Leamos "La leyenda del rey indio", cuento de Hermann Hesse

¡HOLA, queridos lectores! Es un placer para m铆 dirigirme a ustedes como cada jornada para compartir un relato inolvidable. En esta oportunidad viajamos a Alemania para leer un cautivador relato del Nobel Hermann Hesse. Aprovecho para recordarte que estos tiempos nos invita a leer su novela "Demian", altamente recomendada. Pero ahora, disfrutemos de este cuento ¡Leamos! 

"La leyenda del rey indio", cuento de Hermann Hesse
Imagen tomada de Pinterest: https://pin.it/5UMbbQyYb

LA LEYENDA DEL REY INDIO


En la antigua India de los dioses, muchos siglos antes del advenimiento de Gotama Buda el excelso, sucedi贸 que los brahmanes ungieron a un nuevo rey. Este joven monarca goz贸 de la confianza y las ense帽anzas de dos sabios varones que le ense帽aron a purificarse mediante el ayuno, a someter a la voluntad los impulsos tormentosos de su sangre y a preparar su mente para el entendimiento del Todo y Uno.


En efecto, por esta 茅poca hab铆an estallado entre los brahmanes ardorosas pol茅micas sobre los atributos de los dioses, sobre las relaciones de unas divinidades con otras y sobre las de 茅stas con el Todo y Uno. Algunos pensadores empezaban a negar la existencia de m煤ltiples divinidades, y postulaban que los nombres de 茅stas no eran m谩s que denominaciones de los aspectos sensibles del Uno invisible. Otros negaban con apasionamiento estas doctrinas y se aferraban a las viejas divinidades, sus nombres y sus im谩genes; ellos precisamente no cre铆an que el Todo y Uno fuese un ser concreto, sino s贸lo un nombre aplicado al conjunto de todas las divinidades. De manera similar, para unos las palabras sagradas de los himnos eran creaciones temporales, y por consiguiente mudables, mientras otros las ten铆an por primigenias y la 煤nica cosa aut茅nticamente inmutable. En estos aspectos del conocimiento de lo sagrado, lo mismo que en los de… se manifestaba el af谩n de llegar a conocer las verdades 煤ltimas, y por eso dudaban y discut铆an sin descanso de qu茅 fuese el Esp铆ritu mismo, o s贸lo su nombre, otros rechazaban esta distinci贸n entre el Esp铆ritu y la palabra, considerando que el ser y su imagen eran entidades inseparables. Casi dos mil a帽os m谩s tarde los mejores ingenios de la Edad Media occidental discutir铆an casi exactamente los mismos puntos. Y aquende como allende hubo pensadores serios y luchadores desinteresados, pero tambi茅n hubo prebendados desprovistos de esp铆ritu y de caridad a quienes preocupaba 煤nicamente que tales discusiones no redundasen en el desprestigio del culto o del templo, ni que la libertad de pensamiento o de discusi贸n sobre la naturaleza de las divinidades fuese a mermar, por ventura, el poder铆o ni las rentas de la casta sacerdotal. Lo que ellos quer铆an era seguir viviendo como par谩sitos del pueblo; cuando el hijo o la vaca de alguno ca铆an enfermos, los sacerdotes se le met铆an en casa durante semanas y le chupaban toda la hacienda en forma de ofrendas y de sacrificios.

Y tambi茅n aquellos dos brahmanes de cuyas ense帽anzas disfrutaba el rey, siempre 谩vido de saber, estaban re帽idos en cuanto a las verdades 煤ltimas. Pero como ambos ten铆an fama de gran sabidur铆a, el rey, entristecido por tal desavenencia, sol铆a decirse: «Si ni siquiera estos dos sabios consiguen ponerse de acuerdo en cuando a la verdad, ¿c贸mo podr茅 conocerla nunca yo, con mi flaco entendimiento? No dudo de que debe existir una verdad 煤nica e indivisible, pero me temo que ni siquiera los brahmanes puedan llegar a conocerla con seguridad».

Cuando los interrogaba al respecto, sus dos preceptores contestaban:

-Muchos son los caminos, pero el destino es 煤nico. Ayuna, mortifica las pasiones de tu coraz贸n, recita las estrofas sagradas y medita acerca de ellas.

El rey hizo de buena gana lo que le aconsejaban, y realiz贸 grandes progresos en la sabidur铆a, pero sin alcanzar nunca su meta de poder contemplar la verdad 煤ltima. Cierto que logr贸 superar las pasiones de la sangre, as铆 como aborrecer los deseos y los placeres animales. E incluso para comer y beber tomaba solamente lo indispensable (un pl谩tano al d铆a y unos granos de arroz). As铆 se purificaba de cuerpo y esp铆ritu, y enfocaba al objetivo definitivo todas sus fuerzas e impulsos de su alma. Las palabras sagradas, cuyas s铆labas antes le parec铆an mon贸tonas y vac铆as, desplegaban ahora para 茅l todos los encantos de su magia y le dispensaban consuelo 铆ntimo. En estos torneos y ejercicios de la raz贸n iba conquistando premio tras premio. Pero sigui贸 sin hallar la clave del secreto final y de todos los misterios del ser, y eso lo ten铆a triste y cariacontecido.

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Entonces decidi贸 disciplinarse por medio de una gran penitencia. Para lo cual se encerr贸 durante cuarenta d铆as en la m谩s apartada de sus estancias sin probar bocado y durmiendo en el suelo, sin manta ni almohada. Su cuerpo enflaquecido exhalaba un aroma de pureza, su rostro delgado reluc铆a de un brillo interior y su mirada avergonzaba a los brahmanes por la ecuanimidad pur铆sima que trasluc铆a. Superada esta prueba de cuarenta d铆as, convoc贸 a todos los brahmanes en el atrio del templo para que ejercitasen su ingenio en la resoluci贸n de las cuestiones m谩s dif铆ciles. Y mand贸 traer vacas blancas con las frentes adornadas de cadenas de oro, como premio para los vencedores del concurso.

Los sacerdotes y los sabios acudieron, tomaron asiento y se enzarzaron sin demora en la batalla de las ideas y de las palabras. Paso a paso demostraron la exacta correspondencia entre los dos mundos, el sensible y el del esp铆ritu, afilaron sus inteligencias en la interpretaci贸n de los vers铆culos sagrados y disertaron sobre el Brahma y el Atman. El ser elemental de cien brazos fue comparado con el viento, con el fuego, con el agua, con la sal disuelta en el agua, con la uni贸n del hombre y la mujer. Tambi茅n idearon par谩bolas e im谩genes para describir el Brahma creador de dioses que son m谩s grandes que el mismo Brahma, y distinguieron entre el Brahma creador y el que encierra en s铆 lo creado, de manera que procuraban compararlo consigo mismo. Y argumentaron brillantemente sobre si el Atman es anterior a su nombre, o si su nombre es id茅ntico a su esencia o s贸lo una creaci贸n de 茅sta.

Una y otra vez intervino el rey proponiendo temas para nuevos interrogantes. Sin embargo, cuanto m谩s prodigaban los brahmanes sus respuestas y sus explicaciones, m谩s solo y abandonado se hallaba entre ellos el rey. Cuando m谩s preguntaba y asent铆a al escuchar las respuestas, y mandaban que fuesen premiadas las m谩s ingeniosas, m谩s ard铆a en su anterior el anhelo de la verdad misma. Pues bien se daba cuenta de que todos aquellos discursos y an谩lisis no serv铆an sino para dar vueltas alrededor de ella, pero sin tocarla nunca. Nadie lograba entrar en el c铆rculo interior. De manera que, conforme iba proponiendo preguntas y repart铆a honores, se ve铆a a s铆 mismo como un ni帽o dedicado junto con otros ni帽os a una especie de juego. Hermoso, s铆, pero de los que provocan sonrisas indulgentes por parte de los hombres adultos.

Por eso el rey fue ensimism谩ndose cada vez m谩s, pese a hallarse en medio de la gran asamblea. Cerr贸 todos los sentidos y dirigi贸 su voluntad ardiente a ese foco, la verdad, pues sab铆a que todos los seres participan de ella y duerme en el interior de cada uno, tambi茅n en el de los reyes. Y como era un ser puro, en cuyo interior no subsist铆a ninguna escoria, fue encontrando suficiencia y claridad dentro de s铆 mismo. Cuanto m谩s se sum铆a en s铆, mayor era la luz que percib铆a, como el que camina dentro de una caverna y cada paso le lleva m谩s y m谩s cerca del resplandor de la salida.

Mientras tanto, los brahmanes continuaron largo rato hablando y discutiendo, sin darse cuenta de que el rey estaba como sordo y mudo. Se exaltaban, alzaban las voces cada vez m谩s, y no pocos manifestaban as铆 la envidia por las vacas que hab铆an correspondido a otros.

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Hasta que, por fin, uno de ellos repar贸 en la distracci贸n del monarca. Interrumpiendo su discurso, levant贸 la mano y lo se帽al贸 con el dedo, y su interlocutor call贸 e hizo lo mismo, y el vecino de 茅ste tambi茅n. Al fondo del atrio algunos grupos alborotaban y charlaban todav铆a, pero la mayor铆a guardaba un silencio sepulcral. Hasta que callaron todos, sentados sin decir nada y mirando al rey, que se manten铆a erguido, el semblante impasible, la vista dirigida al infinito. Y su rostro irradiaba una luz fr铆a y clara como la de una estrella. Entonces todos los brahmanes se inclinaron ante su 茅xtasis y comprendieron que cuanto estaban haciendo era s贸lo un juego de ni帽os, mientras que el personaje real estaba habitado por Dios mismo, el ep铆tome de todos los dioses.

Pero el rey, cuyos sentidos estaban fundidos en la unidad y vueltos hacia lo interior, segu铆a contemplando la verdad misma, indivisible, en forma de luz pura que infund铆a en su interior una certeza dulc铆sima, a la manera en que un rayo de sol cuando atraviesa una piedra preciosa la convierte en luz y sol, con lo que criatura y creador se hacen uno.

Luego volvi贸 en s铆, y cuando mir贸 a su alrededor, sus ojos re铆an y su frente brillaba como un lucero. Despoj谩ndose de sus ropas, sali贸 del templo, sali贸 de la ciudad y del reino, y se adentr贸 desnudo en la selva, donde desapareci贸 para siempre.

FIN


 
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Mar de fondo

饾惖饾憻饾懄饾憥饾憶 饾憠饾憱饾憴饾憴饾憥饾憪饾憻饾憭饾懅 (Lima, 1990) Director del Blog de Mar de fondo. Estudi茅 Comunicaciones, Sociolog铆a y soy autor del libro "Las vidas que tom茅 prestadas". Amante de los cuentos, cartas, diarios y novelas. Convencido de que "饾憟饾憶 饾憫饾憱́饾憥 饾憴饾憭饾憱́饾憫饾憸 饾憶饾憸 饾憭饾憼 饾憿饾憶 饾憫饾憱́饾憥 饾憹饾憭饾憻饾憫饾憱饾憫饾憸."

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