Así fue el crimen de Juan Pablo Castel en "El túnel" de Ernesto Sabato (fragmento)

¡Qué tal amigos y amigas de Mar de fondo! Estamos a punto de llegar a los 23 mil seguidores y cada semana es un placer buscar los mejores textos para todos ustedes. Por eso, hoy quiero compartir contigo querido lector, un fragmento de una de las escenas más sórdidas de la literatura latinoamericana, se trata del crimen que comete el pintor Juan Pablo Castel en la novela "El túnel", del argentino Ernesto sábado. Un fragmento de lujo que te invitará a leer todo el libro ¡veamos! 

el crimen de Juan Pablo Castel en "El túnel" de Ernesto Sabato (fragmento)
Imagen tomada de Pinterest: Mara Rucki (French, born 1920) Spleen, 1949 Oil on panel, 67 x 100 cm


El objetivo de este post es despertar en ti la curiosidad por esta novela símbolo de la narrativa latinoamericana. "El túnel" de Ernesto Sabato vio la luz en 1948 y de pronto se convirtió en una de las obras más destacadas en su país. La historia se basa en la vida de Juan Pablo Castel, un pintor que se obsesiona con una mujer de nombre María Iribarne, hasta quitarle la vida. 

Esta genial novela está narrada en primera persona y si bien las escena que vas a leer es impactante y se encuentra en el climax de la obra. Es cierto que lo más importante se encuentra en la evolución de la trama y la profunda exploración de la psicología humana cuando esta sufre episodios de soledad y obsesión amorosa. 

LA FAMOSA ESCENA DEL CRÍMEN


Leí el túnel cuando tenía 18 años y me prestaron un el libro que era parte del plan lector. De inmediato quedé cautivado por la "locura" de Castel y la soltura con la cual narraba cada paso y pensamiento dirigido a su amada. A lo largo de la historia este protagonista desciende gradualmente hacia la alienación, la angustia y la locura. Cada vez, Castel se va encerrando en su propio "túnel" de emociones, del cual tendrá que salir. 

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La escena que leerás a continuación pertenece al capitulo XXXVII


DE PIE entre los árboles agitados por el vendaval, empapado por la lluvia, sentí que pasaba un tiempo implacable. Hasta que, a través de mis ojos mojados por el agua y las lágrimas, vi que una luz se encendía en otro dormitorio.

Lo que sucedió luego lo recuerdo como una pesadilla. Luchando con la tormenta, trepé hasta la planta alta por la reja de una ventana. Luego, caminé por la terraza hasta encontrar una puerta. Entré a la galería interior y busqué su dormitorio: la línea de luz debajo de su puerta me la señaló inequívocamente. Temblando empuñé el cuchillo y abrí la puerta. Y cuando ella me miró con ojos alucinados, yo estaba de pie, en el vano de la puerta. Me acerqué a su cama y cuando estuve a su lado, me dijo tristemente:

—¿Qué vas a hacer, Juan Pablo?

Poniendo mi mano izquierda sobre sus cabellos, le respondí:

—Tengo que matarte, María. Me has dejado solo.

Entonces, llorando, le clavé el cuchillo en el pecho. Ella apretó las mandíbulas y cerró los ojos y cuando yo saqué el cuchillo chorreante de sangre, los abrió con esfuerzo y me miró con una mirada dolorosa y humilde. Un súbito furor fortaleció mi alma y clavé muchas veces el cuchillo en su pecho y en su vientre.

Después salí nuevamente a la terraza y descendí con un gran ímpetu, como si el demonio ya estuviera para siempre en mi espíritu. Los relámpagos me mostraron, por última vez, un paisaje que nos había sido común.

Corrí a Buenos Aires. Llegué a las cuatro o cinco de la madrugada. Desde un café telefoneé a la casa de Allende, lo hice despertar y le dije que debía verlo sin pérdida de tiempo.

Luego corrí a Posadas. El polaco estaba esperándome en la puerta de calle. Al llegar al quinto piso, vi a Allende frente al ascensor, con los ojos inútiles muy abiertos. Lo agarré de un brazo y lo arrastré dentro. El polaco, como un idiota, vino detrás y me miraba asombrado. Lo hice echar. Apenas salió, le grité al ciego:

—¡Vengo de la estancia! ¡María era la amante de Hunter!

La cara de Allende se puso mortalmente rígida.

—¡ Imbécil! —gritó entre dientes, con un odio helado. Exasperado por su incredulidad, le grité:

—¡ Usted es el imbécil! ¡ María era también mi amante y la amante de muchos otros!


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Sentí un horrendo placer, mientras el ciego, de pie, parecía de piedra.

—¡Sí! —grité—. ¡Yo lo engañaba a usted y ella nos engañaba a todos!

¡Pero ahora ya no podrá engañar a nadie! ¿Comprende? ¡A nadie! ¡A nadie!

—¡ Insensato! —aulló el ciego con una voz de fiera y corrió hacia mí con unas manos que parecían garras.

Me hice a un lado y tropezó contra una mesita, cayéndose. Con increíble rapidez, se incorporó y me persiguió por toda la sala, tropezando con sillas y muebles, mientras lloraba con un llanto seco, sin lágrimas, y gritaba esa sola palabra: ¡insensato!

Esta escena continúa en algunos párrafos más y queda un capítulo más por leer. Espero que puedas darte el tiempo de leer la novela, ya que es muy breve y ágil ¡Hasta la próxima! 


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Mar de fondo

𝑆𝑜𝑦 𝐵𝑟𝑦𝑎𝑛 𝑉𝑖𝑙𝑙𝑎𝑐𝑟𝑒𝑧 (Lima, 1990) creador del Blog de Mar de fondo. Estudié Comunicaciones, Sociología y estoy escribiendo un libro. Soy un amante de los cuentos, cartas, diarios y novelas. Convencido de que "𝑈𝑛 𝑑𝑖́𝑎 𝑙𝑒𝑖́𝑑𝑜 𝑛𝑜 𝑒𝑠 𝑢𝑛 𝑑𝑖́𝑎 𝑝𝑒𝑟𝑑𝑖𝑑𝑜"

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