NO COMPRES. ADOPTA
Siempre se había sentido como un bicho raro. Como si hubiese nacido en otra época, en otro lugar. Como si ese no fuese su sitio.
Por eso siempre emigraba a otros lugares. Bueno, no emigraba, simplemente viajaba sin rumbo. A pueblos o ciudades nuevas, con gente nueva y calles desconocidas.
No podía ir muy lejos, dependía del transporte público, pero al menos una vez a la semana se dedicaba a su vagabundeo por la provincia. Incluso alguna vez se había aventurado a salir de ella y pasar a las provincias limítrofes, incluso a la comunidad vecina.
Es lo que tiene ser nómada, pensó cuando se encontró completamente perdida en una plaza de la que desconocía el nombre y a la que le había llevado una de las 8 callejuelas que convergen ahí.
¿dónde demonios estoy?
Se había desorientado. Rara vez le pasaba, su ancestros nómadas, de lo que ella estaba convencida, aunque sus padres dudaron de ello, le proveían de los genes necesarios para no perderse.
- No estoy perdida. Es justo dónde tenía que estar-. Solía decir. - Si las calles me llevan hasta aquí, por algo será.
Se sentó en esa plaza. En un banco de cemento de esos tan feos que ponen en las plazas nuevas o cuando les da por modernizar alguna.
Era una plaza de esas que quieren hacer tan minimalistas que se olvidan de acercar a la gente y procurarles ambientes cálidos y acogedores.
Pero bueno, es lo que tiene el siglo XXI. Nada va del hombre, todo va sobre algo más.
Entonces la vio. Caminando sin rumbo por la plaza.
Una gallina.
¿Qué cojones hacía ahí una gallina?
¿De dónde había salido?
Escudriñó todos los callejones que llevaban hasta allí, esperando ver a alguien correr
detrás de ella. Pero no vio a nadie.
De hecho solo en ese momento se dio cuenta de que no había nadie más que ella allí. Ella y la gallina.
Con esa mirada de incredulidad y suspicacia propia de situaciones inesperadas, siguió mirando alrededor.
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Lo único que vio y que la dejó más boquiabierta todavía fue una oveja.
¡Una oveja!
Cruzando la plaza al igual que lo estaba haciendo esa gallina.
- Esto debe de ser una cámara oculta - pensó.
Y miró de arriba a abajo, todas las esquinas, todas las ventanas de los edificios de alrededor esperando ver a alguien grabando y muriéndose de la risa ante su sorpresa. Sin embargo, no vio nada.
De hecho todo estaba extrañamente quieto. Inquietantemente vacío.
Cuando bajó del autobús ¿había gente?
Sí. Había gente.
O ¿no?
Estaba tan ensimismada en sus cosas. Tan concentrada en seguir sus instintos y ver a dónde le llevaban que no había prestado atención a si había gente a su alrededor.
Pero sí, seguro que sí que había, de otro modo le habría llamado la atención antes.
¿Se había cruzado con algún animal?
Siguió con la mirada a la oveja, mientras de vez en cuando echaba un rápido vistazo a la gallina, que era más rápida e inesperada en movimientos.
- ¿Qué es eso? - pensó -¿Está cagando? -La oveja estaba cagando en medio de la plaza.
Justo después apareció un cerdo por la misma calle por la que habían salido los dos animales anteriores.
Eso fue demasiado. Se levantó como un resorte y se dio media vuelta para marcharse de allí cuanto antes. El nerviosismo le hizo no recordar por qué calle había salido, así que se metió por la más cercana. Tenía que irse de allí.
No sabía qué estaba pasando. Si se trataba de una broma, no le hacía ninguna gracia ser protagonista para que otros se riesen.
Y si no era una cámara oculta…¡Qué cojones!
Caminó por esa calle empedrada de zona vieja, siendo consciente por primera vez de que todo estaba vacío.
Las tiendas abiertas, pero sin gente, con los productos en los escaparates, incluso con pequeños puestos fuera. Bien surtidos, pero todo desierto.
El taller de coches tenía un coche con el capó abierto, con el motor a la vista, pero no había nadie allí. De la panadería salía olor a pan recién horneado, pero ni rastro de ningún ser humano.
Más asustada que sorprendida se dirigió hacia la parada de autobús. Tenía que salir de allí. Empezaba a resultar espeluznante.
Daba igual si era su parada, lo que apremiaba era alejarse de aquel pueblo.
No había nadie más esperando ningún autobús. Ningún coche pasaba por la carretera.
Un burro pasó caminando tranquilamente. Sin ninguna carga a sus lomos parecía que iba disfrutando del paseo.
Cuando llegó a su altura se detuvo delante de ella.
Llegas tarde -le dijo. - El último autobús ya se ha ido.
No pudo contestar. Su cara de asombro y su boca abierta se lo impidieron.
Cierra la boca o te entrarán moscas. ¿Me has oído? Que ya no hay más
autobuses.
¿Me estás hablando a mí?
¿Ves a alguien más por aquí?
Pero eres un burro.
Y tú no, ¿y qué?
¿Por qué estoy hablando con un burro?
¿Y por qué no? Yo estoy hablando con una humana que, por cierto, pone en duda lo de seres inteligentes.
¿Qué ha pasado? ¿Dónde está todo el mundo?
Si por todo el mundo te refieres a todos los humanos, se han ido. Este no es un pueblo para ellos. Y les hemos echado. Se han ido. Primera victoria conseguida.
Ahora seguiremos con el resto
¿El resto?
Cuando su hábitat sea lo más incómodo posible para ellos, desearán irse. Y nos devolverán nuestro espacio, ese que nos robasteis hace tanto tiempo.
¿A dónde han ido?
No lo sé. Simplemente se han ido. Sin mirar atrás.
Eres un burro ¡no puedes hablar!
¿Creéis en dios y no creéis que un burro puede hablar? Todavía no entiendo como llegasteis a dominar el mundo. Pero está claro, por algo os hemos expulsado.
Vosotros seguid así, que en breve, el mundo será nuestro de nuevo.
Un grupo de cabras pasó andando y, lo que parecía, riéndose de ella mientras la miraban de reojo.
TE RECOMIENDO, LECTOR: "Los agitadores", cuento de John Steinbeck
Y ¿ahora, qué hago yo? ¿Puedo quedarme?
El burro arqueó las cejas en actitud sorprendida.
(Sí, los burros no tienen cejas. Pero tampoco hablan, así que si los estamos humanizando todo es posible).
¿Quieres quedarte aquí? ¿Con nosotros?
No tengo dónde ir. ¿Cómo voy a irme? No sé volver a casa
No sé ni dónde estoy
Bueno, podrías ser mi mascota. Dormirías en el suelo y comerías sobras, si las hay. Tendrías que llevar un collar, para que todos sepan que eres mía. Cuando tenga tiempo, te sacaré a pasear, pero te rascaré la cabeza de vez en cuando. Si te parece bien, quédate.
Las cabras no podían salir de su asombro al oír la conversación.
¿Vas a tener una mascota? ¡Qué guay! Yo también quiero una.
Igual ha quedado algún humano despistado todavía por ahí. Como esta.
Si hablamos con los de otros pueblos, igual nos pueden guardar alguno antes de que se vayan todos.
Sí, estaría bien.
Incluso pagaría por ello. Prefiero una hembra, joven y sin pelos, que huele menos. Igual me sale más caro, pero bueno.
FIN
Autora: Laura Cortázar
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