Queridos, lectores: Cerramos la semana con esta conmovedora narraci贸n de Miguel de Unamuno, que apela a la esperanza y los recuerdos de nuestros seres queridos. Un cuento invaluable que pertenece a la historia de la literatura espa帽ola ¡Disfrutemos el relato!
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Imagen tomada de Pinterest: https://pin.it/2eLJoCl |
CRUCE DE CAMINOS
Entre dos filas de 谩rboles, la carretera pi茅rdese en el cielo, sestea un pueblecillo junto a un charco, en que el sol cabrillea, y una alondra, se帽era, trepidando en el azul sereno, dice la vida mientras todo calla. El caminante va por donde dicen las sombras de los 谩lamos; a trechos para y mira, y sigue luego.
Deja que oree el viento su cabeza blanca de penas y a帽os, y anega sus recuerdos dolorosos en la paz que le envuelve.
De pronto, el coraz贸n le da rebato, y se detiene temblando cual si fuese ante el misterioso final de su existencia. A sus pies, sobre el suelo, al pie de un 谩lamo y al borde del camino, una ni帽a dorm铆a un sue帽o sosegado y dulce. Llor贸 un momento el caminante, luego se arrodill贸, despu茅s sentose, y sin quitar sus ojos de los ojos cerrados de la ni帽a, le vel贸 el sue帽o. Y 茅l so帽aba entretanto.
So帽aba en otra ni帽a como aquella, que fue su ra铆z de vida, y que al morir una ma帽ana dulce de primavera le dej贸 solo en el hogar, lanz谩ndole a errar por los caminos, desarraigado.
De pronto abri贸 los ojos hacia el cielo la que dorm铆a, los volvi贸 al caminante, y cual quien habla con un viejo conocido, le pregunt贸: «¿Y mi abuelo?» Y el caminante respondi贸: «¿Y mi nieta?» Mir谩ronse a los ojos, y la ni帽a le cont贸 que, al mor铆rsele su abuelo, con quien viv铆a sola -en soledad de compa帽铆a solos-, parti贸 al azar de casa, buscando… no sab铆a qu茅…: m谩s soledad acaso.
-Iremos juntos; t煤 a buscar a tu abuelo; yo, a mi nieta -le dijo el caminante.
-¡Es que mi abuelo se muri贸! -dijo la ni帽a.
-Volver谩n a la vida y al camino -contest贸 el viejo
-Entonces… ¿vamos?
-¡Vamos, s铆, hacia adelante, hacia levante!
-No, que as铆 llegaremos a mi pueblo y no quiero volver, que all铆 estoy sola. All铆 s茅 el sitio en que mi abuelo duerme. Es mejor al poniente, todo derecho.
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-¿El camino que traje? -exclam贸 el vejo-. ¿Volverme dices? ¿Desandar lo andado? ¿Volver a mis recuerdos? ¿Cara al ocaso? ¡No, eso nunca! ¡No, eso s铆 que no, antes morirnos!
-¡Pues entonces… por aqu铆, entre las flores, por los prados, por donde no hay camino!
Dejando as铆 la carretera fueron campo traviesa, entre floridos campos -magarzas, clavelinas, amapolas-, adonde Dios quisiera.
Y ella, mientras chupaba un chupamieles con sus labios de rosa, le iba contando de su abuelo c贸mo en las largas veladas invernizas le hablaba de otros mundos, del Para铆so, de aquel diluvio de No茅, de Cristo…
-¿Y c贸mo era tu abuelo?
-Casi era como t煤, algo m谩s alto…; pero no mucho, no te creas…, viejo…, y sab铆a canciones.
Call谩ronse los dos, sigui贸 un silencio y lo rompi贸 el anciano dando a la brisa que iba entre las flores este cantar:
Los caminos de la vida,
van del ayer al ma帽ana,
m谩s los del cielo, mi vida,
van al ayer del ma帽ana.
Y al o铆rle, la ni帽a dio a los cielos como una alondra, esta fresca canci贸n de primavera:
Pajarcito, pajarcito,
¿de d贸nde vienes?
El tu nido, pajarcito,
¿ya no le tienes?
Si est谩s solo, pajarcito,
¿c贸mo es que cantas?
¿A qui茅n buscas, pajarcito,
cuando te levantas?
-As铆 era como t煤, algo m谩s chica -dijo llorando el viejo-; as铆 era como t煤… como estas flores…
-¡Cu茅ntame de ella, pues, cu茅ntame de ella!
Y empez贸 el viejo a repasar su vida, a rezar sus recuerdos, y la ni帽a a su vez a ensimism谩rselos, a hacerlos propios.
«Otra vez…» -empezaba 茅l, y ella, cort谩ndole, dec铆a: «¡Lo recuerdo!»
-¿Que lo recuerdas, ni帽a?
-S铆, s铆 todo eso me parece cual si fuera algo que me pas贸, como si hubiese vivido yo otra vida.
-¡Tal vez! -dijo el anciano pensativo.
-All铆 hay un pueblo: ¡mira!
Y el caminante vio en una loma humo de hogares. Luego, al llegar a su espinazo, al fondo, un pueblecillo agazapado en rolde de una pobre espada帽a, cuyos dos huecos con sus dos chilejas, cual dos pupilas, parec铆an mirar al infinito. En el ejido, un zagalejo rubio cuidaba de unos bueyes que beb铆an en una charca, que, cual si fuese un desgarr贸n de tierra, mostraba el cielo soterra帽o, y en este otros dos bueyes -dos bueyes celestiales- que ven铆an a contemplar sus sombras pasajeras o darles nueva vida acaso.
-Zagal, ¿aqu铆 hay donde hacer noche, dime? -pregunt贸 el viejo.
-¡Ni a posta! -dijo el mozo-. Esa casa de ah铆 est谩 vac铆a; sus due帽os emigraron, hoy sirve nada m谩s que de guarida para alima帽as. Pan, vino y fuego aqu铆 nunca se niega al que viene de paso en busca de su vida.
-¡Dios os lo pagar谩, zagal, en la otra!
Durmi茅ronse arrimados y so帽aron, el viejo, en el abuelo de la ni帽a, y ella, en la nietecita que perdiera el pobre caminante. Al despertar mir谩ronse a los ojos, y como en una charca sosegada que nos descubre el cielo soterra帽o, vieron all铆, en el fondo, sus sendos sue帽os.
-Puesto que hay que vivir, si nos qued谩ramos en esta casa… ¡La pobre est谩 tan sola! -dijo el viejo.
-S铆, s铆: la pobre casa… ¡Mira, abuelo, que el pueblo es tan bonito! Ayer, el campanario de la iglesia nos miraba muy fijo, como yendo a decir…
En este punto sonaron las chilejas. «Padre nuestro que est谩s en los cielos…» Y la ni帽a sigui贸: «¡H谩gase tu volunt谩 as铆 en la tierra como en el cielo!» Rezaron a una voz. Y salieron de casa, y les dijeron: «Vosotros, ¿qu茅 sab茅is hacer?, ¡veamos!» El viejo hac铆a cestas, compon铆a mil cosas estropeadas; sus manos eran 谩giles; industrioso su ingenio.
Sent谩banse al arrimo de la lumbre: la ni帽a hac铆a el fuego, y cuidando de la olla le ayudaba. Y hablaban de los suyos, de la otra vida y de aquel otro abuelo. Y era cual si las almas de los otros, tambi茅n desarraigadas, errantes por las sendas de los cielos, bajasen al arrimo de la lumbre del nuevo hogar. Y les miraban silenciosas, y eran cuatro y no dos. O m谩s bien eran dos, mas dos parejas. Y as铆 viv铆an doble vida: la una, vida del cielo, vida de recuerdos, y la otra, de esperanzas de la tierra.
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脥banse por las tardes a la loma, y de espaldas al pueblo ve铆an sobre el cielo destacarse, all谩 en las lejan铆as, unos 谩lamos que dicen el camino de la vida. Volv铆anse cantando.
Y as铆 pasaba el tiempo hasta que un d铆a -unos a帽os m谩s tarde- oy贸 otro canto junto a casa el viejo.
-Dime, ¿qui茅n canta esa canci贸n, Mar铆a?
-Acaso el ruise帽or de la alameda…
-¡No, que es cantar de mozo!
Ella baj贸 los ojos.
-Ese canto, Mar铆a, es un reclamo. Te llama a ti al camino y a m铆 a morir. ¡Dios os bendiga, ni帽a!
-¡Abuelito! ¡Abuelito! -y le abrazaba, cubr铆ale de besos, le miraba a los ojos cual busc谩ndose.
-¡No, no, que aquella se muri贸, Mar铆a! ¡Tambi茅n yo muero!
-No quiero, abuelo, que te mueras; vivir谩s con nosotros…
-¿Con vosotros me dices? ¿Tu abuelo? Tu abuelo, ni帽a, se muri贸. ¡Soy otro!
-¡No, no; t煤 eres mi abuelo! ¿No te acuerdas cuando yo, al despertar sola y contarte c贸mo escape de casa, me dijiste: Volver谩n a la vida y al camino? ¡Y volvieron!
-Volvieron al camino, s铆, hija m铆a, y a 茅l nos llama esa canci贸n del mozo. ¡T煤 con 茅l, mi Mar铆a; yo… con ella!
-¡Con ella, no! ¡Conmigo!
-¡S铆, contigo! Pero… ¡con la otra!
-¡Ay, mi abuelo, mi abuelo!
-¡All铆 te aguardo! ¡Dios os bendiga, pues por ti he vivido!
Muriose aquella tarde el pobre anciano, el caminante que alarg贸 sus d铆as; la ni帽a, con los dedos que cog铆an flores del campo -magarzas, clavelinas, amapolas- le cerr贸 ambos los ojos, guardadores de ensue帽o de otro mundo; besole en ellos, llor贸 rez贸, so帽贸, hasta que oyendo la canci贸n del camino se fue a quien le llamaba.
Y el viejo fue a la tierra: a beber bajo de ella sus recuerdos.
FIN
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