Una historia de Agatha Christie, mundialmente conocida por sus historias de cr铆menes y misterios por resolver.
¡Qu茅 tal, lectores! El 12 de enero de 1976 part铆a a la eternidad la escritora brit谩nica Agatha Christie, mundialmente conocida por sus historias de cr铆menes y misterios por resolver.
Por esta raz贸n, esta jornada la recordamos con un cuento de estreno en Mar de fondo. Jane Helier, una actriz famosa por su belleza pero algo despistada, narra un peculiar caso "de una amiga suya", aunque es evidente para sus oyentes que ella es la protagonista de la historia.
Relata c贸mo, durante una gira, fue llamado a una comisar铆a debido a un robo en un bungalow que no era suyo ¡Disfrutemos!
EL CASO DEL BUNGALOW
-Ahora recuerdo un caso… -dijo Jane Helier. Su bello rostro se ilumin贸 con la sonrisa confiada del ni帽o que busca aprobaci贸n. Era la sonrisa que conmov铆a a diario al p煤blico de Londres y que hab铆a hecho la fortuna de los fot贸grafos-. Le ocurri贸 a una amiga m铆a -dijo con precauci贸n.
Todo el mundo hizo hip贸critas gestos de aliento. El coronel Bantry, su esposa, don Henry Clithering, el doctor Lloyd y la anciana se帽orita Marple estaban convencidos de que la “amiga” de Jane era ella misma. Hubiera sido incapaz de recordar o interesarse por algo que afectara a cualquier otra persona.
-Mi amiga -continu贸 Jane-, no mencionar茅 su nombre, era una actriz muy conocida.
Nadie exterioriz贸 la menor sorpresa y don Henry Clithering pens贸 para s铆: “Me pregunto cu谩nto tardar谩 en olvidarse de la farsa y dir谩 ‘yo’ en vez de ‘ella’…”
-Mi amiga se encontraba de gira por provincias, de esto har谩 uno o dos a帽os. Supongo que es mejor no decir el nombre del lugar. Estaba en la ribera de un r铆o, muy cerca de Londres. Lo llamar茅…
Hizo una pausa, frunciendo el entrecejo. Al parecer, inventar un simple nombre era demasiado para ella, y don Henry acudi贸 en su ayuda.
-¿Lo llamamos Riverbury? -le sugiri贸.
-Oh, s铆, espl茅ndido, Riverbury, lo recordar茅. Bien, como dec铆a, esta amiga m铆a se encontraba en Riverbury con su compa帽铆a cuando ocurri贸 algo muy curioso.
Volvi贸 a fruncir el entrecejo.
-¡Es tan dif铆cil decir lo que una quiere decir! -se lament贸-. Temo confundirme y decir unas cosas antes que otras.
-Lo hace usted muy bien -le dijo el doctor Lloyd para animarla-. Contin煤e.
-Bien, pues ocurri贸 algo muy curioso. Mi amiga fue llevada al puesto de polic铆a. Al parecer se hab铆a cometido un robo en su bungalow, situado junto al r铆o, y hab铆an detenido a un joven que les cont贸 una extra帽a historia, y por eso fueron a buscarla. Nunca hab铆a estado en un puesto de polic铆a, pero se mostraron muy amables con ella, amabil铆simos.
-No me extra帽a en absoluto -dijo don Henry.
-El sargento, creo que era un sargento, o tal vez fuese un inspector, la invit贸 a sentarse y le explic贸 lo ocurrido. Desde luego yo vi en seguida que se trataba de una equivocaci贸n.
“¡Aja! -pens贸 don Henry-. ‘¡Yo!’ Ya est谩, lo que imaginaba”.
-Eso dijo mi amiga -continu贸 Jane, sin advertir su propia traici贸n-. Explic贸 que hab铆a estado ensayando en el hotel con su suplente y que nunca hab铆a o铆do siquiera el nombre de se帽or Faulkener. Y el sargento dijo: “se帽orita Hel…”.
Se detuvo muy sonrojada.
-¿Se帽orita Helman? -le sugiri贸 don Henry con un gui帽o.
-S铆, s铆, eso es. Gracias. El sargento dijo: “Se帽orita Helman, creo que debe de haber alguna equivocaci贸n, puesto que usted se aloja en el Bridge Hotel”. Y luego me pregunt贸 si me importar铆a que me confrontaran con aquel joven. No s茅 si se dice confrontar o carear. No lo puedo recordar.
-No importa realmente -le asegur贸 don Henry.
-De todos modos, yo dije: “Claro que no”. Y lo trajeron y dijeron: “脡sta es se帽orita Helier” y… ¡Oh! -Jane se interrumpi贸 boquiabierta.
-No importa, querida -le dijo se帽orita Marple para consolarla-. De todas maneras lo hubi茅ramos adivinado. Y no nos ha dicho el nombre del lugar ni nada realmente importante.
-Bueno -dijo Jane-. Mi intenci贸n era cont谩rselo como si le hubiera ocurrido a otra persona, pero es dif铆cil, ¿verdad? Quiero decir que una se olvida.
Todos le aseguraron que era muy dif铆cil y una vez tranquilizada, prosigui贸 con su algo enrevesado relato.
-Era un hombre muy atractivo, mucho. Joven y pelirrojo. Al verme se qued贸 con la boca abierta y el sargento le pregunt贸: “¿Es 茅sta la dama?” Y 茅l contest贸: “No, desde luego que no. Qu茅 est煤pido he sido”. Yo le sonre铆, dici茅ndole que no ten铆a importancia.
-Me imagino la escena -dijo don Henry.
Jane Helier frunci贸 el entrecejo.
-D茅jeme pensar c贸mo ser铆a mejor continuar.
-¿Y si nos contara de qu茅 se trata, querida? -dijo se帽orita Marple con tal amabilidad que nadie pudo sospechar su iron铆a-. Quiero decir que cu谩l era la equivocaci贸n de aquel joven y de qu茅 se trataba el robo.
-Oh, s铆 -exclam贸 Jane-. Bien, ese joven, Leslie Faulkener, hab铆a escrito una comedia. A decir verdad hab铆a escrito varias, aunque nunca le representaron una. Y me envi贸 una en particular para que la leyera. Yo lo ignoraba, ya que recibo cientos de obras de teatro y leo muy pocas, s贸lo aqu茅llas de las que s茅 algo. De todas formas, as铆 fue, y al parecer el se帽or Faulkener recibi贸 una carta m铆a, s贸lo que result贸 que no la hab铆a escrito yo. ¿Comprenden?
Hizo una pausa con ansiedad y todos le aseguraron que la hab铆an entendido.
-En ella le dec铆a que hab铆a le铆do su comedia, que me gustaba mucho y que viniera a hablar conmigo. Le daba la direcci贸n, el bungalow de Riverbury. De modo que el se帽or Faulkener, muy satisfecho, fue a verme a ese lugar: el bungalow. Le abri贸 la puerta una doncella a quien 茅l pregunt贸 por la se帽orita Helier y ella le dijo que la se帽orita Helier lo estaba esperando y le hizo pasar al sal贸n, donde lo recibi贸 una mujer que 茅l acept贸 como si fuera yo, lo cual resulta bastante extra帽o, puesto que me hab铆a visto actuar y mis fotograf铆as son bien conocidas en todas partes, ¿verdad?
-Por todo lo largo y ancho de Inglaterra -replic贸 la se帽ora Bantry-. Pero a menudo hay una gran diferencia entre la fotograf铆a y el original, mi querida Jane. As铆 como cuando se ve a las artistas fuera del escenario. No todas las actrices pueden superar esa prueba como t煤, recu茅rdelo.
-Bueno -dijo Jane un tanto aplacada-, es posible. De todas formas describi贸 a aquella mujer diciendo que era alta, rubia, de grandes ojos azules y muy atractiva, de modo que deb铆a parecerse bastante a m铆. Desde luego, 茅l no sospech贸 nada y ella se sent贸, comenz贸 a charlar de su comedia y de las ganas que ten铆a de representarla. Mientras hablaban, les sirvieron unos combinados y el se帽or Faulkener tom贸 uno. Bueno, eso es todo lo que recuerda, que se bebi贸 el combinado. Cuando despert贸, o volvi贸 en s铆, estaba tendido en la carretera junto a la cuneta, desde luego donde no hab铆a peligro de que lo atropellaran. Estaba muy d茅bil y desorientado, tanto que, cuando se levant贸 y ech贸 a andar tambale谩ndose, no sab铆a ad贸nde se dirig铆a. Dijo que, de haber estado en posesi贸n de todas sus facultades, hubiera vuelto al bungalow para tratar de averiguar lo ocurrido, pero se sent铆a tan torpe y aturdido que sigui贸 caminando sin saber apenas lo que hac铆a. Empezaba a rehacerse cuando fue detenido por la polic铆a.
-¿Por qu茅 lo detuvieron? -pregunt贸 el doctor Lloyd.
-¡Oh! ¿No se lo dije? -exclam贸 Jane abriendo mucho los ojos-. Qu茅 tonta soy, por el robo.
-Usted mencion贸 un robo, pero no dijo d贸nde tuvo lugar ni por qu茅.
-Bueno, ese bungalow, ese al que fue 茅l, no era m铆o, por supuesto. Pertenec铆a a un hombre cuyo nombre era…
De nuevo Jane Helier frunci贸 el entrecejo.
-¿Quiere que vuelva a hacer de padrino? -le pregunt贸 don Henry-. Seud贸nimos gratis. Descr铆bame al individuo y yo lo bautizar茅.
-Lo hab铆a alquilado un acaudalado caballero, de la ciudad.
-Don Herman Cohen -sugiri贸 don Henry.
-Le va perfectamente. Lo alquil贸 para una mujer, esposa de un actor y tambi茅n actriz.
-Al actor podemos llamarle Claud Leason -dijo don Henry- y a ella por su nombre art铆stico, por ejemplo, se帽orita Mary Kerr.
-Creo que es usted muy inteligente -dijo Jane-. A m铆 no se me ocurren las cosas tan f谩cilmente. Bien, era una especie de casita de campo donde don Herman… ¿ha dicho usted Herman?, y la dama pretend铆an pasar los fines de semana. Por supuesto, la esposa no sab铆a nada de esto.
-Es lo que suele ocurrir -dijo don Henry.
-Y le hab铆a regalado a la actriz una buena cantidad de joyas, incluidas unas esmeraldas muy finas.
-¡Ah! -exclam贸 el doctor Lloyd-. Ya vamos llegando.
-Estas joyas estaban en el bungalow bien cerradas en un joyero. La polic铆a dijo que era una imprudencia, que cualquiera pudo cogerlas.
-¿Ves, Dolly? -intervino el coronel Bantry-. ¿Qu茅 es lo que te digo siempre?
-Bueno, seg煤n he visto por propia experiencia -contest贸 la se帽ora Bantry-, es siempre la gente cuidadosa la que pierde sus joyas. Yo no encierro las m铆as en ning煤n joyero, las guardo sueltas en un caj贸n debajo de las medias. Me atrevo a decir que si… ¿c贸mo se llama?, si Mary Kerr hubiese hecho lo mismo, no se las hubieran robado tan f谩cilmente.
-Las habr铆an encontrado -replic贸 Jane-, pues todos los cajones fueron abiertos y su contenido esparcido por el suelo.
-Entonces no andaban buscando joyas -dijo la se帽ora Bantry-, sino documentos secretos. Es lo que ocurre siempre en las novelas.
-No s茅 nada de ning煤n documento secreto -respondi贸 Jane pensativa-. No los o铆 mencionar.
-No se distraiga, se帽orita Helier -dijo el coronel Bantry-. No se inquiete usted por las pistas falsas disparatadas que diga mi esposa.
-Siga hablando del robo -le indic贸 amablemente don Henry.
-S铆. La polic铆a recibi贸 una llamada telef贸nica de alguien que se hizo pasar por Mary Kerr. Dijo que hab铆an robado en el bungalow y describi贸 a un joven pelirrojo que se hab铆a presentado aquella ma帽ana en el bungalow. A su doncella le pareci贸 un tipo muy raro y se neg贸 a dejarlo entrar, pero m谩s tarde lo vio salir por una ventana. Lo describi贸 con tanto detalle que la polic铆a lo detuvo media hora despu茅s y entonces 茅l cont贸 su historia y mostr贸 mi carta. Vinieron a buscarme y al verme, dijo lo que ya les he contado: ¡que no era yo!
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-Una historia muy curiosa -dijo el doctor Lloyd-. ¿El se帽or Faulkener conoc铆a a esa se帽orita Kerr?
-No, no la conoc铆a, o por lo menos eso dijo. Pero a煤n no les he contado lo m谩s curioso. La polic铆a fue al bungalow y lo encontraron tal como lo he descrito antes: los cajones por el suelo y ni rastro de las joyas, pero no hab铆a nadie. Hasta algunas horas m谩s tarde no regres贸 Mary Kerr, quien neg贸 haberles telefoneado y afirm贸 que nada sab铆a de lo ocurrido hasta aquel momento. Al parecer hab铆a recibido un telegrama de su representante ofreci茅ndole un papel importante y concertando una entrevista a la que naturalmente se hab铆a apresurado a acudir. Al llegar all铆, descubri贸 que todo hab铆a sido una broma y que el representante no le hab铆a enviado ning煤n telegrama.
-Un truco bastante usado para quitarla de en medio -coment贸 don Henry-. ¿Qu茅 me dice de los criados?
-Hab铆a ocurrido lo mismo. S贸lo ten铆a una doncella a la que llamaron por tel茅fono, aparentemente de parte de Mary Kerr, para decirle que 茅sta se hab铆a olvidado algo muy importante y d谩ndole instrucciones para que cogiese cierto bolso de mano que estaba en un caj贸n de su dormitorio y tomara el primer tren. La doncella as铆 lo hizo, desde luego, y dej贸 la casa cerrada. Pero cuando lleg贸 al club de la se帽orita Kerr, que era donde le dijeron que esperara a su se帽ora, la esper贸 en vano.
-¡Hum! -murmur贸 don Henry-. Empiezo a comprender. La casa se qued贸 vac铆a y entrar por una de sus ventanas no creo que resultara muy dif铆cil. Pero no veo qu茅 pinta en todo esto el se帽or Faulkener. ¿Y qui茅n telefone贸 a la polic铆a, si no fue se帽orita Kerr?
-Eso nadie lleg贸 a averiguarlo nunca.
-Es curioso -coment贸 don Henry-. ¿Result贸 ser el joven quien dijo ser?
-Oh, s铆. Incluso present贸 la carta que supuso escrita por m铆. La letra no se parec铆a en nada a la m铆a, pero, claro, no era de esperar que conociese mi letra.
-Bien, precisemos los hechos con claridad -dijo don Henry-. Corr铆jame si me equivoco. La se帽ora y la doncella son alejadas de la casa. Atraen a ese joven a la casa por medio de una carta falsa, aprovechando la circunstancia de que usted se encontraba aquella semana actuando en Riverbury. El joven ingiere una droga y la polic铆a recibe una llamada que hace que sospechen de 茅l. Se ha cometido un robo. ¿Supongo que se llevar铆an las joyas?
-Oh, s铆.
-¿Y fueron recuperadas?
-No, nunca. A decir verdad, creo que don Herman intent贸 echar tierra al asunto. Pero no pudo conseguirlo y me parece que su esposa solicit贸 el divorcio por este motivo, aunque no lo s茅 con certeza.
-¿Qu茅 le ocurri贸 al se帽or Leslie Faulkener?
-Que al fin fue puesto en libertad. La polic铆a no ten铆a suficientes pruebas contra 茅l. ¿No les parece que es todo muy extra帽o?
-Realmente muy extra帽o. La primera pregunta es: ¿qu茅 historia debemos creer? Se帽orita Helier, he observado que usted se inclina hacia la del se帽or Faulkener. ¿Tiene usted alguna raz贸n para ello aparte de su propio instinto?
-No, no -contest贸 Jane contrariada-. Supongo que no. Pero era tan simp谩tico y se disculp贸 de tal modo por haber tomado a otra persona por m铆, que tuve el convencimiento de que dec铆a la verdad.
-Ya comprendo -dijo don Henry con una sonrisa-. Pero debe admitir que pudo inventar esa historia con toda facilidad y haber escrito 茅l mismo la carta que se supon铆a que era de usted. Tambi茅n pudo tomar alguna droga despu茅s de cometer el robo, pero confieso que no veo qu茅 prop贸sito pudiera tener semejante actuaci贸n. Era m谩s sencillo entrar en la casa y desaparecer tranquilamente, a menos que lo hubiese visto alg煤n vecino y 茅l lo supiera. Entonces pudo r谩pidamente idear este plan para desviar las sospechas y explicar su presencia en la casa.
-¿Ten铆a dinero? -pregunt贸 la se帽orita Marple.
-No lo creo -respondi贸 Jane-. No, m谩s bien me parece que andaba bastante apurado.
-Todo este asunto resulta muy curioso -dijo el doctor Lloyd-. Debo confesar que si aceptamos la historia de ese joven como cierta, el caso presenta m谩s dificultades. ¿Para qu茅 iba a querer la dama que pretend铆a hacerse pasar por la se帽orita Helier mezclar en el asunto a un desconocido? ¿Por qu茅 montar una comedia tan terriblemente complicada?
-Dime, Jane -dijo la se帽ora Bantry-. ¿Lleg贸 a encontrarse frente a frente el joven Faulkener con Mary Kerr en alg煤n momento durante los interrogatorios?
-No puedo asegurarlo -contest贸 Jane despacio y esforz谩ndose por recordar.
-¡De no ser as铆, el caso est谩 resuelto! -exclam贸 la se帽ora Bantry-. Estoy segura de que tengo raz贸n. ¿Qu茅 es m谩s sencillo que pretender que hab铆a sido reclamada en la ciudad? Luego telefonea desde Paddington o cualquier otra estaci贸n a su doncella y, mientras 茅sta va a la ciudad, ella regresa. El joven acude a la cita, lo droga y prepara la escena del robo con el mayor lujo posible de detalles. Telefonea a la polic铆a, les da la descripci贸n de la v铆ctima propiciatoria y vuelve de nuevo a la ciudad. Luego regresa a su casa en el 煤ltimo tren y se hace la inocente y sorprendida.
-Pero, ¿por qu茅 iba a robar sus propias joyas, Dolly?
-Siempre lo hacen -respondi贸 la se帽ora Bantry-. Y de todas formas se me ocurren mil razones. Tal vez quer铆a dinero y es posible que don Herman no se lo diera, por lo que simula el robo de las joyas y luego las vende en secreto. O quiz谩s alguien le estuviera haciendo chantaje, amenaz谩ndola con dec铆rselo a su marido o a la esposa de don Herman. Tambi茅n es posible que ya las hubiera vendido, y don Herman lo sospechara, le preguntara por ellas y se viera obligada a hacer algo. Eso sucede muy a menudo en las novelas. O quiz谩 se las estaba haciendo montar de nuevo y ten铆a en casa una imitaci贸n falsa. O bien… 茅sta es una buena idea y no tan t铆pica… simula que le han sido robadas, se pone fren茅tica y 茅l le regala otras. De este modo tiene dos lotes en vez de uno. Estoy segura de que esa clase de mujeres saben muchos trucos.
-Eres muy inteligente, Dolly -le dijo Jane con admiraci贸n-. A m铆 no se me habr铆a ocurrido.
-Es posible que lo sea, pero no ha dicho que tenga raz贸n -coment贸 el coronel Bantry-. Yo me inclino a sospechar del caballero de la ciudad. 脡l sabr铆a la clase de telegrama que har铆a marcharse de su casa a la actriz y el resto pudo arreglarlo f谩cilmente con la ayuda de una buena amiga. Al parecer nadie ha pensado en preguntarle a 茅l si tiene una cortada.
-¿Qu茅 opina usted, se帽orita Marple? -pregunt贸 Jane volvi茅ndose hacia la anciana, que hab铆a fruncido el entrecejo.
-Querida, en realidad no s茅 qu茅 decir. Don Henry se reir谩, pero esta vez no recuerdo ning煤n caso similar ocurrido en el pueblo que me sirva de ayuda. Desde luego, hay varios aspectos de su relato que son muy sugerentes. Por ejemplo, la cuesti贸n del servicio. En… ejem… en una casa de costumbres tan dudosas, la sirvienta deb铆a conocer perfectamente la situaci贸n, y una muchacha decente no hubiera aceptado jam谩s semejante empleo, ni su madre se lo hubiera permitido ni por un momento. De modo que podemos suponer que la doncella no era muy de fiar. Pudo dejarles la casa abierta a los ladrones mientras ella iba a Londres para desviar sospechas. Debo confesar que me parece la soluci贸n m谩s probable. S贸lo que si fuese obra de unos ladrones corrientes me resultar铆a muy raro, ya que para un robo as铆 se precisan m谩s conocimientos de los que pueda tener una doncella.
La se帽orita Marple hizo una pausa antes de proseguir con aire so帽ador:
-No puedo dejar de pensar que hubo algo m谩s, quiero decir alg煤n conflicto personal. Supongamos, por ejemplo, que alguien se sintiera despechado. ¿Tal vez una joven actriz a quien 茅l no hubiera tratado bien? ¿No creen que eso explicar铆a mejor las cosas? Un intento deliberado para complicarle la vida: Eso es lo que parece. Y no obstante, no resulta del todo satisfactorio.
-Vaya, doctor, usted no ha dicho nada -dijo Jane-. Me hab铆a olvidado de usted.
-De m铆 se olvida siempre todo el mundo -contest贸 el doctor con tristeza-. Debo de tener una personalidad muy anodina.
-¡Oh, no! -exclam贸 Jane-. ¿Quiere, pues, darnos su opini贸n?
-Me encuentro en la posici贸n de estar de acuerdo con las soluciones de todos y al mismo tiempo con ninguna. Yo tengo la teor铆a descabellada, y probablemente totalmente err贸nea, de que la esposa tiene algo que ver en el asunto. Me refiero a la de don Herman. No tengo el menor indicio en qu茅 basarme, s贸lo s茅 que les sorprender铆a saber las cosas extraordinarias, realmente muy extraordinarias, que son capaces de hacer las esposas enga帽adas si se les mete en la cabeza.
-¡Oh! Doctor Lloyd -exclam贸 la se帽orita Marple, excitada-, qu茅 inteligente es usted. No me hab铆a acordado para nada de la pobre se帽ora Pebmarsh.
Jane la mir贸 extra帽ada.
-¿La se帽ora Pebmarsh? ¿Qui茅n es la se帽ora Pebmarsh?
-Pues… -la se帽orita Marple vacilaba-… ignoro si tendr谩 algo que ver con esto. Es una lavandera que rob贸 un broche con un 贸palo que estaba prendido en una blusa y lo escondi贸 en casa de otra mujer.
Jane pareci贸 m谩s confundida que nunca.
-¿Y eso le hace ver claro este asunto, se帽orita Marple? -dijo don Henry con su habitual gui帽o.
Mas, ante su sorpresa, la se帽orita Marple neg贸 con la cabeza.
-No, me temo que no. Debo confesar que estoy completamente desorientada. Lo que s铆 s茅 es que las mujeres deber铆an estar siempre unidas y defender en caso de apuro a las de su propio sexo. Creo que 茅sta es la moraleja de la historia que acaba de contarnos la se帽orita Helier.
-Debo confesar que no hab铆a considerado el aspecto 茅tico del misterio -dijo don Henry en tono grave-. Tal vez vea con m谩s claridad el significado de sus palabras cuando la se帽orita Helier nos haya dado la soluci贸n.
-¿C贸mo? -exclam贸 Jane, todav铆a m谩s asombrada.
-Estoy confesando que “nos damos por vencidos”. Usted y s贸lo usted, se帽orita Helier, ha tenido el alto honor de presentar un misterio tan complicado que incluso la misma se帽orita Marple ha tenido que confesar su derrota.
-¿Todos se dan por vencidos? -pregunt贸 en alta voz Jane.
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-S铆. -Tras un minuto de silencio durante el cual todos esperaban que los dem谩s tomasen la palabra, don Henry volvi贸 a llevar la voz cantante-. Es decir, que nos limitamos a presentar las soluciones esbozadas por todos nosotros: una de cada caballero, dos de la se帽orita Marple y cerca de una docena de la se帽ora B.
-No llegaban a una docena -replic贸 la se帽ora Bantry-. Algunas eran variaciones sobre el mismo tema. ¿Y cu谩ntas veces he de decirle que no quiero que me llame se帽ora B?
-De modo que se dan por vencidos. -Jane estaba pensativa-. Es muy interesante.
Se inclin贸 hacia delante en la silla y empez贸 a limarse las u帽as con aire ausente.
-Bueno -dijo la se帽ora Bantry-. Vamos, Jane. ¿Cu谩l es la soluci贸n?
-¿La soluci贸n?
-S铆. ¿Qu茅 ocurri贸 en realidad?
Jane la mir贸 de hito en hito.
-No tengo la menor idea.
-¿C贸mo?
-Siempre quise saberla y pens茅 que entre todos ustedes, que son tan inteligentes, podr铆an d谩rmela.
Todo el mundo disimul贸 su contrariedad. Todos aceptaban que Jane fuese tan hermosa, pero en aquel momento todos pensaron que hab铆a llevado demasiado lejos su estupidez. Incluso la belleza m谩s trascendental no pod铆a excusarla.
-¿Quiere decir que la verdad nunca fue descubierta? -pregunt贸 don Henry.
-No. Y por eso, como les dije, pens茅 que ustedes me la podr铆an explicar a m铆.
Jane parec铆a contrariada, como si hubiera sido agraviada.
-Bueno, yo… yo… -dijo el coronel Bantry, y le fallaron las palabras.
-Eres una joven muy irritante, Jane -dijo su esposa-. De todas maneras, estoy segura y siempre lo estar茅 de que tengo raz贸n. Y si nos dijera los verdaderos nombres de todas esas personas, lo comprobar铆a.
-No creo que pueda hacerlo -replic贸 Jane lentamente.
-No, querida -intervino la se帽orita Marple-. La se帽orita Helier no puede hacer eso.
-Claro que puede -dijo la se帽ora Bantry-. No seas tan escrupulosa. Los mayores podemos comentar alg煤n que otro esc谩ndalo. De todas maneras, d铆ganos por lo menos qui茅n era el magnate de la ciudad.
La se帽orita Jane neg贸 con la cabeza y la se帽orita Marple continu贸 apoyando a la joven.
-Debi贸 de ser un caso muy desagradable -le dijo.
-No -replic贸 Jane pensativa-. Creo… creo que m谩s bien disfrut茅.
-Bien, es posible -respondi贸 la se帽orita Marple-. Supongo que romper铆a la monoton铆a. ¿Qu茅 comedia estaba usted representando?
-Smith.
-Oh, s铆. Es una de Somerset Maugham, ¿verdad? Todas sus obras son muy inteligentes. Las he visto casi todas.
-Vas a reponerla el pr贸ximo oto帽o, ¿verdad? -le pregunt贸 la se帽ora Bantry.
Jane asinti贸.
-Bueno -dijo la se帽orita Marple poni茅ndose en pie-. Debo irme a casa. ¡Es tan tarde! Pero he pasado una velada muy entretenida. No sucede a menudo. Creo que la historia de la se帽orita Helier se lleva el premio. ¿No les parece?
-Siento que se hayan disgustado conmigo -dijo Jane-, porque no s茅 el final. Supongo que deb铆 decirlo antes.
Su tono denotaba pesar y el doctor Lloyd salv贸 la situaci贸n con su galanter铆a acostumbrada.
-Mi querida amiga, ¿por qu茅 hab铆a de sentirlo? Usted nos ha presentado un bonito problema para que aguz谩ramos nuestro ingenio. Lo 煤nico que lamento es que ninguno de nosotros haya sabido resolverlo convenientemente.
-Hable por usted -dijo la se帽ora Bantry-. Yo lo he resuelto, estoy completamente convencida.
-¿Sabe que creo que tiene usted raz贸n? -intervino Jane-. Lo que ha dicho parec铆a muy razonable.
-¿A cu谩l de sus siete soluciones se refiere? -pregunt贸 don Henry molesto.
El doctor Lloyd ayudaba a la se帽orita Marple a ponerse sus chanclos. “S贸lo por si acaso”, dijo. El doctor deb铆a acompa帽arla hasta su vieja casa y, una vez envuelta en diversos chales de lana, les dio a todos las buenas noches. Despu茅s, acerc谩ndose a Jane Helier, le murmur贸 unas palabras en el o铆do. Tal exclamaci贸n de sorpresa sali贸 de los labios de Jane que hizo que los dem谩s se volvieran a mirarla.
Asintiendo con una sonrisa, la se帽orita Marple se dispuso a marcharse seguida por la mirada de Jane Helier.
-¿Vas a acostarte, Jane? -pregunt贸 la se帽ora Bantry-. ¿Qu茅 te ocurre, Jane? Parece como si acabaras de ver un fantasma.
Con un profundo suspiro, la actriz se rehizo y, sonriendo a los dos hombres, sigui贸 a su anfitriona hacia la escalera. La se帽ora Bantry entr贸 con la joven en su habitaci贸n.
-El fuego est谩 casi apagado -dijo removiendo in煤tilmente el rescoldo-. No son ni capaces de encender bien el fuego, estas est煤pidas doncellas. Aunque supongo que ya es muy tarde. ¡Vaya, es m谩s de la una!
-¿Crees que hay muchas personas como ella? -pregunt贸 Jane Helier.
Se hab铆a sentado a un lado de la cama, al parecer perdida en sus pensamientos.
-¿Como la doncella?
-No, como esa extra帽a anciana, ¿c贸mo se llama? ¿Marple?
-¡Oh! No lo s茅. Imagino que es bastante corriente encontrar ancianitas como ella en los pueblos.
-Oh, Dios m铆o -replic贸 Jane-. No s茅 qu茅 hacer, de veras.
Suspir贸 profundamente.
-¿Qu茅 te ocurre?
-Estoy preocupada.
-¿Por qu茅?
-Dolly -Jane Helier adquiri贸 de pronto un tono solemne-, ¿sabes lo que esa extra帽a viejecita me murmur贸 al o铆do esta noche un poquito antes de marcharse?
-No. ¿Qu茅?
-Me dijo: “Si yo fuera usted no lo har铆a, querida. Nunca se ponga en manos de otra mujer, aunque la considere su amiga”. ¿Sabes, Dolly, que eso es absolutamente cierto?
-¿El consejo? S铆, tal vez lo sea, pero no le veo la aplicaci贸n.
-Cree que no debo confiar totalmente en otra mujer. Y, adem谩s, estar铆a en sus manos. No se me hab铆a ocurrido pensarlo.
-¿De qu茅 mujer est谩s hablando?
-De Netta Greene, mi suplente.
-¿Y qu茅 diablos sabe la se帽orita Marple de tu suplente?
-Imagino que lo ha adivinado, aunque no s茅 c贸mo.
-Jane, ¿quieres explicarme en seguida de qu茅 est谩s hablando?
-De mi historia, la que acabo de contarles. Oh, Dolly, esa mujer, la que apart贸 a Claud de mi lado…
La se帽ora Bantry asinti贸 y a su memoria acudi贸 el primer matrimonio desgraciado de Jane con Claud Averbury, el actor.
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-Se cas贸 con ella y yo pod铆a haberle dicho lo que iba a suceder. Claud lo ignoraba, pero ella pasa los fines de semana con don Joseph Salmon en el bungalow del que les he hablado. Yo quer铆a descubrirla, demostrar a todo el mundo la clase de mujer que es. Y con un robo, todo hubiera tenido que salir a relucir.
-¡Jane! -exclam贸 la se帽ora Bantry-. ¿Imaginaste t煤 el caso que acabas de contarnos?
Jane asinti贸.
-Por eso escog铆 la obra Smith. En ella aparezco vestida de doncella y tengo a mano el disfraz. Y cuando me enviaran al puesto de polic铆a ser铆a lo m谩s sencillo del mundo decir que estaba ensayando mi papel en mi hotel con mi suplente, cuando en realidad estar铆amos en el bungalow. Yo me limitar铆a a abrir la puerta y servir los combinados, y Netta simular铆a ser yo. 脡l no volver铆a a verla, por supuesto, de modo que no habr铆a forma de que la reconociera. Y yo cambio much铆simo vestida de doncella. Y, adem谩s, no se mira a las doncellas como si fueran personas. Luego plane谩bamos llevarlo a la carretera, coger las joyas, telefonear a la polic铆a y regresar al hotel. No me gustar铆a que sufriera el pobre muchacho, pero don Henry no parece creer que vaya a sufrir, ¿verdad? Y ella saldr铆a en los peri贸dicos y Claud sabr铆a c贸mo es en realidad.
La se帽ora Bantry se sent贸 exhalando un gemido.
-Oh, mi cabeza. Y todo este tiempo… Jane Helier, ¡eres terrible! ¡Y nos has contado la historia como si nada!
-Soy una buena actriz -contest贸 Jane complacida-. Siempre lo he sido, aunque la gente diga lo contrario. No me descubr铆 en ning煤n momento, ¿verdad?
-La se帽orita Marple ten铆a raz贸n -murmur贸 la se帽ora Bantry-. El elemento emocional. Oh, s铆, el elemento emocional. Jane, peque帽a, ¿te das cuenta de que un robo es un robo y de que podr铆as acabar irremisiblemente en la c谩rcel?
-Bueno, ninguno de ustedes lo adivin贸 -respondi贸 Jane-, excepto la se帽orita Marple.
Su rostro volvi贸 a adquirir una expresi贸n preocupada.
-Dolly, ¿crees realmente que hay mucha gente como ella?
-Con franqueza, no lo creo -contest贸 la se帽ora Bantry.
Jane volvi贸 a suspirar.
-De todos modos, es mejor no arriesgarse. Y desde luego estar铆a por completo en las manos de Netta, eso es cierto. Podr铆a hacerme chantaje o volverse contra m铆. Me ayud贸 a pensar todos los detalles y dice que me tiene un gran afecto, pero no hay que fiarse nunca de las mujeres. No, creo que la se帽orita Marple tiene raz贸n. Ser谩 mejor no arriesgarse.
-Pero, querida, si ya te has arriesgado…
-Oh, no. -Jane abri贸 del todo sus grandes ojos azules-. ¿No lo comprendes? ¡Nada de esto ha ocurrido todav铆a! Yo intentaba probarlo con ustedes, por as铆 decirlo.
-No lo entiendo -replic贸 la se帽ora Bantry muy digna-. ¿Quieres decir que se trata de un proyecto futuro y no de un hecho consumado?
-Pensaba ponerlo en pr谩ctica este oto帽o, en septiembre. Ahora no s茅 qu茅 hacer.
-Y Jane Marple lo adivin贸, supo averiguar la verdad y no nos lo dijo -a帽adi贸 la se帽ora Bantry dolida.
-Creo que por eso dijo lo que dijo: lo de que las mujeres deben ayudarse. No me ha descubierto delante de los caballeros. Ha sido muy generoso por su parte. Pero no me importa que t煤 lo sepas, Dolly.
-Bueno, renuncia a ese proyecto, Jane. Te lo suplico.
FIN
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