¡Buenos días lectores! Hoy que es feriado y me levanté un poco tarde, luego pensé en el cuento de Cortázar que leí ayer y de pronto me dio curiosidad saber algún dato más acerca de su muerte. La muerte de Julio fue un golpe para las letras latinas, partió un 12 de febrero de 1984 y dejó un vació enorme en sus lectores. El escritor era parte del fenómeno del 'Boom' que desde los 60's ya nos deleitaba con escritores de la talla de García Márquez, Vargas Llosa, y Carlos fuentes. Esta es la breve historia del día de su muerte...
Recordemos que Cortázar también se llamaba Florencio, el mismo describía su nacimiento de esta manera "Nací en Bruselas en agosto de 1914 (26, 3:00 de la tarde). Signo astrológico, Virgo; por consiguiente, asténico. Mi planeta es Mercurio y mi color el gris (aunque en realidad me gusta el verde). Mi nacimiento fue un producto del turismo y la diplomacia (...) Me tocó nacer en los días de la ocupación de Bruselas por los alemanes, a comienzos de la Primera Guerra Mundial. Tenía casi cuatro años cuando mi familia pudo volver a la Argentina; hablaba sobre todo francés, y de él me quedó la manera de pronunciar la "r" que nunca pude quitarme".
Cortázar fue un niño grande. Mario Goloboff escribió en La biografía que a Julio no le bastaba que le dijeran que tal cosa era una mesa o un libro, para él cada cosa guardaba un misterio. "Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas".
Tenía una sensibilidad extraordinaria para los detalles. Le gustaba hacer literatura fantástica y fue inspirado desde sus inicios por otro Julio, Julio Verne. También leía a Édgar Allan Poe y desde entonces se abrió al maravilloso mundo de lo fantástico. Fue un ávido lector, a los 12 años y medios, según Gustavo Arango en su libro Un tal Cortázar, fue a leerle a su madre y esta se asustó y lo llevó al doctor. Le pareció peligroso que sea muy pequeño y precoz para leer.
El camino de Cortázar estaba trazado, la lectura apasionada lo llevó a escribir. Era un tipo erudito, una luz de su época. Leía en inglés, en francés, en español. Todos estos elementos por decirlo así, se habían unido para darnos a este brillante escritor.
Cortázar y la muerte
Desde muy joven, Cortázar fue un hombre fuera de serie y sensible a los cambios de su humanidad. Por sobre todo, era un tipo que siempre llevaba anteojos. Cinco años de morir (a los 65 años) explicaba en una carta a su hermana que "todos al ir llegando a edades críticas empezamos a sentir diversos achaques, casi nunca graves, pero que molestan y que es necesario cuidar. Por mi parte tendré que someterme al uso de anteojos, porque ya no veo bien a la distancia (para leer, hace casi veinte años que los uso)": Carta a la hermana, 1979.
Uno de los principales atractivos de Cortázar eran sus ojos, su esposa, Aurora Bernárdez diría: "Estaba hecho con los ojos". Cortázar era una persona precavida, su cónyuge también precisó que en uno de sus primeros viajes a Europa, el argentino tenía la preocupación de llevar un botiquín. Para ella era algo insólito, pero para Julio era algo fundamental en caso se presente una enfermedad. "Para él, en cambio, se trataba de una previsión indispensable". Definitivamente un hombre excepcional.
Fue entonces que ya en la última etapa de su vida, en 1984, Cortázar sufría de leucemia. El segundo sábado febrero de ese año fue a La biblioteca, el último lugar que visitaría. Esto sucedió antes de llegar al hospital. Las horas pasaban, Julio creía que era cuestión de tiempo. A las 10:00 de la mañana del día siguiente preguntó qué hora era.
Cortázar presentía su muerte. "Precisamente porque en el fondo soy alguien muy optimista y muy vital, es decir alguien que cree profundamente en la vida, la noción de muerte es también muy fuerte en mí (...) —decía en el libro Cortázar de la A a la Z—. Para mí la muerte es un escándalo. Es el gran escándalo. Es el verdadero escándalo. Yo creo que no deberíamos morir y que la única ventaja que los animales tienen sobre nosotros es que ellos ignoran la muerte (...)".
Pero el invierno de 1984 aguardaba por él. Aquel día frío pero soleado en ese hospital de París, Julio Florencio Cortázar pronunció lo último que tenía que decir: "Que me den un calmante". Así voló a lo alto el genio de uno de los escritores más recordados y queridos de esta parte del continente. Su recuerdo vive en nosotros. a través de sus obras, las cuales desde aquí no me canso de difundir.
Fuente: elcolombiano.com