Leamos "Un artista del trapecio", cuento de Franz Kafka

¡Hola, lectores! Hoy retomamos la lectura de Kafka con un relato cautivador. El t铆tulo es muy similar al de "Un artista del hambre", cuento emblem谩tico de Kafka que tambi茅n puedes leer aqu铆. Pero como este texto es m谩s corto que el que menciono, he decido acompa帽arlo con un microrrelato llamado "Una confusi贸n cotidiana", sin m谩s... ¡Disfruta tu lectura! 


"Un artista del trapecio", cuento de Franz Kafka
Imagen tomada de Cv Pro. 


UN ARTISTA DEL TRAPECIO


Un artista del trapecio -como se sabe, este arte que se practica en lo alto de las c煤pulas de los grandes circos es uno de los m谩s dif铆ciles entre todos los asequibles al hombre- hab铆a organizado su vida de tal manera -primero por af谩n profesional de perfecci贸n, despu茅s por costumbre que se hab铆a hecho tir谩nica- que, mientras trabajaba en la misma empresa, permanec铆a d铆a y noche en el trapecio. Todas sus necesidades -por otra parte muy peque帽as- eran satisfechas por criados que se relevaban a intervalos y vigilaban debajo. Todo lo que arriba se necesitaba lo sub铆an y bajaban en cestillos construidos para el caso.

De esta manera de vivir no se deduc铆an para el trapecista dificultades con el resto del mundo. S贸lo resultaba un poco molesto durante los dem谩s n煤meros del programa, porque como no se pod铆a ocultar que se hab铆a quedado all谩 arriba, aunque permanec铆a quieto, siempre alguna mirada del p煤blico se desviaba hacia 茅l. Pero los directores se lo perdonaban, porque era un artista extraordinario, insustituible. Adem谩s era sabido que no viv铆a as铆 por capricho y que s贸lo de aquella manera pod铆a estar siempre entrenado y conservar la extrema perfecci贸n de su arte.

Adem谩s, all谩 arriba se estaba muy bien. Cuando, en los d铆as c谩lidos del verano, se abr铆an las ventanas laterales que corr铆an alrededor de la c煤pula y el sol y el aire irrump铆an en el 谩mbito crepuscular del circo, era hasta bello. Su trato humano estaba muy limitado, naturalmente. Alguna vez trepaba por la cuerda de ascensi贸n alg煤n colega de turn茅, se sentaba a su lado en el trapecio, apoyado uno en la cuerda de la derecha, otro en la de la izquierda, y charlaban largamente. O bien los obreros que reparaban la techumbre cambiaban con 茅l algunas palabras por una de las claraboyas o el electricista que comprobaba las conducciones de luz, en la galer铆a m谩s alta, le gritaba alguna palabra respetuosa, si bien poco comprensible.

A no ser entonces, estaba siempre solitario. Alguna vez un empleado que erraba cansadamente a las horas de la siesta por el circo vac铆o, elevaba su mirada a la casi atrayente altura, donde el trapecista descansaba o se ejercitaba en su arte sin saber que era observado.

As铆 hubiera podido vivir tranquilo el artista del trapecio a no ser por los inevitables viajes de lugar en lugar, que lo molestaban en sumo grado. Cierto es que el empresario cuidaba de que este sufrimiento no se prolongara innecesariamente. El trapecista sal铆a para la estaci贸n en un autom贸vil de carreras que corr铆a, a la madrugada, por las calles desiertas, con la velocidad m谩xima; demasiado lenta, sin embargo, para su nostalgia del trapecio.

En el tren, estaba dispuesto un departamento para 茅l solo, en donde encontraba, arriba, en la redecilla de los equipajes, una sustituci贸n mezquina -pero en alg煤n modo equivalente- de su manera de vivir.

En el sitio de destino ya estaba enarbolado el trapecio mucho antes de su llegada, cuando todav铆a no se hab铆an cerrado las tablas ni colocado las puertas. Pero para el empresario era el instante m谩s placentero aquel en que el trapecista apoyaba el pie en la cuerda de subida y en un santiam茅n se encaramaba de nuevo sobre su trapecio. A pesar de todas estas precauciones, los viajes perturbaban gravemente los nervios del trapecista, de modo que, por muy afortunados que fueran econ贸micamente para el empresario, siempre le resultaban penosos.

$ads={2}


Una vez que viajaban, el artista en la redecilla como so帽ando, y el empresario recostado en el rinc贸n de la ventana, leyendo un libro, el hombre del trapecio le apostrof贸 suavemente. Y le dijo, mordi茅ndose los labios, que en lo sucesivo necesitaba para su vivir, no un trapecio, como hasta entonces, sino dos, dos trapecios, uno frente a otro.

El empresario accedi贸 en seguida. Pero el trapecista, como si quisiera mostrar que la aceptaci贸n del empresario no ten铆a m谩s importancia que su oposici贸n, a帽adi贸 que nunca m谩s, en ninguna ocasi贸n, trabajar铆a 煤nicamente sobre un trapecio. Parec铆a horrorizarse ante la idea de que pudiera acontecerle alguna vez. El empresario, deteni茅ndose y observando a su artista, declar贸 nuevamente su absoluta conformidad. Dos trapecios son mejor que uno solo. Adem谩s, los nuevos trapecios ser铆an m谩s variados y vistosos.

Pero el artista se ech贸 a llorar de pronto. El empresario, profundamente conmovido, se levant贸 de un salto y le pregunt贸 qu茅 le ocurr铆a, y como no recibiera ninguna respuesta, se subi贸 al asiento, lo acarici贸 y abraz贸 y estrech贸 su rostro contra el suyo, hasta sentir las l谩grimas en su piel. Despu茅s de muchas preguntas y palabras cari帽osas, el trapecista exclam贸, sollozando:

-S贸lo con una barra en las manos, ¡c贸mo podr铆a yo vivir!

Entonces, ya fue muy f谩cil al empresario consolarlo. Le prometi贸 que en la primera estaci贸n, en la primera parada y fonda, telegrafiar铆a para que instalasen el segundo trapecio, y se reproch贸 a s铆 mismo duramente la crueldad de haber dejado al artista trabajar tanto tiempo en un solo trapecio. En fin, le dio las gracias por haberle hecho observar al cabo aquella omisi贸n imperdonable. De esta suerte, pudo el empresario tranquilizar al artista y volverse a su rinc贸n.

En cambio, 茅l no estaba tranquilo; con grave preocupaci贸n espiaba, a hurtadillas, por encima del libro, al trapecista. Si semejantes pensamientos hab铆an empezado a atormentarlo, ¿podr铆an ya cesar por completo? ¿No seguir铆an aumentando d铆a por d铆a? ¿No amenazar铆an su existencia? Y el empresario, alarmado, crey贸 ver en aquel sue帽o, aparentemente tranquilo, en que hab铆an terminado los lloros, comenzar a dibujarse la primera arruga en la lisa frente infantil del artista del trapecio.

FIN

Escuchar audiocuentos

Una confusi贸n cotidiana


Un incidente cotidiano, del que resulta una confusi贸n cotidiana. A tiene que cerrar un negocio con B en H. Se traslada a H para una entrevista preliminar, pone diez minutos en ir y diez en volver, y se jacta en su casa de esa velocidad. Al otro d铆a vuelve a H, esta vez para cerrar el negocio. Como probablemente eso le exigir谩 muchas horas, A sale muy temprano. Aunque las circunstancias (al menos en opini贸n de A) son precisamente las de la v铆spera, tarda diez horas esta vez en llegar a H. Llega al atardecer, rendido. Le comunican que B, inquieto por su demora, ha partido hace poco para el pueblo de A y que deben haberse cruzado en el camino. Le aconsejan que espere. A, sin embargo, impaciente por el negocio, se va inmediatamente y vuelve a su casa.

TE RECOMIENDO, LECTOR: "Te tengo miedo": La reveladora carta de Franz Kafka a su padre

Esta vez, sin poner mayor atenci贸n, hace el viaje en un momento. En su casa le dicen que B lleg贸 muy temprano, inmediatamente despu茅s de la salida de A, y que hasta se cruz贸 con A en el umbral y quiso recordarle el negocio, pero que A le respondi贸 que no ten铆a tiempo y que deb铆a salir en seguida.

A pesar de esa incomprensible conducta, B entr贸 en la casa a esperar su vuelta. Y ya hab铆a preguntado muchas veces si no hab铆a regresado a煤n, pero segu铆a esper谩ndolo siempre en el cuarto de A. Feliz de hablar con B y de explicarle todo lo sucedido, A corre escaleras arriba. Casi al llegar tropieza, se tuerce un tend贸n y a punto de perder el sentido, incapaz de gritar, gimiendo en la oscuridad, oye a B -tal vez muy lejos ya, tal vez a su lado- que baja la escalera furioso y que se pierde para siempre.

FIN



 AVISO LEGAL Los cuentos, poemas, fragmentos de novelas, ensayos  y todo contenido literario que aparece en Mardefondo podr铆an estar protegidos por los derechos de autor (copyright). Si por alguna raz贸n los propietarios no est谩n conformes con el uso de ellos, por favor escribirnos y nos encargaremos de borrarlos inmediatamente.

Mar de fondo

饾惖饾憻饾懄饾憥饾憶 饾憠饾憱饾憴饾憴饾憥饾憪饾憻饾憭饾懅 (Lima, 1990) Director del Blog de Mar de fondo. Estudi茅 Comunicaciones, Sociolog铆a y soy autor del libro "Las vidas que tom茅 prestadas". Amante de los cuentos, cartas, diarios y novelas. Convencido de que "饾憟饾憶 饾憫饾憱́饾憥 饾憴饾憭饾憱́饾憫饾憸 饾憶饾憸 饾憭饾憼 饾憿饾憶 饾憫饾憱́饾憥 饾憹饾憭饾憻饾憫饾憱饾憫饾憸."

Publicar un comentario

Art铆culo Anterior Art铆culo Siguiente