Alejo Carpentier: una vida dedicada a la palabra
¡Hola, lectores! Alejo Carpentier (1904-1980) fue uno de los grandes maestros de la literatura latinoamericana del siglo XX. Nació en Lausana, Suiza, pero creció en La Habana, Cuba, donde su infancia estuvo marcada por la música, la historia y la diversidad cultural.
Por si no lo sabías, fue hijo de padre francés y madre rusa, su formación fue cosmopolita y enriquecida por múltiples influencias. Aunque en su juventud estudió arquitectura y música, pronto se dedicó al periodismo y la literatura, escribiendo críticas musicales y ensayos en la prensa habanera.
De hecho, en Mar de fondo tenemos una muestra de su arte a través de los cuentos Viaje a la semilla y Los fugitivos. Por eso, no dudo que este artículo será de interés.
El real maravilloso y su visión de América Latina
Carpentier es reconocido como el gran teórico del real maravilloso americano, concepto que subraya la capacidad de la realidad latinoamericana para contener lo insólito, lo legendario y lo histórico en perfecta armonía.
Su estilo combina:
- Lenguaje musical y preciso.
- Investigación histórica rigurosa.
- Integración de mitos y leyendas.
- Perspectiva crítica sobre el poder y la historia.
Obras destacadas de Alejo Carpentier
Entre sus libros más influyentes están:
- ¡Ecue-Yamba-O! (1933) – Su debut narrativo, con fuerte influencia afro-cubana.
- El reino de este mundo (1949) – Obra clave del real maravilloso, sobre la revolución haitiana.
- Los pasos perdidos (1953) – Una exploración del tiempo y los orígenes humanos.
- El siglo de las luces (1962) – Una mirada al Caribe y la Revolución Francesa.
- Concierto barroco (1974) – Un juego entre música, historia y ficción.
$ads={2}
La obsesión por la precisión del lenguaje
Además de novelista, Carpentier fue ensayista, periodista y diplomático. Entre sus inquietudes más constantes estuvo la defensa de un lenguaje exacto, evitando ornamentos excesivos.
El texto que sigue es un ejemplo magistral de su pensamiento: una advertencia contra el abuso de los adjetivos y una defensa de la fuerza de los sustantivos y verbos concretos.
“Los adjetivos son las arrugas del estilo” – Alejo Carpentier
Los adjetivos son las arrugas del estilo. Cuando se inscriben en la poesía, en la prosa, de modo natural, sin acudir al llamado de una costumbre, regresan a su universal depósito sin haber dejado mayores huellas en una página. Pero cuando se les hace volver a menudo, cuando se les confiere una importancia particular, cuando se les otorga dignidades y categorías, se hacen arrugas, arrugas que se ahondan cada vez más, hasta hacerse surcos anunciadores de decrepitud para el estilo que los carga.
Porque las ideas nunca envejecen, cuando son ideas verdaderas. Tampoco los sustantivos. Cuando el Dios del Génesis, luego de poner luminarias en la haz del abismo, procede a la división de las aguas, este acto de dividir las aguas se hace imagen grandiosa mediante palabras concretas, que conservan todo su potencial poético desde que fueran pronunciadas por vez primera.
Cuando Jeremías dice que ni puede el etíope mudar de piel, ni perder sus manchas el leopardo, acuña una de esas expresiones poético-proverbiales destinadas a viajar a través del tiempo, conservando la elocuencia de una idea concreta, servida por palabras concretas.
Así el refrán, frase que expone una esencia de sabiduría popular de experiencia colectiva, elimina casi siempre el adjetivo de sus cláusulas:
“Dime con quién andas…”
“Tanto va el cántaro a la fuente…”
“El muerto al hoyo…”
Por instinto, quienes elaboran una materia verbal destinada a perdurar, desconfían del adjetivo, porque cada época tiene sus adjetivos perecederos, como tiene sus modas, sus faldas largas o cortas, sus chistes o leontinas.
Sigue al canal de Mar de fondo en Youtube
Los adjetivos y las modas literarias
- El romanticismo tuvo un arsenal de adjetivos como lúgubre, melancólico, sombrío, crepuscular y funerario.
- Los simbolistas usaron adjetivos evanescentes, grisáceos, difusos, opalescentes.
- Los modernistas latinoamericanos preferían términos marmóreos, versallescos, ebúrneos, y juegos sonoros como leve y aleve.
- En París, Sar Paladán llenó sus novelas de adjetivos mágicos, caldeos, estelares.
- Los surrealistas fueron maestros en adjetivos fantasmales, alucinantes, convulsivos y oníricos.
- Mientras que los existencialistas de segunda mano eligieron lo purulento e irritante.
La lección final de Carpentier
Los adjetivos, con el tiempo, se convierten en el academismo de una generación. Tras el inventor de una expresión, siempre llegan los imitadores que solo manejan la técnica de matizar y colorear: la tintorería del oficio.
NO TE PIERDAS, LECTOR: EL MILAGRO DEL ASCENSOR
Y cuando decimos que el estilo de un autor nos resulta insoportable, casi nunca es por las ideas, sino por los oropeles y amaneramientos de la adjetivación.
Una enseñanza vigente
Todos los grandes estilos se caracterizan por la parquedad en el uso del adjetivo. Cuando lo utilizan, prefieren adjetivos concretos, simples, directos, que definan calidad, consistencia, estado, materia y ánimo.
Es la elección de quienes escribieron la Biblia y el Quijote, obras eternas gracias a su precisión.