅 Comunicaciones, Sociolog铆a y soy autor del libro "Las vidas que tom茅 prestadas". Amante de los cuentos, cartas, diarios y novelas. Convencido de que "饾憟饾憶 饾憫饾憱́饾憥 饾憴饾憭饾憱́饾憫饾憸 饾憶饾憸 饾憭饾憼 饾憿饾憶 饾憫饾憱́饾憥 饾憹饾憭饾憻饾憫饾憱饾憫饾憸."

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