¡Buenos días, queridos lectores! César Abraham Vallejo Mendoza es uno de los autores más queridos del Blog y uno de los máximos exponentes de las letras peruanas. Vallejo fue un peta dotado de una sensibilidad impresionante, conmovedora y es sabido también que tuvo que pasar sus últimos años en París y que extrañó tanto a su querida patria; pero desde allá, Vallejo colaboró con diarios y revistas escribiendo artículos sobre diversos temas, entre ellos la vida en París. Por eso, hoy disfrutarás de unos de sus textos más interesantes y reflexivos.
César Vallejo el articulista
Vallejo tuvo que autoexiliarse en un Francia, pero supo convivir con esa dura situación, pudo apreciar la belleza de Europa y hacerla inspiración. El libro que recoge este y otros artículos, fue prologado por Luis Alberto Sánchez, importante crítico y estudioso de los autores más relevantes del Perú. Sánchez menciona que Vallejo salió en 1923 y que a pesar de su ausencia física nunca perdió contacto con su público.
Es gracias a artículos como el que leerás a continuación, que la voz de Vallejo nunca se apagó y al mismo tiempo le sirvieron para subsistir a la distancia. Redactó muchos de ellos para diarios y revistas. Algunos de ellos fueron "Mundial" y "Variedades", dirigidos por peruanos ilustres como Andrés A. Aramburú y el hijo de Ricardo Palma, Clemente Palma. También colaboró con el diario El Comercio de Perú y la revista "Amauta", dirigida entonces por el gran José Carlos Mariátegui.
Sobre el estilo con el que fueron redactados, Luis Alberto Sánchez diría:
Es curioso observar el estilo de Vallejo en estas páginas. Desde luego, abundan los galicismos y, más que eso, los términos franceses trasladados sin beneficio de comillas a taracear el texto castellano. Se advierte que Vallejo atraviesa un instante de duda entre el francés adviniente y el castellano celoso y raigal. La solución, no es recomendable, pero, sin duda, llena de agilidad y gracia. Si los puristas van a arrugar más aun el ceño, los no-puristas extenderán más la sonrisa, regocijadamente. Buena cosecha.
Ahora sí, sin más preámbulo disfrutemos de este breve artículo del gran César Vallejo...
LA JUSTA DISTRIBUCIÓN DE LAS HORAS
Ahora que en París los días son, a causa de la niebla, tan obscuros como las noches más lóbregas, todas las gentes sufren mil sucesos imprevistos. Los sufren todos. Y todos están también de acuerdo en que nada debe ni puede lograrse fuera del curso normal de la naturaleza. Los propios hombres de trabajo, los grandes exigentes de la voluntad, no llevan su acción hasta el punto de transigir por ejemplo, con las sombras excesivas, por muy pragmáticas que ellas fuesen. El señor Renault, el señor Citroen, el señor Poincaré, que son grandes trabajadores de París, saben que existe una rotación natural en el curso de las horas, sin la cual todo esfuerzo fracasa. A las horas de luz deben seguir las horas de sombra. A las horas de trabajo deben seguir las horas de reposo. Los grandes trabajadores de Francia, al igual que el norteamericano Ford, aman el orden, el equilibrio, la justa basculación de los trabajos y los días, como base de hermosos frutos de toda labor. Hay cosas que no deben hacerse sino en ciertas horas del día o de la noche. Hay cosas que realizadas en la noche, representan un desequilibrio, es decir, una inconveniencia, una lesión al ritmo regular del tiempo. Aún más, podría afirmarse que hay cosas cuya plena eficacia depende del estado de la atmósfera, del calor reinante o de la clase de luz de cada instante. Los grandes trabajadores, los grandes pioneros del éxito, lo saben muy bien. Un poco más cortas las tardes de Locarno o un poco más tardío el sol en ocultarse y, seguramente, el señor Briand y el señor Stresseman no habrían ganado este año el Premio Nobel de la Paz, y la concordia europea habría fracasado para siempre. Un poco más breves o largas esas tardes lacustres de la Suiza neutral y el señor Briand habría seguido siendo pobre, el señor Stresseman, republicano y europeo, esta elástica amazona de la mitología, habría sido lanzado trágicamente del lomo del temble toro, cediendo al arduo cosquilleo político del viento...
La justa o irregular sucesión de la luz y la sombra mira, asimismo, hacia el lado del fracaso de las cosas. Estos grandes hombres de labor conocen también hasta que punto una noche demasiado larga o un día muy nublado pueden determinar las derrotas, las faltas y las caídas de los hombres. Jean Richepin se hacía tomar un día fotografías para los prolegómenos de la película "Chemineau", que se filma actualmente en los alrededores de París. Las placas fueron tomadas en pleno aire. El objetivo vibró. La cámara obscura guardó lo suyo. Jean Richepin volvió a ponerse el abrigo y a caminar. Pero, la muerte había ya también abotonado sus botones superiores. Y cuando Richepin entró a su casa de regreso, se encontró consigo mismo, justamente a la altura del espejo de su lecho. Una neumonía hizo lo demás. Jean Richepin ha muerto. Fácil es comprender que, por muy fotogénico que fuese el autor de las "Blasfemias", alguna cabeza de fósforo debió de haber fallado de encenderse ese día, ya en el fuego del gran sol o en el fuego de los ojos del fotógrafo. Decididamente no es posible sustraerme de la influencia de la atmósfera. Por eso mismo, no es nada bueno un día demasiado nublado, en el que no se ve ya nada y hay necesidad de encender focos eléctricos, a espaldas del corazón humano y de los astros.
Si, a causa de estos trastornos atmosféricos, hay quienes pueden o no recibir premios de Oslo y hay quienes pueden o no recibir la visita de la muerte, pero también existen los demás, que por lo general no llegan en este caso más que a aburrirse admirablemente. Porque no hay cosa más aburrida que la sombra. La luz es rica en variaciones nerviosas. La sombra es, sin remedio, simple y absoluta- mente, invariable, monótona, angustiosa, aplastante. La mucha luz, a lo más ciega. La mucha sombra mata. La mucha luz atañe solamente a la extensión. La mucha sombra atañe a la profundidad. Se aburre uno a fuerza de fondo. El aburrimiento, contra lo que alardean las personas muy ocupadas, es gran trayecto de un hombre o de una raza.
Para los aburridos de los días obscuros de París, acaba de terminar Georges de Bouhelier una obra teatral cuya representación durará por lo menos tres días enteros y seguidos, con sólo algunos entreactos para que el espectador pueda beber, comer y dormir un poco.
Así las gentes podrán distraer sus largas noches de invierno. Se entrará al teatro para quedarse en él tres días sin salir, como quien entra a una clínica. Nadie podrá salir del local mientras dure la representación de la obra. Se entrará y ya no se saldrá sino al tercer día, como en el Nuevo Testamento. Al efecto, se construye un local especial, dentro del cual habrá restorán y unas butacas semejantes a cunas infantiles, a fin de que el espectador que quiera dormir, duerma. Habrá también baños. Las madres quedan autorizadas para llevar a sus niños, con sus respectivas baterías de puericultura. Por otro lado, el teatro de tres días ofrece una gran ventaja, cual es la de conjurar en parte la crisis de la habitación. Por último, el teatro de Bouhelier representará solamente tragedias. Definitivo.
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Y, como si el teatro de tres días no sea bastante a divertir los obscuros días de este invierno, se empieza a hablar de un nuevo sport de la estación, que será introducido en París próximamente. Se trata del pushball, una especie de rugby africano para mujeres, que se diferencia del rugby europeo en que el balón, en vez de estar en el suelo, se mantiene en el aire por un gramn Gmero de manos, listas para atraparlo, apenas caiga. Algunos encuentran en este sport un gran efecto plástico, pues recuerda mucho el célebre grupo en bronce de Carpéaux. "Las cuatro partes del mundo", donde aparece el globo terrestre, sostenido en el aire por las mujeres de todas las razas, a las que la tierra arrastra, girando el tomo de su eje. El push-ball hará su aparición en un gran musichall de París y en el primer match tomarán parte célebres artistas europeos. No se tiene todavía detalles acerca del traje que convendrá llevar en este sport, como no sea tenue, arrogante y natural que usan las mujeres musculosas y sombrías de Togbao.
Mundial, NQ 348, 11 de febrero de 1927.
Fuente: Libro Artículos olvidados de César Vallejo