¡Qu茅 tal, lectores y lectoras de Mar de fondo! Es muy conocida la calidad de Jorge Luis Borges y sus admirables recursos para construir una historia. El libro "Ficciones" est谩 lleno de geniales relatos que nos remontan a episodios hist贸ricos impresionantes. El cuento que leer谩s a continuaci贸n tiene de eso y m谩s, en la figura de Judas, el ap贸stol traidor ¡Disfruta tu lectura!
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Imagen: Tomada de Pinterest Judas l'Iscariote : et c'茅tait la nuit - 1906 |
TRES VERSIONES DE JUDAS
En el Asia Menor o en Alejandr铆a, en el segundo siglo de nuestra fe, cuando Bas铆lides publicaba que el cosmos era una temeraria o malvada improvisaci贸n de 谩ngeles deficientes, Niels Runeberg hubiera dirigido, con singular pasi贸n intelectual, uno de los covent铆culos gn贸sticos. Dante le hubiera destinado, tal vez, un sepulcro de fuego; su nombre aumentar铆a los cat谩logos de heresiarcas menores, entre Satornilo y Carp贸crates; alg煤n fragmento de sus pr茅dicas, exonerado de injurias, perdurar铆a en el ap贸crifo Liber adversus omnes haereses o habr铆a perecido cuando el incendio de una biblioteca mon谩stica devor贸 el 煤ltimo ejemplar del Syntagma. En cambio, Dios le depar贸 el siglo veinte y la ciudad universitaria de Lund. Ah铆, en 1904, public贸 la primera edici贸n de Kristus och Judas; ah铆, en 1909, su libro capital Den hemlige Fr盲lsaren. (Del 煤ltimo hay versi贸n alemana, ejecutada en 1912 por Emili Schering; se llama Der heimliche Heiland.)
Antes de ensayar un examen de los precitados trabajos, urge repetir que Nils Runeberg, miembro de la Uni贸n Evang茅lica Nacional, era hondamente religioso. En un cen谩culo de Par铆s o aun en Buenos Aires, un literato podr铆a muy bien redescubir las tesis de Runeberg; esas tesis, propuestas en un cen谩culo, ser铆an ligeros ejercicios in煤tiles de la negligencia o de la blasfemia. Para Runeberg, fueron la clave que descifra un misterio central de la teolog铆a; fueron materia de meditaci贸n y an谩lisis, de controversia hist贸rica y filol贸gica, de soberbia, de j煤bilo y de terror. Justificaron y desbarataron su vida. Quienes recorran este art铆culo, deben asimismo considerar que no registra sino las conclusiones de Runeberg, no su dial茅ctica y sus pruebas. Alguien observar谩 que la conclusi贸n precedi贸 sin duda a las “pruebas”. ¿Qui茅n se resigna a buscar pruebas de algo no cre铆do por 茅l o cuya pr茅dica no le importa?
La primera edici贸n de Kristus och Judas lleva este categ贸rico ep铆grafe, cuyo sentido, a帽os despu茅s, monstruosamente dilatar铆a el propio Nils Runeberg: No una cosa, todas las cosas que la tradici贸n atribuye a Judas Iscariote son falsas (De Quincey, 1857). Precedido por alg煤n alem谩n, De Quincey especul贸 que Judas entreg贸 a Jesucristo para forzarlo a declarar su divinidad y a encender una vasta rebeli贸n contra el yugo de Roma; Runeberg sugiere una vindicaci贸n de 铆ndole metaf铆sica. H谩bilmente, empieza por destacar la superfluidad del acto de Judas. Observa (como Robertson) que para identificar a un maestro que diariamente predicaba en la sinagoga y que obraba milagros ante concursos de miles de hombres, no se requiere la traici贸n de un ap贸stol. Ello, sin embargo, ocurri贸. Suponer un error en la Escritura es intolerable; no menos tolerable es admitir un hecho casual en el m谩s precioso acontecimiento de la historia del mundo. Ergo, la traici贸n de Judas no fue casual; fue un hecho prefijado que tiene su lugar misterioso en la econom铆a de la redenci贸n. Prosigue Runeberg: El Verbo, cuando fue hecho carne, pas贸 de la ubicuidad al espacio, de la eternidad a la historia, de la dicha sin l铆mites a la mutaci贸n y a la carne; para corresponder a tal sacrificio, era necesario que un hombre, en representaci贸n de todos los hombres, hiciera un sacrificio condigno. Judas Iscariote fue ese hombre. Judas, 煤nico entre los ap贸stoles, intuy贸 la secreta divinidad y el terrible prop贸sito de Jes煤s. El Verbo se hab铆a rebajado a mortal; Judas, disc铆pulo del Verbo, pod铆a rebajarse a delator (el peor delito que la infamia soporta) y ser hu茅sped del fuego que no se apaga. El orden inferior es un espejo del orden superior; las formas de la tierra corresponden a las formas del cielo; las manchas de la piel son un mapa de las incorruptibles constelaciones; Judas refleja de alg煤n modo a Jes煤s. De ah铆 los treinta dineros y el beso; de ah铆 la muerte voluntaria, para merecer aun m谩s la Reprobaci贸n. As铆 dilucid贸 Nils Runeberg el enigma de Judas.
Los te贸logos de todas las confesiones lo refutaron. Lars Peter Engstr枚m lo acus贸 de ignorar, o de preterir, la uni贸n hipost谩tica; Axel Borelius, de renovar la herej铆a de los docetas, que negaron la humanidad de Jes煤s; el acerado obispo de Lund, de contradecir el tercer vers铆culo del cap铆tulo 22 del Evangelio de San Lucas.
Estos variados anatemas influyeron en Runeberg, que parcialmente reescribi贸 el reprobado libro y modific贸 su doctrina. Abandon贸 a sus adversarios el terreno teol贸gico y propuso oblicuas razones de orden moral. Admiti贸 que Jes煤s, «que dispon铆a de los considerables recursos que la Omnipotencia puede ofrecer», no necesitaba de un hombre para redimir a todos los hombres. Rebati贸, luego, a quienes afirman que nada sabemos del inexplicable traidor; sabemos, dijo, que fue uno de los ap贸stoles, uno de los elegidos para anunciar el reino de los cielos, para sanar enfermos, para limpiar leprosos, para resucitar muertos y para echar fuera demonios (Mateo 10: 7-8; Lucas 9: 1). Un var贸n a quien ha distinguido as铆 el Redentor merece de nosotros la mejor interpretaci贸n de sus actos. Imputar su crimen a la codicia (como lo han hecho algunos, alegando a Juan 12: 6) es resignarse al m贸vil m谩s torpe. Nils Runeberg propone el m贸vil contrario: un hiperb贸lico y hasta ilimitado ascetismo. El asceta, para mayor gloria de Dios, envilece y mortifica la carne; Judas hizo lo propio con el esp铆ritu. Renunci贸 al honor, al bien, a la paz, al reino de los cielos, como otros, menos heroicamente, al placer1. Premedit贸 con lucidez terrible sus culpas. En el adulterio suelen participar la ternura y la abnegaci贸n; en el homicidio, el coraje; en las profanaciones y la blasfemia, cierto fulgor sat谩nico. Judas eligi贸 aquellas culpas no visitadas por ninguna virtud: el abuso de confianza (Juan 12: 6) y la delaci贸n. Obr贸 con gigantesca humildad, se crey贸 indigno de ser bueno. Pablo ha escrito: El que se gloria, glor铆ese en el Se帽or (I Corintios 1: 31); Judas busc贸 el Infierno, porque la dicha del Se帽or le bastaba. Pens贸 que la felicidad, como el bien, es un atributo divino y que no deben usurparlo los hombres2.
Muchos han descubierto, post factum, que en los justificables comienzos de Runeberg est谩 su extravagante fin y que Den hemlige Fr盲lsaren es una mera perversi贸n o exasperaci贸n de Kristus och Judas. A fines de 1907, Runeberg termin贸 y revis贸 el texto manuscrito; casi dos a帽os transcurrieron sin que lo entregara a la imprenta. En octubre de 1909, el libro apareci贸 con un pr贸logo (tibio hasta lo enigm谩tico) del hebra铆sta dinamarqu茅s Erik Erfjord y con este p茅rfido ep铆grafe: En el mundo estaba y el mundo fue hecho por 茅l, y el mundo no lo conoci贸 (Juan 1: 10). El argumento general no es complejo, si bien la conclusi贸n es monstruosa. Dios, arguye Nils Runeberg, se rebaj贸 a ser hombre para la redenci贸n del g茅nero humano; cabe conjeturar que fue perfecto el sacrificio obrado por 茅l, no invalidado o atenuado por omisiones. Limitar lo que padeci贸 a la agon铆a de una tarde en la cruz es blasfematorio3. Afirmar que fue hombre y que fue incapaz de pecado encierra contradicci贸n; los atributos de impeccabilitas y de humanitas no son compatibles. Kemnitz admite que el Redentor pudo sentir fatiga, fr铆o, turbaci贸n, hambre y sed; tambi茅n cabe admitir que pudo pecar y perderse. El famoso texto Brotar谩 como ra铆z de tierra sedienta; no hay buen parecer en 茅l, ni hermosura; despreciado y el 煤ltimo de los hombres; var贸n de dolores, experimentado en quebrantos (Isa铆as 53: 2-3), es para muchos una previsi贸n del crucificado, en la hora de su muerte; para algunos (verbigracia, Hans Lassen Martensen), una refutaci贸n de la hermosura que el consenso vulgar atribuye a Cristo; para Runeberg, la puntual profec铆a no de un momento sino de todo el atroz porvenir, en el tiempo y en la eternidad, del Verbo hecho carne. Dios totalmente se hizo hombre hasta la infamia, hombre hasta la reprobaci贸n y el abismo. Para salvarnos, pudo elegir cualquiera de los destinos que traman la perpleja red de la historia; pudo ser Alejandro o Pit谩goras o Rurik o Jes煤s; eligi贸 un 铆nfimo destino: fue Judas.
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En vano propusieron esa revelaci贸n las librer铆as de Estocolmo y de Lund. Los incr茅dulos la consideraron, a priori, un ins铆pido y laborioso juego teol贸gico; los te贸logos la desde帽aron. Runeberg intuy贸 en esa indiferencia ecum茅nica una casi milagrosa confirmaci贸n. Dios ordenaba esa indiferencia; Dios no quer铆a que se propalara en la tierra Su terrible secreto. Runeberg comprendi贸 que no era llegada la hora: Sinti贸 que estaban convergiendo sobre 茅l antiguas maldiciones divinas; record贸 a El铆as y a Mois茅s, que en la monta帽a se taparon la cara para no ver a Dios; a Isa铆as, que se aterr贸 cuando sus ojos vieron a Aquel cuya gloria llena la tierra; a Sa煤l, cuyos ojos quedaron ciegos en el camino de Damasco; al rabino Sime贸n ben Aza铆, que vio el Para铆so y muri贸; al famoso hechicero Juan de Viterbo, que enloqueci贸 cuando pudo ver a la Trinidad; a los Midrashim, que abominan de los imp铆os que pronuncian el Shem Hamephorash, el Secreto Nombre de Dios. ¿No era 茅l, acaso, culpable de ese crimen oscuro? ¿No ser铆a 茅sa la blasfemia contra el Esp铆ritu, la que no ser谩 perdonada (Mateo 12: 31)? Valerio Sorano muri贸 por haber divulgado el oculto nombre de Roma; ¿qu茅 infinito castigo ser铆a el suyo, por haber descubierto y divulgado el horrible nombre de Dios?
Ebrio de insomnio y de vertiginosa dial茅ctica, Nils Runeberg err贸 por las calles de Malm枚, rogando a voces que le fuera deparada la gracia de compartir con el Redentor el Infierno.
Muri贸 de la rotura de un aneurisma, el primero de marzo de 1912. Los heresi贸logos tal vez lo recordar谩n; agreg贸 al concepto del Hijo, que parec铆a agotado, las complejidades del mal y del infortunio.
FIN
1. Borelius interroga con burla: ¿Por qu茅 no renunci贸 a renunciar? ¿Por qu茅 no a renunciar a renunciar?
2. Euclydes da Cunha, en un libro ignorado por Runeberg, anota que para el heresiarca de Canudos, Antonio Conselheiro, la virtud «era una casi impiedad». El lector argentino recordar谩 pasajes an谩logos en la obra de Almafuerte. Runeberg public贸, en la hoja simb贸lica Sju insegel, un asiduo poema descriptivo, El agua secreta; las primeras estrofas narran los hechos de un tumultuoso d铆a; las 煤ltimas, el hallazgo de un estanque glacial; el poeta sugiere que la perduraci贸n de esa agua silenciosa corrige nuestra in煤til violencia y de alg煤n modo la permite y la absuelve. El poema concluye as铆: El agua de la selva es feliz; podemos ser malvados y dolorosos.
3. Maurice Abramowicz observa: “J茅sus, d’apr茅s ce scandinave, a toujours le beau r么le; ses d茅boires, gr芒ce 脿 la science des typographes, jouissent d’une r茅putabon polyglotte; sa r茅sidence de trente-trois ans parmi les humains ne fut en somme, qu’une vill茅giature”. Erfjord, en el tercer ap茅ndice de la Christelige Dogmatik refuta ese pasaje. Anota que la crucifixi贸n de Dios no ha cesado, porque lo acontecido una sola vez en el tiempo se repite sin tregua en la eternidad. Judas, ahora, sigue cobrando las monedas de plata; sigue besando a Jesucristo; sigue arrojando las monedas de plata en el templo; sigue anudando el lazo de la cuerda en el campo de sangre. (Erlord, para justificar esa afirmaci贸n, invoca el 煤ltimo cap铆tulo del primer tomo de la Vindicaci贸n de la eternidad, de Jaromir Hlad铆k).
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