¡Buenos días, queridos lectores! Estamos en la última semana del año y siempre será una buena ocasión para conocer más sobre el pensamiento de nuestros escritores favoritos. Así que navegando por la red me encontré con este genial fragmento que recoge la opinión del maestro Jorge Luis Borges sobre los clásicos de la literatura universal ¡Leamos!
El maestro Borges
Tengo una especial afinidad por Borges y sus cuentos cargados de fantasía y erudición. Debo confesar que hay algunos que son lo suficientemente intrincados para poder comprenderlos en una primera leída, pero con paciencia todo se consigue.
De Borges tengo presente la razón por la que no escribe novelas. Y recuerdo eso cada vez que me inspiro para escribir un cuento, creo que el escritor argentino es ícono de las letras latinas y es por ello que su opinión es tan respetada.
El primer libro que recibí fue "El informe de Brodie" (nombre también del cuento), que me trajo un amigo de la Argentina y que me recomendaba fervientemente a aquel autor mayor.
Dicho esto te dejo con este fragmento que sabrás valorar si has tenido la oportunidad de deleitarte con alguna de sus historias. Recuerda que las recomendaciones de los escritores son inspiración y datos interesantes para incorporar a nuestro conocimiento...
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BORGES Y LOS CLÁSICOS
Escasas disciplinas habrá de mayor interés que la etimología: ello se debe a las imprevisibles transformaciones del sentido primitivo de las palabras, a lo largo del tiempo. Dadas tales transformaciones, que pueden lindar con lo paradójico, de nada o de muy poco nos servirá para la aclaración de un concepto el origen de una palabra. Saber que cálculo, en latín, quiere decir piedrecita y que los pitagóricos las usaban antes de la invención de los números, no nos permite dominar los arcanos del álgebra; saber que hipócrita es actor, y persona, máscara, no es un instrumento valioso para el estudio de la ética. Parejamente, para fijar lo que hoy entendemos por lo clásico, es inútil que este adjetivo descienda del latín classis, flota, que luego tomaría el sentido del orden. (Recordemos de paso la información análoga de ship-shape.)
¿Qué es, ahora, un libro clásico? Tengo al alcance de la mano las definiciones de Eliot, de Arnold y de Sainte-Beuve, sin duda razonables y luminosas, y me sería grato estar de acuerdo con esos ilustres autores, pero no los consultaré. He cumplido sesenta y tantos años: a mi edad, las coincidencias o novedades importan menos que lo que uno cree verdadero. Me limitaré, pues, a declarar lo que sobre este punto he pensado.
Mi primer estímulo fue una Historia de la literatura china (1901) de Herbert Allen Giles. En su capítulo segundo leí que uno de los cinco textos canónicos que Confucio editó es el Libro de los Cambios o I King, hecho de 64 hexagramas, que agotan las posibles combinaciones de seis líneas partidas o enteras. Uno de los esquemas, por ejemplo, consta de dos líneas enteras, de una partida y de tres enteras, verticalmente dispuestas. Un emperador prehistórico los habría descubierto en la caparazón de una de las tortugas sagradas. Leibniz creyó ver en los hexagramas un sistema binario de numeración; otros, una filosofía enigmática; otros, como Wilhelm, un instrumento para la adivinación del futuro, ya que las 64 figuras corresponden a las 64 fases de cualquier empresa o proceso; otros, un vocabulario de cierta tribu; otros, un calendario. Recuerdo que Xul-Solar solía reconstruir ese texto con palillos y fósforos. Para los extranjeros, el Libro de los Cambios corre el albur de parecer una mera chinoiserie; pero generaciones milenarias de hombres muy cultos lo han leído y referido con devoción y seguirán leyéndolo. Confucio declaró a sus discípulos que si el destino le otorgara cien años más de vida, consagraría la mitad a su estudio y al de los comentarios o alas.
Deliberadamente he elegido un ejemplo extremo, una lectura que reclama un acto de fe. Llego, ahora, a mi tesis. Clásico es aquel libro que una nación o un grupo de naciones o el largo tiempo han decidido leer como si en sus páginas todo fuera deliberado, fatal, profundo como el cosmos y capaz de interpretaciones sin término. Previsiblemente, esas decisiones varían. Para los alemanes y austríacos el Fausto es una obra genial; para otros, una de las más famosas formas del tedio, como el segundo Paraíso de Milton o la obra de Rabelais. Libros como el de Job, la Divina Comedia, Macbeth (y, para mí, algunas de las sagas del Norte) prometen una larga inmortalidad, pero nada sabemos del porvenir, salvo que diferirá del presente. Una preferencia bien puede ser una superstición.
No tengo vocación de iconoclasta. Hacia el año treinta creía, bajo el influjo de Macedonio Fernández, que la belleza es privilegio de unos pocos autores; ahora sé que es común y que está acechándonos en las casuales páginas del mediocre o en un diálogo callejero. Así, mi desconocimiento de las letras malayas o húngaras es total, pero estoy seguro de que si el tiempo me deparara la ocasión de su estudio, encontraría en ellas todos los alimentos que requiere el espíritu. Además de las barreras lingüísticas intervienen las políticas o geográficas. Burns es un clásico en Escocia; al sur del Tweed interesa menos que Dunbar o Stevenson. La gloria de un poeta depende, en suma, de la excitación o de la apatía de las generaciones de hombres anónimos que la ponen a aprueba, en la soledad de sus bibliotecas.
Las emociones que la literatura suscita son quizá eternas, pero los medios deben constantemente variar, siquiera de un modo levísimo, para no perder su virtud. Se gastan a medida que los reconoce el lector. De ahí el peligro de afirmar que existen obras clásicas y que lo serán para siempre.
Cada cual descree de su arte y de sus artificios. Yo, que me he resignado a poner en duda la indefinida perduración de Voltaire o de Shakespeare, creo (esta tarde uno de los últimos días de 1965) en la de Schopenhauer y en la de Berkeley.
TE RECOMIENDO, LECTOR: Jorge Luis Borges nos revela cómo le nacen los cuentos y poemas
Clásico no es un libro (lo repito) que necesariamente posee tales o cuales méritos; es un libro que las generaciones de los hombres, urgidas por diversas razones, leen con previo fervor y con una misteriosa lealtad.
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Muy interesante . Tenés que leer Códices el despertar ,de autora mendocina . Mónica Arnedillo Vera
ResponderEliminarGracias por la recomendación! :D
EliminarMuy interesante. Conocía el texto y te felicito por publicarlo y comentarlo. Borges no solo es un gran escritor, también es un excelente referencia para conocer a otros escritores, hoy injustay absurdamente olvidados.
ResponderEliminarCoincido contigo. Te agradezco también por visitar mi Blog!
EliminarBorges es un excelente escritor ,aunque a mí me cuesta entender algunos de sus escritos.
ResponderEliminarcoincido contigo!
EliminarMe ha gustado mucho. He leido poco a Borges porque ne prece difícil pero con un poco de esfuerzo creo que merece la pena, gran lucidez y originalidad la.de este hombre, un clásico!.
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