¡Hola, lectores! Seguimos bregando por hacer la mejor colección de literatura de la región y esto solo lo lograremos con ustedes. Les pido se suscriban aquí al canal de YouTube de Mar de fondo para los audiocuentos. Hoy, he preparado una selección de relatos del maestro Fiódor Dostoyevski que puedes leer cuando quieras ¡Estos son!
Imagen tomada de Pinterest: https://pin.it/5sCZOEeLL Anastasia Zakharova |
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¿Por qué Fiódor Dostoyevski?
No podemos hablar de literatura universal sin incluir al maestro Dostoyevski y su sensacional aporte en la novela, el ensayo y la narrativa breve. Nacido en Moscú el 11 de noviembre de 1821, fue un talento excepcional, fuera de serie y que enfrentó las pruebas más duras que lo acompañaron hasta el final de sus días.
De hecho, querido lector, uno de los cuentos más íntimos de este autor está incluido en la colección que tengo para ti. El relato "El sueño de un hombre ridículo", marca un antes y un después en la concepción de la vida por el autor. Dostoyevski fue una persona bastante espiritual y ligada a cristianismo por lo que sus relatos contienen a veces un mensaje y búsqueda de redención.
¿Cómo era el estilo de Dostoyevski?
Se puede decir mucho sobre la manera de concebir literatura para este genio de la exploración psicológica. El maestro solía explorar las profundidades de la mente humana, sometiendo a sus personajes a difíciles situaciones, a enfrentar dilemas morales complejos y crisis existenciales. En muchas historias hace una profunda introspección, siempre conocido por recrear la lucha entre el bien y el mal.
Cuando leas estos cuentos, recuerda que Dostoyevski exploró temas filosóficos, como la libertad, la moralidad, la fe, el sufrimiento y la existencia de Dios. Siempre permitía que múltiples voces y perspectivas coexistan en sus obras, sin imponer una sola "verdad".
Gracias a sus obras que pueden encajar dentro del realismo o naturalismo, podemos conocer la vida en la Rusia del siglo XIX, una exquisitez para un escritor que describe con gran detalle las relaciones sociales, políticas y económicas. Dostoyevski vivió hasta los 59 años.
Ahora sí, lector, sin más preámbulo te dejo con estos ocho relatos que puedes escoger leer cuando quieras...
1. La mujer ajena y el marido debajo de la cama2. El sueño de un hombre ridículo3. El señor Projarchin4. El niño de la manita5. El pequeño héroe6. Un árbol de noel y una boda7. Un corazón débil8. Un ladrón honrado
LA MUJER AJENA Y EL MARIDO DEBAJO DE LA CAMA
I
—¡Permítame hacerle una pregunta, caballero…!
El transeúnte se estremeció y ligeramente amedrentado miró al caballero del abrigo de castor que a las ocho de la noche se le acercaba en mitad de la calle. Es de sobra conocido que el caballero petersburgués se asusta cuando un desconocido de pronto le aborda en la calle para hablar con él.
Y así sucedió. El transeúnte se estremeció, ligeramente asustado.
—Disculpe que le haya importunado —dijo el caballero de la piel de castor—. Pero, a decir verdad, yo… no sé… estoy seguro de que me dispensará. Como verá estoy algo disgustado…
EL SUEÑO DE UN HOMBRE RIDÍCULO
Soy un hombre ridículo. Ahora ellos me llaman loco. Y eso podría haberme supuesto un ascenso de grado, sí no me siguieran considerando igual de ridículo que antes. Ahora no me enfado y todos me parecen simpáticos; incluso cuando se burlan de mí siguen de algún modo pareciéndome especialmente dulces. De buena gana me reiría con ellos –no ya de mí, sino por afecto hacia ellos– si no fuera por la tristeza que siento cuando los miro. Y me siento triste porque ellos desconocen la verdad, y yo sí la sé. ¡Oh, qué difícil le resulta a uno conocer la verdad! Pero ellos no lo entenderán. No, no lo entenderán.
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Antes me angustiaba porque les parecía ridículo. Más que parecérselo, lo era. Siempre fui ridículo, y lo sé probablemente desde el día de mi nacimiento. Seguramente supe que era ridículo desde que tenía siete años. Después estudié en la escuela, más tarde en la universidad. Y ¿qué es lo que sucedió? Pues que cuanto más estudiaba, más me convencía de que era ridículo...
EL SEÑOR PROJARCHIN
En el rinconcito más oscuro y modesto del piso de Ustinia Fiódorovna se alojaba Semión Ivánovich Projarchin, un hombre ya entrado en años, formal y que no bebía. Teniendo en cuenta que el señor Projarchin, conforme a su bajo rango y los servicios que prestaba, tenía un sueldo muy modesto, Ustinia Fiódorovna no tenía fuerza moral para cobrarle más de cinco rublos mensuales de alquiler. Había quien comentaba que llevaba sus propias cuentas respecto a él; pero, como quiera que fuese, y en respuesta a los chismorreos, el señor Projarchin incluso era tratado como un favorito, en el sentido honesto y magnánimo de la distinción. Habría que señalar que Ustinia Fiódorovna, mujer respetabilísima y corpulenta, tenía debilidad por tomar carne y café, y, aunque pasaba enormes sacrificios en Cuaresma, tenía en su casa a unos cuantos inquilinos fijos, que pagaban incluso el doble que Semión Ivánovich, pero que, en caso de que fueran poco pacíficos y «se guasearan» de sus quehaceres femeninos y su condición de huérfana, perderían bastante en cuanto a la buena disposición de la patrona y, si no pagaran la mensualidad, ella no solo no les dejaría vivir allí sino que no los querría ni ver. Semión Ivánovich pasó a categoría de favorito de la patrona desde el momento en que murió un funcionario retirado, al que enterraron en el cementerio de Vólkovo, que en vida se había aficionado mucho a fuertes licores. Retirado del servicio, y aunque anduviera con un ojo amoratado y una sola pierna, a causa de su bravura (como decía él mismo), sabía al menos granjearse la buena disposición de Ustinia Fiódorovna, de la que solo ella era capaz; y probablemente habría vivido aún mucho más tiempo como su gorrón y fiel cómplice, de no haberse muerto finalmente a causa de las borracheras más lamentables. Todo esto ocurrió en Peski, cuando Ustinia Fiódorovna tenía solo tres inquilinos, de los cuales, al trasladarse al nuevo piso de establecimiento más amplio para alojar a una decena de inquilinos, solo le quedó el señor Projarchin...
EL NIÑO DE LA MANITA
Los niños son unas personitas un tanto particulares. Uno sueña con ellos y se los imagina. En Navidades, o el mismo día de Nochebuena, tropecé en la esquina de una famosa calle con un muchachillo que no tendría más de siete años. Hacía un frío espantoso y el niño vestía ropa de verano y unos trapos viejos atados al cuello que hacían de bufanda (lo que significaba que a pesar de todo, había alguien que se los ponía antes de salir a la calle). Andaba él “con la manita extendida”, un término técnico que significa… pedir limosna. Lo acuñaron los propios muchachos. Hay muchos chicos como él que se cruzan en tu camino repitiendo lo mismo (y aullando algo ya aprendido). Pero este niño no lo hacía, hablaba ingenuamente y con un estilo poco corriente y sincero, mirándote a los ojos; quizás se estuviera iniciando en el oficio. A mis preguntas respondió que tenía una hermana que no trabajaba y estaba enferma. Probablemente fuera cierto, pero después me enteré de que hay una multitud de esos muchachos: los echan a la calle “con la manita” aunque haga un frío terrible y, en caso de no recoger limosna, seguramente les aguarde después una paliza. Tras reunir algunas monedas, el niño, con las manos ateridas y enrojecidas, se dirige al sótano, donde algún grupo de gente se emborracha a su costa: son aquellos que “tras holgar del sábado al domingo, no regresan a sus puestos de trabajo hasta el miércoles por la tarde”. Y allí, en los sótanos, se emborrachan junto a ellos sus hambrientas y apaleadas mujeres, y allí mismo gimen sus bebés. El vodka; suciedad y depravación, pero que no falte vodka. Con los cópecs reunidos envían rápidamente al niño a otra taberna a por más vino. Para divertirse, a veces también le dan un poco de alcohol, mientras el niño, medio ahogado, cae inconsciente al suelo...
EL PEQUEÑO HÉROE
Por aquel entonces no tendría yo más de once años. En julio me enviaron a pasar una temporada a un pueblo de los alrededores de Moscú, donde un pariente llamado T…ov, en cuya casa se habían reunido unas cincuenta personas o más… no recuerdo bien, pues no los conté. Había mucho alboroto y mucha alegría. Todo parecía indicar que se trataba de una fiesta que había comenzado para no finalizar jamás. Daba la impresión de que el dueño se había propuesto derrochar lo antes posible toda su fortuna y estaba a punto de conseguir su fin gastando hasta el último cópec de su patrimonio.
A cada instante llegaban nuevos invitados. Moscú estaba muy cerca, de modo que los que se marchaban dejaban su lugar a los que llegaban mientras la fiesta proseguía su curso. Las diversiones cambiaban unas por otras, sin que se previera el final de los pasatiempos. Tan pronto se organizaban excursiones en grandes grupos a caballo por los alrededores, como paseos por el bosque o el río. Se hacían meriendas, almuerzos en el campo y cenas en el hermoso porche de la casa, rodeado de tres filas de exóticas flores que impregnaban de fresco aroma el aire de la noche bajo la radiante iluminación de la mesa, que hacía que nuestras bellas damas lo parecieran aún más, animadas a causa de las impresiones del día, con sus brillantes miradas, sus vivas conversaciones cruzadas y sus vibrantes y sonoras risas semejantes a campanillas. Había bailes, música y canciones. Cuando el tiempo empeoraba se hacían cuadros vivos, charadas y otros juegos. Se montaba un teatro casero. Venían prosadores, cuentistas y gente que contaba anécdotas...
UN ÁRBOL DE NOEL Y UNA BODA
Hace un par de días asistí yo a una boda… Pero no… Antes he de contarles algo relativo a una fiesta de Navidad. Una boda es, ya de por sí, cosa linda, y aquella de marras me gustó mucho… Pero el otro acontecimiento me impresionó más todavía. Al asistir a aquella boda, hube de acordarme de la fiesta de Navidad. Pero voy a contarles lo que allí sucedió.
Hará unos cinco años, cierto día entre Navidad y Año Nuevo, recibí una invitación para un baile infantil que había de celebrarse en casa de una respetable familia amiga mía. El dueño de la casa era un personaje influyente que estaba muy bien relacionado; tenía un gran círculo de amistades, desempeñaba un gran papel en sociedad y solía urdir todos los enredos posibles; de suerte que podía suponerse, desde luego, que aquel baile de niños sólo era un pretexto para que las personas mayores, especialmente los señores papás, pudieran reunirse de un modo completamente inocente en mayor número que de costumbre y aprovechar aquella ocasión para hablar, como casualmente, de toda clase de acontecimientos y cosas notables. Pero como a mí las referidas cosas y acontecimientos no me interesaban lo más mínimo, y como entre los presentes apenas si tenía algún conocido, me pasé toda la velada entre la gente, sin que nadie me molestara, abandonado por completo a mí mismo...
EL CORAZÓN DÉBIL
Bajo el mismo techo, en la misma casa, en un cuarto piso, vivían dos jóvenes funcionarios, Arcadi Ivánovich Nefédevich y Vasia Shumkov… El autor, lógicamente, se ve en la obligación de explicar al lector por qué un héroe tiene el nombre completo y el otro no, aunque solo sea porque esto se pueda considerar incorrecto, si bien es normal. Pero como para ello sería necesario describir antes el grado, la edad, el tratamiento, el cargo y, finalmente, incluso los caracteres de los personajes de que se trata, y dado que hay muchos escritores que tienen esa forma de empezar, el autor del presente relato decide comenzar directamente desde la acción, para no parecerse a ellos (pues, como dicen algunos, lo hacen por su ilimitado amor propio). Y, dando por finalizada la presente introducción, comienza así el relato:
Al atardecer, en la víspera de Año Nuevo, hacia las seis de la tarde, Shumkov regresó a casa. Arcadi Ivánovich, que estaba en la cama, se despertó, entreabrió los ojos y miró a su compañero. Observó que llevaba puesto su magnífico traje y una impecable pechera. Al parecer, aquello le impactó. «¿Adónde habrá ido Vasia con este aspecto? ¡Y encima, sin haber almorzado en casa!». Mientras tanto, Shumkov encendió una vela, y Arcadi Ivánovich enseguida se dio cuenta de que su compañero se disponía a despertarle como por accidente. Y así ocurrió. Vasia tosió un par de veces, se dio unas vueltas por la habitación, y finalmente, de una manera casual, dejó caer al suelo su pipa, que rellenaba en un rincón, cerca de la estufa. A Arcadi Ivánovich le entró la risa.
EL LADRÓN HONRADO
Una mañana, cuando ya me disponía a dirigirme a mis tareas, entró en mi habitación Agrafena, mi cocinera, lavandera y ama de llaves, y, para mi sorpresa, se dirigió a mí.
Hasta aquel momento era una mujer tan callada y sencilla que, al margen de dos palabras que dijera al día sobre lo que iba a preparar para comer, no había dicho más durante seis años. O, al menos, yo no había oído nada.
—He venido a decirle, señor —empezó de pronto—, que podría usted alquilar el desván.
—¿Qué desván?
—Pues el que está junto a la cocina. Ya sabe al que me refiero.
—¿Para qué?
—¡Para qué! Pues porque la gente los alquila. Está claro para qué...
Espero, lector, que hayas disfrutado de estos relatos sensacionales de Fiódor Dostoyevski y recuerda que puedes compartirlos con quien quieras o dejarme un comentario para saber cuál te gustó más ¡Nos leemos en otro post!