La crisis y el milagro que catapultó a la fama a Antón Chéjov en el teatro

¡Buenos días, lectores y lectoras! Primero, gracias porque estamos a punto de llegar a los 30 mil seguidores en el Blog y todo se debe a ti que difundes el esfuerzo de Mar de fondo. Por eso, hoy comparto contigo un interesante artículo donde refiero la otra pasión del escritor ruso Antón Chéjov: la dramaturgia. ¿Qué dificultades experimentó Chéjov antes de consagrarse? ¿cuál fue su peor fracaso? ¡Veamos de qué se trata! 


El maestro Chéjov y el teatro

Existe una publicación de Editorial Planeta de 2003 en la que presentan dos de las obras más importantes de Antón Chéjov, como son "La gaviota" y "El jardín de los cerezos". Al respecto,  en la introducción el comentarista hace una interesante disertación sobre la obra de Chéjov y va incluso más allá, pues refiere aspectos de su calidad humana. Sin embargo, hoy vamos a revisar solo aquello que concierne a la gran pasión del escritor ruso: el teatro.  

Para Chéjov, menciona Enrique Llovet, el teatro fue una vocación temprana que comenzó en 1888, con El oso y otros breves intentos, como su primer texto largo Platónov, Ivánov y El espíritu del bosque que con el tiempo se convertiría en la famosa obra: Tío Vania. Las primeras obras de Chéjov comiennzan a aparecer, pero sin el éxito esperado, se inician en un teatro menos de Moscú y desaparecen vagamente en simples giras provincianas. Para un joven Antón, esto significó un golpe duro, esto sin duda lo llevó a empeñarse más en la construcción de su obra. Llovet dice: 

Pero a finales de 1895 escribe una carta: «Tengo un tema interesante, pero aún no he encontrado el desenlace... Rompo con las convenciones: la obra tiene tres personajes femeninos, seis masculinos, cuatro actos, un exterior con vistas a un lago, muchos diálogos sobre temas literarios, muy poca acción y cinco pouds amorosos.»

Lo que Chéjov describe en su carta es La gaviota, un estudio del enfrentamiento entre generaciones y se centra en la lucha entre dos actrices y dos escritores. La trama era buena, pero acarrearía graves problemas al dramaturgo. Uno de ellos fue el rumor identificados de los personajes, no era la primera vez que algo así acontecía, pues ya con el cuento de La cigarra, Chéjov había sido acusado de difamación.  Sin embargo, La gaviota parecía más grave y Llovet lo detalla a continuación: 

Nina seria Lika Mizinova, realmente una joven cantante enamoriscada de Chéjov. «Todo el mundo dice que La gaviota soy yo y que aún hay otro personaje dibujado con mucha claridad.» De acuerdo a la sospecha ese «otro personaje» -Trigo-rin- seria el escritor Potapenko, a quien Chéjov habia pedido precisamente que negociase con la censura la autorización de La gaviota. Seguían las coincidencias: Arkadina parecía calcada sobre la mujer de Potapenko y había bastantes nombres para identificar al joven y decadente Treplev. Por supuesto. Como que incluso la pobre gaviota puede haber sido copiada de una infeliz becada que Chéjov remató un día en que cazaba con el paisajista Yevitan. ¿Y qué? El pájaro muerto, la pasión de Lika, oscilando entre Potapenko y Chéjov, el rumor de los jóvenes manieristas enloquecidos por el simbolismo, puede que todo eso esté en La gaviota. Pero hay algo más. Un bloque de observaciones distribuidas con extraordinaria finura. Un bloque desconcertante. Porque Nina regala a Trigorin un medallón con una cita -«Si algún dia necesitas mi vida, ven y tómala»-, que no es de Potapenko, sino de Chéjov. Porque, por otra parte en cambio, lo que Treplev opina sobre el teatro es lo que opina Chéjov.

Y, sobre todo, porque Nina, Treplev y Trigorin son, por encima de notas accidentales, Chéjov puro con todas sus vivencias tristes y alegres.

Por todo lo señalado, La gaviota de Chéjov fue rechazada en San Petersburgo, al considerarla una parodia del decadentismo ambiental y, además, un poema autobiográfico que viajaba entre risas y lagrimas, lo que cortaba con todos los esquemas teatrales. Los actores eran excelentes y de primera fila. Pero no hicieron ningún caso de Chéjov que trató de retirar la obra en el último ensayo. No lo consiguió y abandonó el teatro durante el segundo acto en medio de la rechifla general. Dice Llovet.


La crisis de Chéjov y un milagro


Después de ese lamentable evento donde todo parecía cuesta abajo para nuestro querido narrador, sucedió algo inesperado. Chéjov había tomada una decisión de rabia, se niega a publicar La gaviota y a seguir trabajando para el teatro.  El mundo se hubiera privado de un gran dramaturgo, cuetno: 

Nemirovich-Danchenko, que codirige con Constantin Stanislavski una flamante compañía de aficionados -el «Teatro de Arte»- de Moscú, amigo de Chéjov desde Yalta, saludable refugio de tuberculosos, recibe un premio por su obra Valor de la vida y lo rechaza porque le parece que debía haber sido concedido a La gaviota. Y no se detiene ahí. El «Teatro de Arte» debuta con éxito con El Zar Fedor de Tolstói, pero Danchenko escribe una y otra vez a Chéjov pidiéndole La gaviota, perfectamente alineada con su ideal de trabajo. Cuando Chéjov cede, surge una última dificultad: Stanislavski tiene miedo a un nuevo fracaso que seria gravísimo para la muy quebrantada salud de Chéjov. Nemiro-vich-Danchenko insiste y el 29 de diciembre de 1898 el «Teatro de Arte» estrena en Moscú La gaviota, con Stanislavski en el papel de Trigorin y Meyerhold en el de Treplev. Chéjov no puede asistir, retenido en Crimea. Los espectadores enloquecen literalmente en una de las noches más importantes de la historia del teatro universal. Desde esa noche el «método» de Stanislavski muestra su garra formidable, Chéjov se convierte en el primer autor teatral de Rusia y una gaviota blanca queda bordada, para siempre, en el telón del teatro.

Más adelante, Chéjov, empeñado en mostrar la vida y los seres humanos tal como son en realidad, era el autor ideal para el «Teatro de Arte». Así que confía a Stanislavski la reposición de Tío Vania y la compañía entera viaja a Yalta sólo para que Chéjov, fisicamente muy mal, conozca el montaje. Los directores insisten y apremian al enfermo. Chéjov les entrega sus dos últimas obras maestras: Tres hermanas y El jardín de los cerezos.


El maestro Stanislavski

A la sensibilidad y a la técnica de Chéjov le van espléndidamente la técnica y la sensibilidad de Sta-nislavski. Chéjov escribe acciones de apariencia leve, sostenidas por personajes raramente brillantes, de iluminaciones infelices, que ridiculizan las formas sociales al reiterarlas con desaliño; personajes asustados, que casi nunca se atreven a hablar de lo que realmente les sucede. Stanislavski, por su parte, descubre ese «subtexto» y lo revela a la audiencia: es la famosa teoría del «superobjetivo». El «método» rechaza la identificación total del actor con el personaje ya que una zona de la personalidad del intérprete debe quedar aislada vigilando el conjunto. 


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Lo demás es la expresión acordada con las leyes orgánicas de la naturaleza y la reproducción -«aqui, hoy, ahora»- de las emociones auténticas. Justamente lo que el teatro de Chéjov necesitaba y lo que el autor reclamaba una y otra vez, siempre temeroso de que sus obras fuesen tratadas como tragedias y no como comedias. El jardín de los cerezos, según palabras textuales de Chéjov, es «una comedia y en ocasiones más bien una farsa». Se trata de un soberbio diseño de la caída de los terratenientes rusos que, precisamente por un leve exceso de solemnidad, recibió en su estreno una fria acogida, rectificada sólo cuando

Como complemento a la genialidad del maestro Chéjov, Stanislavski rehizo el montaje y devolvió a los personajes su plena y no pintoresca representatividad.

Es que el teatro de Chéjov también había cambiado desde el suicidio de Ivánov hasta la plenitud no violenta de El jardín de los cerezos; dicho en otras palabras, de la acusación individual a la acusación social.

«La felicidad es el futuro de nuestros lejanos descendientes», escribió Chéjov en Tres hermanas. Es el más claro de sus mensajes. Un mensaje recibido.

Llovet cierra esta genial presentación refiriéndose a los cuentos de Chéjov, los cuales tienen una difusión mundial y merecida desde mi punto de vista; sin embargo que las obras de teatro que produjo este genio regresan cada temporada para recibir la ovación de millones de espectadores. Es inevitable mencionar que ambos maestros, tanto Chéjov como Stanislavski descansan juntos en el convento moscovita de Novodevitchi y sobre la piedra del sepulcro una bella gaviota se encuentra esculpida con las alas desplegadas. 

Fuente: Libro La Gaviota y El jardín de los cerezos (2003) Editorial. Planeta. 


Mar de fondo

𝑆𝑜𝑦 𝐵𝑟𝑦𝑎𝑛 𝑉𝑖𝑙𝑙𝑎𝑐𝑟𝑒𝑧 (Lima, 1990) creador del Blog de Mar de fondo. Estudié Comunicaciones, Sociología y estoy escribiendo un libro. Soy un amante de los cuentos, cartas, diarios y novelas. Convencido de que "𝑈𝑛 𝑑𝑖́𝑎 𝑙𝑒𝑖́𝑑𝑜 𝑛𝑜 𝑒𝑠 𝑢𝑛 𝑑𝑖́𝑎 𝑝𝑒𝑟𝑑𝑖𝑑𝑜"

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