Leamos "La virgen de cera", cuento de Abraham Valdelomar

¡Hola, lectores! En esta oportunidad echamos mano de la obra de uno de los cuentistas m谩s exquisitos que tuvo Per煤. Me refiero a Abraham Valdelomar (1888-1919) quien con este genial relato nos sumerge en un escenario de terror que gira en torno a un espectro que se lleva los viajeros ebrios... ¡Disfruta tu lectura! 

"La virgen de cera", cuento de Abraham Valdelomar
Imagen tomada de Pinterest: https://pin.it/13NLY4ct9



LA VIRGEN DE CERA


–El rey...

– ¡Siempre cuentos reales!...

–Los reyes son los espl茅ndidos y los generosos. En sus cabezas triunfa el oro cincelado y en sus tronos r铆en piedras de 脕frica. Ellos hacen magn铆ficas nuestras narraciones. Tienen joyas, mujeres y esclavos. Favoritas del Cairo y lechos de m谩rmol rosa. Ellos compran los cantos a los trovadores sentimentales y las graves m谩ximas a los fil贸sofos; la honorabilidad a los gentiles-hombres, la discreci贸n a las damas y la fina condescendencia a los caballeros.

¡Hablemos de los reyes! Ellos hacen espl茅ndidas nuestras narraciones y llenan de pompa nuestros pensamientos. ¡El oro y los reyes!

... La villa de la se帽orita Indrah estaba envuelta en una atm贸sfera de superstici贸n. No hab铆a en la aldea quien hubiera atravesado las verjas de los jardines ni el misterio de los aposentos. Unos dec铆an ver salir a la due帽a, de noche, rodeada de enormes vampiros que la ten铆an esclava, y a los que alimentaba con su sangre. Otros dec铆an que robaba los ni帽os de las aldeas para beber su sangre fresca y otros dec铆an verla huir de noche, hacia los bosques de las comarcas vecinas.

Una vez corri贸 la voz en la aldea de que un peregrino que hab铆a llegado a las rejas del castillo vio llorando a la Indrah, tras de unos setos. M谩s tarde lleg贸 a decirse que la enigm谩tica se帽orita hab铆a salido de noche en procesi贸n por las calles del pueblo; el miedo sobrecogi贸 a los sencillos aldeanos, y, como nadie volvi贸 a salir de noche, las procesiones se multiplicaron.

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Entonces principiaron las rogativas y las oraciones p煤blicas. Se ofreci贸 sacrificios de flores en los templos y se quem贸 cabellos de ni帽os en los hogares; por fin, se guard贸 aves blancas en los sarc贸fagos y se pens贸 ofrecer en holocausto a la virgen m谩s joven. A pesar de eso, un joven ga帽谩n, al volver una noche de la reja de su amada, tuvo que ocultarse presuroso. La procesi贸n pasaba...

–¿Iba Indrah?

–Iba entre un grupo de encorvados con aspecto de vampiros negros de los que s贸lo se ve铆a los ojos. En el centro, casi muriente y apoyada en los brazos de uno de ellos, iba la virgen p谩lida de cera. Indrah ten铆a una transparencia opalina y ning煤n color profanaba la blancura de la joven. Los acompa帽antes con amplias capas obscuras rumiaban sordamente sonatas incomprensibles.

Al d铆a siguiente fue hallado el ga帽谩n, sin conocimiento y v铆ctima de una crispaci贸n horrible. Muri贸 describiendo entrecortadamente la procesi贸n de Indrah. Entonces en la aldea, al miedo sucedi贸 el espanto. Los hombres principiaron a preocuparse; los viejos caminaban taciturnos y encorvados como si pensaran en algo sombr铆o; las mujeres no asomaban por los jardines secos y muertos; los mancebos no iban al campo ya; y los ni帽os, tristes y p谩lidos, se dorm铆an en los rincones h煤medos de sus covachas.

Cada d铆a aparec铆a un cad谩ver crispado y aquel pueblo tom贸 el aspecto de una ciudad muerta. Los viejos callaban siempre, no se amaban los j贸venes, los ni帽os no re铆an y las mujeres eran v铆ctimas de alucinaciones. Aquella raza comenz贸 a extinguirse...

II

–¿Qui茅n era Indrah?...

–Nadie lo sab铆a. Un aventurero loco, un asesino original, un decepcionado o un ser extraordinario, fue a vivir en las rocas de un pa铆s del norte que da al mar y donde no sale el sol. Era el rey M铆ndor.

Para llegar a su atalaya hab铆a que cruzar pampas donde el viento zumbaba siempre, un viento helado que desplegaba los vestidos y agrietaba los labios. En doce jornadas se llegaba al castillo de M铆ndor. El rey ten铆a vasallos que tra铆an a los viajeros extraviados, quienes por la generosidad de M铆ndor, dorm铆an en el castillo, despu茅s de ser invitados a cenas extraordinarias en las que los viajeros volv铆anse locos de placer, que unos creen y atribuyen a bebidas excitantes. En ese estado de felicidad suprema los viajeros eran trasladados al jard铆n del castillo donde hab铆a el pozo circular con broqueles de 贸nice. El pozo ten铆a una escalinata de m谩rmol como la entrada a un palacio subterr谩neo, que, al girar, arrojaba en sus profundidades al que pisaba la escalinata c茅lebre.

All铆 se hac铆a llevar a los viajeros, ebrios de una felicidad suprema, quienes al caer en el pozo iban a mezclarse con los cad谩veres de los desgraciados que les hab铆an precedido en las cenas del castillo. Muchos hombres viv铆an a煤n, locos, entre ese pozo que era una boca del infierno. Una vez cada veinte jornadas, al ponerse el sol, se abr铆an las puertas enormes de ese pozo profund铆simo y siniestro. El rey, acodado en el brocal con su copa de oro, miraba presa de un placer febril cuando las compuertas se abr铆an y se precipitaban las aguas, pujantes y enormes, y arremolinaban los escorzos humanos.

Pronto el elemento salvaje llenaba todo el pozo y entonces se cerraban las compuertas y se dejaba salir el agua nuevamente.

–¿Pero Indrah?

–Era la hija del rey. Una tarde los vasallos caballeros dibujaron sus siluetas en las pampas fr铆as y obscuras de la comarca. Poco a poco se fueron precisando las formas y ya a los pies del castillo se vio llegar un nuevo peregrino, un joven rubio, de color encendido, con la tez seca y los labios rajados. Indrah sinti贸 por 茅l un sentimiento que no percibiera jam谩s por viajero alguno de los que ven铆an de palacio para morir en el pozo. S贸lo los ve铆a durante los banquetes y las cenas que M铆ndor obsequiaba a sus v铆ctimas. Esta vez, Indrah estaba enamorada.

–¿Asisti贸 al banquete?...

–S铆. Con sus ojos de tristeza, al mirar los agasajos sufr铆a horriblemente. Al terminar la cena, cuando Nildo, as铆 se llamaba el mancebo, fue feliz con los vinos dorados y bermejos, los pajes lo llevaron en una silla al jardinillo del pozo. Indrah, que hab铆a visto todo, sigui贸 a su padre:

–¡Todav铆a no, padre!

M铆ndor no contest贸. Los pajes siguieron su camino entre los setos y ya en el broquel instalaron a Nildo, que no se daba cuenta de nada. Y el rey le refer铆a:

–¡Y os falta ver, mancebo rubio, mis palacios encantados. Vais a penetrar al reino m谩s grande y m谩s poderoso. All铆 los jardines son eternos, los aromas suaves y enervantes y las mujeres hermosas y pr贸digas. El Sol de la ma帽ana no se pone nunca, y los que han ido a mis reinos jam谩s han regresado... ¿Lo quer茅is ver?...

–¡S铆, magn铆fico!

–¡Padre! -grit贸 Indrah en un arranque gutural y salvaje- ¡Padre, 茅ste no!

Nildo sin darse cuenta sonre铆a pensando en caricias mejores. Los lacayos le hicieron entrar al pozo por una de las escalinatas de m谩rmol que cubr铆an el horrible secreto. Nildo avanz贸 tranquilo.

–¡Padre!...

La escala gir贸. El golpe del hombre sobre el agua produjo un chasquido que son贸 l煤gubremente en el pozo profund铆simo. El rey aplic贸 el o铆do, mientras Indrah, alocada, se perd铆a a trav茅s de los setos del jard铆n. El rey miraba acodado en el broquel con una satisfacci贸n inmensa. Ve铆a, entre la obscuridad del pozo, c贸mo los hombres hambrientos le mord铆an los dedos a Nildo, y los otros, locos, re铆an de la f煤nebre aventura, entre el lodo de aquel nido infernal.

–¡Abrid las compuertas! -grit贸 M铆ndor- y las aguas enormes y salvajes se precipitaron, ahogando en sus remolinos gritos de dolor y de locura y crispamientos horribles. El pozo se llen贸.

–¡Cerrad!... ¡Cerrad m谩s aprisa!...

El agua comenz贸 a llegar a los bordes del broquel lejos de retirarse. El rey grit贸 m谩s fuerte a煤n:

–¡Cerrad, vasallos, cerrad m谩s aprisa!.

En el cuarto de las compuertas nadie respond铆a. El pozo principi贸 a desbordarse loca y atropelladamente. Parec铆a que todo el mar se precipitaba furioso por ese v贸rtice gigantesco. En el fondo hubo un crujir de cadenas y desgarramientos formidables, tembl贸 la tierra que pisaba el monarca y todo se perdi贸 en el avasallador impulso de las olas. Una monstruosa invasi贸n del mar se precipit贸 en el palacio, inund贸 los jardines reales vertiginosamente y en pocos momentos aquello era el dominio del mar, que despu茅s de profanar las galer铆as del rey y los salones de oro, invadi贸 la comarca y sigui贸... sigui贸 muchas jornadas.

–¿Indrah?

Loca y desesperadamente al ver caer a Nildo cogi贸 las llaves de las compuertas, mat贸 al viejo guardi谩n y abri贸 para siempre las fauces del salvaje elemento. Luego, cuando su padre exclam贸:

–¡Cerrad, vasallos, cerrad aprisa las compuertas!

Indrah arroj贸 las enormes llaves al fondo del mar y huy贸 enseguida...

Nadie sabe cu谩ndo vino a vivir a la villa de aquel pa铆s, donde dicen los aldeanos que sale en las noches a buscar a Nildo.

–¿Pero los encorvados?...

–Peregrinos j贸venes que ella hab铆a salvado y que no la abandonaron nunca. En las noches de su paseo, la llevan entre ellos con gran solicitud, y despu茅s de pasear la ciudad volv铆an a la villa antes de salir el sol.


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III

Y en el pueblo se mor铆an las gentes v铆ctimas de crispaciones horribles. Un d铆a se reuni贸 todo el pueblo y acordaron sorprender el palacio de Indrah. Se llam贸 a los labriegos de las comarcas vecinas y todos, a la hora del crep煤sculo, se lanzaron al palacio armados de piedras, picas y azadones.

Atropellaron viejos guardias y penetraron al gran sal贸n obscuro donde cre铆an encontrar a Indrah y a los vampiros. Los antiguos servidores de Indrah huyeron y al huir dejaron caer el cuerpo de la virgen sobre el que se precipitaron los aldeanos.

–¿Era el cad谩ver de Indrah?

–No. Era una suplantaci贸n hecha en cera. Indrah hab铆a muerto seguramente y aquellos hombres, en honor a ella, hici茅ronla vivir en aquel bloc modelado, que, como a Indrah misma, sacaban de paseo todas las noches, a trav茅s de la aldea.

–¿Cu谩ndo se hizo la suplantaci贸n?...

–Nadie lo sabe a煤n, mas cuando se viaja por los pa铆ses del norte, fr铆os, secos y llenos de atalayas, los viejos refieren esta leyenda de la virgen de cera y el rey M铆ndor.

Da mucha melancol铆a viajar por los pa铆ses del norte. Tienen leyendas muy tristes y -Europa no lo sabe- en las rocas abruptas y abandonadas, viven a煤n de esos reyes.

Est谩s triste. ¡No siempre son bellos los cuentos reales!...

FIN


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Mar de fondo

饾惖饾憻饾懄饾憥饾憶 饾憠饾憱饾憴饾憴饾憥饾憪饾憻饾憭饾懅 (Lima, 1990) Director del Blog de Mar de fondo. Estudi茅 Comunicaciones, Sociolog铆a y soy autor del libro "Las vidas que tom茅 prestadas". Amante de los cuentos, cartas, diarios y novelas. Convencido de que "饾憟饾憶 饾憫饾憱́饾憥 饾憴饾憭饾憱́饾憫饾憸 饾憶饾憸 饾憭饾憼 饾憿饾憶 饾憫饾憱́饾憥 饾憹饾憭饾憻饾憫饾憱饾憫饾憸."

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