Leamos "Cr贸nica", cuento de Guy de Maupassant

¡Hola, lectores! En esta oportunidad les traigo una genial historia de Maupassant, una cr铆tica ir贸nica y mordaz sobre la justicia y las decisiones judiciales en Francia. Aqu铆 encontraremos dos casos  de cr铆menes pasionales: una mujer que desfigur贸 a su rival con 谩cido y un marido que dispar贸 a su competidor amoroso ¡Leamos! 

"Cr贸nica", cuento de Guy de Maupassant
Imagen tomada de Pinterest: https://pin.it/1Ygtup9oW


CR脫NICA


¡Por fin! ¡Por fin! Honor a la justicia de nuestro pa铆s; resulta casi asombrosa. En quince d铆as, ha practicado dos detenciones sorprendentes.

Ha condenado a un a帽o de c谩rcel a una joven furia que hab铆a desfigurado con vitriolo el rostro de su rival.

Luego, ocho d铆as despu茅s, aplic贸 id茅ntico castigo a un marido, primero complaciente, luego celoso, que hab铆a alojado una bala de rev贸lver en el vientre de su feliz competidor.

Esta nueva forma de apreciar este tipo de delitos es seguramente preferible a la antigua. Pero deja a煤n que desear.

En el primer caso, un m茅dico, que hac铆a la corte a dos mujeres, es la causa de esta espantosa venganza, peor que la misma muerte. Una pobre muchacha, desfigurada, vuelta repulsiva, llevar谩 hasta el final de sus d铆as las marcas horribles de la infidelidad perfectamente excusable de un hombre.

¿Qui茅n es, por tanto, el culpable, si es que lo hay? ¡Seguro que el hombre!

Viene, como testigo, a deponer sobre los hechos.

Pues bien, la 煤nica, la verdadera condenada, la gran castigada, es la inocente.

Un a帽o de c谩rcel, muy bien. No es nada. Por un a帽o de c谩rcel, se puede privar de nariz y orejas y abrasar los ojos a una rival cuya belleza os molesta. ¿Acaso la 煤nica forma de castigar esta confusi贸n en la elecci贸n de la v铆ctima y este error sobre el culpable no ser铆a condenar a una reparaci贸n pecuniaria, la 煤nica a la que se muestra profundamente sensible la Humanidad? ¿No deber铆a ordenarse que, durante diez, veinte a帽os, hasta la muerte, ya que las atroces heridas duran hasta la descomposici贸n final, que, hasta la muerte, la que ha mutilado as铆 a su rival, en vez de castigar al amante, le pague una pensi贸n, le pase una renta, le d茅, si es una trabajadora, la mitad de lo que gana y, si es rica, una suma considerable?

La otra podr铆a donarlo a los pobres, si tal es su deseo.

En el segundo caso, el marido, un obrero, hab铆a tolerado todas las aventuras de su mujer. Diez veces la recuper贸 y diez veces volvi贸 ella a irse. Llev贸 su complacencia hasta el punto de decirle al abrir la puerta: «Te concedo ocho d铆as, no m谩s. En ocho d铆as, tienes tiempo de satisfacer tu capricho. Luego debes volver y portarte con sensatez».

Ella respondi贸: «S铆, mi querido ogro». Hizo su petate para una semana, y luego se puso en camino, muy contenta, porque 茅l hab铆a confiado en la palabra dada.

Al entrar en casa de su amigo, ella le dijo sin duda: «¿Sabes?, dispongo de ocho d铆as».

El otro debi贸 de responder: «¡Vaya, pues muy bien! Tu marido es muy amable. Le invitar茅 a una copa la pr贸xima vez que le vea».

Tambi茅n ese hombre dorm铆a tranquilo. Ahora bien, una ma帽ana, se topa con el marido. Va a su encuentro, le da la mano, para proponerle que entren en la taberna de enfrente. ¿Qu茅 pod铆a temerse? ¡A煤n ten铆a tres d铆as por delante!

Pero el marido, faltando a su palabra, violando el acuerdo al que hab铆a llegado con su mujer, traidor como un general que, durante el armisticio, mientras ondea la bandera blanca sobre las murallas, dispara contra el enemigo confiado e inerme, el marido le dio la mano, pero la mano armada con un rev贸lver e hizo fuego. Veamos, ¿es esto honesto y leal?

Y la culpable, la 煤nica, la verdadera culpable, la esposa infiel, vuelve tan tranquila al domicilio conyugal. ¡Por si fuera poco, va a tener un a帽o de libertad! ¡Los se帽ores miembros del jurado acaban, finalmente, por recompensarla! ¡El marido le conced铆a ocho d铆as, ellos le conceden un a帽o! ¡Pero, en tales condiciones, todo son ventajas al enga帽ar al marido! Cu谩ntas mujeres conozco que reflexionar谩n… y tal vez…

No conviene olvidar, sin embargo, que, desde hace seis meses, la moral ha cambiado en Francia. Las j贸venes que recurren al vitriolo y los maridos que recurren a la pistola est谩n expuestos actualmente a ir a dormir durante un tiempo sobre la paja h煤meda de una mazmorra. ¡Bueno, mejor as铆!


$ads={2}


¿Qui茅n sabe? Tal vez, dentro de un a帽o, se les condene a trabajos forzados, y, dentro de cinco, al no estar ya el se帽or Gr茅vy, se les guillotine.

De modo que lo que era perfectamente excusable hace poco, ya no lo es. Mejor no caer jam谩s bajo las garras de la justicia, hermanos.

Lo que resultar铆a interesante, por ejemplo, es saber c贸mo actuar铆an, ante los mismos casos y en las mismas circunstancias, los jueces de los principales pueblos del mundo.

¿C贸mo ser铆a tratado ese marido veleidoso e imprevisible por un tribunal ingl茅s, por un tribunal espa帽ol, por los tribunales italianos, alemanes, rusos, musulmanes, daneses o escandinavos?




Apostar铆a ciento contra uno a que el mismo hombre, por ese id茅ntico crimen, ser铆a condenado a muerte aqu铆, puesto en libertad all谩, simplemente apercibido en tal latitud y felicitado en tal otra.

La acci贸n es la misma, pero la manera de juzgar difiere tanto, por tantas razones, seg煤n los lugares y las costumbres, que el Jud铆o Errante, por ejemplo, no debe de saber nunca si ha hecho algo bueno o malo, si merece ser alentado o bien castigado.

Recuerdo haber le铆do un d铆a el relato de un crimen espantoso, de un crimen contra natura, cometido en Italia, y se me ocurri贸 pensar, mientras le铆a los horribles detalles, que era un delito muy italiano, el fruto que puede dar la herencia de una raza.

Un criminal ingl茅s, un criminal franc茅s, no menos feroces, pero diferentes, 茅ste con un escepticismo insolente, aqu茅l con un cinismo sombr铆o, no habr铆an tenido esa suerte de fanatismo supersticioso, esa crueldad convencida.

Me dirig铆a yo de G茅nova a Marsella, solo en mi vag贸n. Era en primavera, hac铆a calor. Los deliciosos aromas de los naranjos, de los limoneros y de los rosales de que est谩 cubierta esa costa, entraban, adormecedores y embriagadores, por las ventanillas bajadas.

Dos se帽oras, que se hab铆an apeado en Bordighera, hab铆an dejado en el asiento un viejo peri贸dico desgarrado, un peri贸dico italiano, del mes de agosto de 1882.

Lo cog铆, sin ninguna intenci贸n, y me puse a hojearlo. Y he aqu铆 que encontr茅 este art铆culo de la cr贸nica negra:

En los alrededores de San Remo viv铆a una viuda con su 煤nico hijo. La mujer era una persona de edad, de condici贸n humilde, y quer铆a a su peque帽o como a lo 煤nico que ten铆a en este mundo.

Cay贸 enfermo, de una enfermedad desconocida, que los m茅dicos fueron incapaces de diagnosticar. Se desmejoraba, cada d铆a m谩s p谩lido y d茅bil. Se mor铆a.

Finalmente, fue declarado incurable, desahuciado sin esperanza. La madre, loca de dolor, hab铆a llamado a todos los curanderos de la regi贸n, rezado a todas las V铆rgenes, dicho rosarios en todas las capillas.

Por 煤ltimo, fue a ver a una especie de brujo, un anciano temido que echaba suertes, practicaba la magia negra y la medicina, prestaba clandestinamente a la gente todas las ayudas perseguidas por la ley, y que conoc铆a, dec铆an, remedios secretos maravillosos.

Ella le suplic贸 que fuera con ella, prometi茅ndole que si curaba a su pobre hijo, le dar铆a todo cuanto le pidiera, todo, incluso su vida, prodigando las m谩s exaltadas promesas, tan f谩ciles de hacer en los momentos de enloquecimiento, y, por otra parte, tan propias del amable pueblo italiano, que recurre en toda ocasi贸n a los adjetivos calificativos m谩s expresivos.

El brujo la sigui贸. Y, ya sea porque fue m谩s clarividente que los m茅dicos, ya porque tuvo la suerte de cara, lo cierto es que el ni帽o se cur贸, gracias a sus cuidados o, quiz谩, a pesar de ellos.

Cuando ella le vio de nuevo levantarse, caminar, correr y alegre como en otro tiempo, la madre, delirando de alegr铆a, volvi贸 a ver al salvador: «Vengo a mantener mi promesa —dijo—; ¿qu茅 quiere que le d茅?».

TE RECOMIENDO, LECTOR:"Carta de un loco", cuento de Guy de Maupassant


脡l exigi贸 todo cuanto pose铆a, todo. Campo, huerto, casa, mobiliario, dinero, todo, excepto lo que llevaban puesto la mujer y su chiquillo.

Ella se qued贸 aterrada ante aquella imprevista y terrible pretensi贸n.

«¡Pero todo no puedo d谩rselo! Pues soy vieja y no puedo trabajar. 脡l es demasiado joven a煤n para hacer nada. ¿Es que vamos a tener que mendigar?»

Ella le suplic贸, le demostr贸 que para ellos supon铆a la muerte: para ella debilitada, para su hijo reci茅n curado; que no pod铆a llev谩rselo as铆 por los caminos, pidiendo, sin un techo para pasar la noche, sin una silla para sentarse, sin una mesa para comer.

Ella le ofreci贸 la mitad de sus bienes, las tres cuartas partes, reserv谩ndose tan s贸lo lo imprescindible para vivir durante unos a帽os, hasta que el peque帽o fuera mayor.

Y ella regres贸 a su casa espantada

Algunos d铆as m谩s tarde, le trajeron a su hijo agonizante, retorci茅ndose de unos dolores espantosos. Muri贸 tras haber balbuceado que el brujo, habi茅ndole encontrado por la calle, le hab铆a hecho ingerir unas grageas.

El hombre fue detenido. Confes贸 su crimen con aplomo, con orgullo.

«S铆 —dijo—, le envenen茅. Me pertenec铆a, puesto que yo le hab铆a salvado. ¿Qu茅 pueden reprocharme? La madre no mantuvo su promesa: por lo que yo deshice lo que hab铆a hecho, le arrebat茅 la vida de su hijo que ella me deb铆a. Estaba en mi derecho.»

Trataron de hacerle comprender la horrible, la monstruosa acci贸n que hab铆a cometido.

Permaneci贸 inconmovible en su razonamiento.

«El ni帽o me pertenec铆a, puesto que yo le hab铆a salvado.»

No s茅 cu谩l fue el fallo al haber aplazado el tribunal para ocho d铆as m谩s tarde la sentencia.

Una causa similar se habr铆a convertido, en Francia, en una causa c茅lebre, como la de La Pommerais o la de la se帽ora Lafarge. En Italia pas贸 inadvertida. Entre nosotros, este hombre habr铆a sido sin duda condenado a muerte. All铆, quiz谩 ha sido condenado a un a帽o de c谩rcel como lo han sido aqu铆 este mes la mujer del vitriolo o el marido armado.

FIN




Mar de fondo

饾惖饾憻饾懄饾憥饾憶 饾憠饾憱饾憴饾憴饾憥饾憪饾憻饾憭饾懅 (Lima, 1990) Director del Blog de Mar de fondo. Estudi茅 Comunicaciones, Sociolog铆a y soy autor del libro "Las vidas que tom茅 prestadas". Amante de los cuentos, cartas, diarios y novelas. Convencido de que "饾憟饾憶 饾憫饾憱́饾憥 饾憴饾憭饾憱́饾憫饾憸 饾憶饾憸 饾憭饾憼 饾憿饾憶 饾憫饾憱́饾憥 饾憹饾憭饾憻饾憫饾憱饾憫饾憸."

Publicar un comentario

Art铆culo Anterior Art铆culo Siguiente