¡Buenos días, lectores! Existen diversas maneras de expresar el arte, como la música, la pintura y la literatura, y muchas de ellas terminan sucumbiendo ante el deseo de escribir, de decir lo que pensamos. Por eso, hoy comparto contigo cinco cartas que nos acercan más al genio del pincel, Vincent van Gogh y sobre todo a la crisis mental que lo acompañó hasta el final de sus días ¡Leamos!
Imagen tomada de Pinterest: https://pin.it/3vGXfQk |
Conociendo a Van Gogh
Vincent van Gogh (1853-1890) es uno de los más destacados exponentes del postimpresionismo y las cartas que leerás a continuación son dirigidas a su hermano Theo, figura fundamental en la construcción y difusión de su obra, recordemos que Vincent hizo más 1600 dibujos y que éste le brindó todo el apoyo financiero que necesitó.
Tal vez recordamos a Vang Gogh por el insólito actuar la noche del 23 de diciembre cuando tras discutir con el pintor postimpresionista Paul Gauguin con Paul Gauguin tomó una navaja y se cortó parte de la oreja izquierda.
Lo curioso es que con el pedazo de oreja cercenado van Gogh optó por regalárselo a una prostituta de nombre Rache.
LAS CARTAS DE VAN GOGH A SU HERMANO TEO
CARTA 1
Febrero de 1886
Déjame decirte todavía cómo han ocurrido acá las cosas.
El curso de pintura se terminó la semana pasada, porque antes del fin del curso hay un concurso para aquellos que lo han seguido; yo por lo tanto no estoy.
Sin embargo, yo sigo dibujando durante el día, y el profesor de este curso, que actualmente hace retratos por los cuales obtiene altos precios, me ha preguntado en distintas oportunidades si antes yo no había dibujado nunca al modo clásico y si había aprendido a dibujar solo.
Y concluyó: «Veo que ha trabajado mucho» y «no tardará mucho en hacer progresos; ganará mucho: precisa un año; pero ¿qué importa esto?».
Pero hay al lado mío un alumno de mi edad, al cual no le habla y que ha pintado largo tiempo y que ha dibujado tres años al modo clásico (...) hacer, mucho mejor que aquí, pero que la corrección es indiferente.
¿Sabes lo que pienso? Esto: en París yo trabajaría en verdad más que aquí, por ejemplo un dibujo cada día o cada dos días. Y nosotros conocemos, o mejor dicho tú conoces, bastantes personas serviciales que no nos rehusarían examinarlos y darnos consejos.
En todo caso, estamos pues, a decir verdad, sobre una pista, tanto si me quedo todavía por un poco de tiempo como si me voy a tu casa. Estamos en el último cuarto de un siglo que terminará en una revolución colosal.vil osoa
Pero supongamos incluso que los dos veamos su comienzo hacia el fin de nuestra vida. La verdad es que no alcanzaremos los tiempos mejores de aire puro y de renovación de toda la sociedad después de esas grandes tempestades.
Pero una cosa importa: no andar ignorante de la falsedad de la época, una ignorancia que ni siquiera reparase, a pesar de todo, en las horas insalubres, asfixiantes y deprimentes que preceden a la tempestad.
Y que uno se diga: vivimos en plena angustia; pero las generaciones futuras podrán respirar más libremente.
Un Zola y los Goncourt gritan con el candor de los grandes niños; ellos, los analistas más rigurosos, en los cuales el diagnóstico es tan brutal y tan exacto a la vez.
Y precisamente aquellos que has nombrado, Turgue-niev y Daudet, no trabajan sin objeto ni sin dejar de observar a su alrededor.
Pero todos, y con mucha razón, evitan predecir uto. pías y son pesimistas, por lo mismo que, cuando se ana-liza, se ve terriblemente en la historia de este siglo cómo abortan las revoluciones, aun cuando hayan empezado noblemente.
Mira, lo que conforta es que no se debe correr siempre solo con sus sentimientos y sus ideas, sino cuando se colabora y se trabaja con un grupo.
Además, entonces se es capaz de mucho más y se es in-finitamente más feliz. He aquí lo que, desde hace mu-cho, hubiera querido tener entre nosotros y, mira, me imagino que si uno se queda solo viene la neurastenia, porque los tiempos son poco divertidos, a menos que se encuentre la felicidad en el trabajo.
Tengo absolutamente necesidad de decirte que me tranquilizaría mucho si encontrases bien que en caso de necesidad fuera a París mucho más pronto que en junio o en julio. Cuanto más pienso en esto tanto más deseable me parece.
Debo decirte también que, aunque me acostumbre, las críticas de los de la academia suelen resultarme insopor-tables, porque decididamente siguen siendo desagrada-bles. Sin embargo, busco sistemáticamente evitar las dis-putas, y prosigo tranquilamente mi camino. Me parece que estoy en vías de encontrar lo que busco, y quizás lo encontraría todavía más pronto si estuviera completamente solo para dibujar según lo antiguo. Estoy contento de haber ido a la academia, precisamente porque pude ver abundantes resultados de lo que se llama «to-mar por el contorno».
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Porque así actúan sistemáticamente, y de ahí viene que me busquen las cosquillas: «Haced primero un contor-no, vuestro contorno no es exacto, yo no corregiré esto si modeláis antes de haber establecido seriamente vuestro contorno». Ya lo ves, todo se reduce a esto. i Y tendrías que ver.!.., qué chatos, muertos y crispantes son los resultados de este sistema; ¡oh! te aseguro que estoy muy contento de haber podido verlo de cerca. David, o aun peor, Pieneman en pleno florecimiento. Veinte veces he querido decir: «Vuestro contorno es un truco, etc.».
Pero he juzgado que no valía la pena pelearse por eso.
Sin embargo, aunque yo no diga nada, yo les causo dentera y ellos a mí.
Carta 2
París, verano de 1887
Me siento triste de pensar que aun en caso de éxito, la pintura no compensará los gastos.
Me apena mucho lo que me escribes de la casa: «Están bastante bien, pero sin embargo es triste verlos».
No obstante, hace doce años se hubiera jurado que a pesar de todo la casa prosperaría siempre y que marcharía adelante. Si tu casamiento se lograra, eso complacería mucho a nuestra madre, y por tu salud y tus negocios sería necesario, con todo, que no siguieras solo.
Yo siento pasar el anhelo de casamiento y de niños y en ciertos momentos estoy bastante melancólico de estar como estoy a los 35 años, cuando me debería sentir completamente distinto.
Y algunas veces se lo reprocho a esta sucia pintura.
Richepin dijo alguna vez:
«El amor al arte hace perder el amor verdadero».
Me parece terriblemente exacto, pero, en contra de esto, el amor verdadero hace perder el gusto por el arte.
Y me sucede sentirme ya viejo y fracasado y, sin embargo, lo bastante enamorado todavía para no estar entusiasmado por la pintura. Para triunfar se necesita ambición, y la ambición me parece absurda. Yo no sé qué resultará; quisiera sobre todo ser menos una carga -y esto no es imposible de ahora en adelante- porque espero hacer progresos de manera que puedas mostrar osadamente lo que hago sin comprometerte.
Y después me retiraré a cualquier parte en el Midi, para no ver tantos pintores que me asquean como hombres. Ayer vi a Tanguy, y ha puesto en el escaparate una tela que yo acababa de hacer; he hecho cuatro desde tu partida y tengo una grande en marcha.
Yo sé muy bien que estas telas grandes y largas son de venta difícil; pero más tarde se verá que tienen pleno carácter y buen humor. Ahora, el conjunto hará una decoración de comedor o de casa de campo.
Le digo algo, respetable amigo creador de este interesante blog: la noche cuando Vincent Van Gogh perdió su oreja no se le ocurrió pensar que el problema mayor no consistía en perderla sino en volverla a encontrar.
ResponderEliminarLa sangre bajó desde la herida con calentura de lágrima. Pero aquella decisión no la tomó por amor al arte ni por haber discutido con alguien. Van Gogh se cortó la oreja porque una prostituta de Arles burlonamente se la pidió como regalo.
Pero antes de perder la oreja,ya había perdido la razón. La extravió entre las piernas de la ramera que le pidió la oreja de regalo. Desde entonces no existe una oreja tan famosa como la oreja de Vangh Gogh