¡Hola, lector! Creo que siempre será una buena oportunidad para leer a Pessoa, y es que el genio portugués no es solo poesía en sus muchas caras, sino también narrativa interesante. El cuento de hoy es breve, por lo que decidió ofrecerte un "bonus", con otra historia de Fernando Pessoa ¿Cuál te gusta más?
Imagen tomada de Pinterest: Mark Keller - Lucky Umbrella |
EL HOMBRE QUE ESPERABA EL TRANVÍA
Era una vez un hombre que esperaba el tranvía.
Estaba esperando al tranvía que llevase el letrero exacto hacia su destino.
Esperó mucho tiempo, como si ya no hubiera tranvías.
Al fin, apareció un tranvía por el final lejano de la calle. Corrió hacia él y era el primero que aparecía. No llevaba el letrero de su destino, pero era el primero que aparecía y ya comenzaba a estar harto de esperar. No venía, ni lleno, ni vacío; no venía, ni rápido, ni lento; era solo el primer tranvía después de esperar mucho rato al tranvía. Dudó pero, al fin, lo dejó pasar.
Al poco, pasó otro tranvía. Ya no era el primero, porque el primero se marchó ya. Venía despacio y vacío. El hombre tuvo la tentación de entrar en aquel tranvía vacío que andaba despacio y había de ser tan cómodo, después de tanto esperar. El letrero no indicaba su destino, pero iba en la misma dirección y vacío y agradable. Dudó, pero también lo dejó pasar.
Al poco, estando más cansado todavía, vio de golpe otro tranvía que llegó a su lado antes de detenerse. Venía lleno y corría muy deprisa. Tampoco este ostentaba el letrero de su destino. Aquel que subiera en él no llegaría con retraso, aunque no lo condujera a donde quería. El hombre dudó, pero también a este lo dejó pasar.
Seguidamente, vino otro tranvía, y de lejos el hombre que esperaba reconoció al guardafrenos y al conductor que venían charlando de nada en la cabecera del tranvía. El vehículo no traía letrero, pues recogía al depósito. El hombre dudó, puesto que conocía al guardafrenos y al conductor e ir con ellos era lo mismo que ir en el tranvía con el letrero de su destino. Pero, tras dudar un momento, dejó de dudar y también lo dejó pasar.
Por fin, cuando el hombre, cansado de esperar, ya se encontraba fatigado, vio un tranvía que portaba el letrero de su destino. No venía ni lento, ni rápido; ni lleno, ni vacío; y no traía gente conocida o desconocida. Para él, solo contaba que traía el letrero de su destino. El hombre no dudó y entró en él. Con ese tranvía llegó a su casa, porque era justamente ese el tranvía que lo llevaba a su casa.
FIN
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EL SECRETO DE LOS HETERÓNIMOS
—Toda buena conversación debe ser un monólogo de dos… Debemos, al final, no poder tener la seguridad de si hemos conversado realmente con alguien o si hemos imaginado totalmente la conversación… Las mejores y más íntimas conversaciones, y sobre todo las menos moralmente instintivas, son aquellas que los novelistas mantienen entre dos personajes de sus novelas… Por ejemplo…
—¡Por el amor de Dios! Seguro que no iba a citarme un ejemplo… Eso solo se hace en las gramáticas; no sé si recuerda que hasta nunca los leemos.
—¿Ha leído alguna vez una gramática?
—Yo, nunca. Siempre he tenido una aversión profunda a saber cómo se dicen las cosas… Mi única simpatía, en las gramáticas, era para las excepciones y para los pleonasmos… Escapar a las reglas y decir cosas inútiles resume bien la actitud esencialmente moderna. ¿No es así como se dice?
—Absolutamente… Lo más antipático que hay en las gramáticas (¿ya se ha fijado en la deliciosa imposibilidad de que estemos hablando de este asunto?), lo más antipático que hay en las gramáticas es el verbo, los verbos… Son las palabras que dan sentido a las frases… Una frase decente debe poder tener siempre varios sentidos… ¡Los verbos! Un amigo mío que se suicidó —cada vez que mantengo una conversación un poco larga suicido a un amigo— había tratado de dedicar toda su vida a destruir los verbos…
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—¿Por qué se suicidó?
—Espere, todavía no lo sé… Pretendía descubrir y fijar la manera de no completar las frases sin parecer hacerlo. Solía decirme que buscaba el microbio de la significación… Se suicidó, claro está, porque un día se dio cuenta de la responsabilidad enorme que iba a echarse encima. La importancia del problema acabó con su cerebro… Un revólver…
—Ah, no… Eso de ninguna manera… ¿No ve que no podía ser un revólver?… Un hombre de esos nunca se pega un tiro en la cabeza… Usted se entiende poco con los amigos que nunca ha tenido… Es un defecto grande, ¿sabe?… Mi mejor amiga: una chica deliciosa que yo he inventado.
—¿Se llevan bien?
—Hasta donde es posible… Pero esa chica, no se imagina…
Las dos criaturas que estaban a la mesa de té no mantuvieron con seguridad esta conversación. Pero estaban tan arregladas y bien vestidas que era una pena que no hablasen así…
FIN
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El cuento , o los dos cuentos de Pessoa me parecen pateticos , una verguenza .
ResponderEliminarEn gustos y colores...
EliminarLa imaginación no tiene frontera. Pessoa comienza este cuento con una ironía, al utilizar el esquema de introducción de los cuentos fantasticos tradicionales. Gacias por compartir.
ResponderEliminareXCELENTES eXCELENTES los cuentos que aparecen en la página. Es una literatura que casi nadie toma en cuenta. Tengo como un tesoro casi todos los números de una Revista que apareció aquí en México llamada "El Cuento", las hojas casi amarillas y muy maltratadas y sigo leyendolas. cuando en vez
ResponderEliminarMuchas gracias por tu valoración. Eso me ayuda continuar compartiendo más contenido para todos ustedes. Saludos
EliminarGracias por tanta literatura hermosa!!
ResponderEliminargracias a ti por visitar mi Blog!
Eliminar🌺Gracias por un día no perdido…… Gracias
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