¡Buenas noches, lector! Hoy te traigo este breve y entretenido cuento de Charles Bukowski, una historia c贸moda y vibrante sobre la vida de qui茅nes pasan largas horas en el hip贸dromo en busca de la ansiada suerte ganadora, muchas veces esquiva ¡Disfruta tu lectura! y ya sabes que puedes seguirme en TikTok...
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Imagen tomada de Pinterest: illustrations from Getty Images |
EL PRINCIPIANTE
Bien, dej茅 el lecho de muerte y sal铆 del hospital del condado y consegu铆 un trabajo como encargado de almac茅n. Ten铆a los s谩bados y los domingos libres y un s谩bado habl茅 con Madge:
-Mira, nena, no tengo prisa por volver a ese hospital. Tendr铆a que buscar algo que me apartara de la bebida. Hoy, por ejemplo, ¿qu茅 se puede hacer sino emborracharse? El cine no me gusta. Los zoos son est煤pidos. No podemos pasarnos todo el d铆a jodiendo. Es un problema.
-¿Has ido alguna vez a un hip贸dromo?
-¿Qu茅 es eso?
-Donde corren los caballos. Y t煤 apuestas.
-¿Hay alg煤n hip贸dromo abierto hoy?
-Hollywood Park.
-Vamos.
Madge me ense帽贸 el camino. Faltaba una hora para la primera carrera y el aparcamiento estaba casi lleno. Tuvimos que aparcar a casi un kil贸metro de la entrada.
-Parece que hay mucha gente -dije.
-S铆, la hay.
-¿Y qu茅 haremos ah铆 dentro?
-Apostar a un caballo.
-¿A cu谩l?
-Al que quieras.
-¿Y se puede ganar dinero?
-A veces.
Pagamos la entrada y all铆 estaban los vendedores de peri贸dicos dici茅ndonos:
-¡Lea aqu铆 cuales son sus ganadores! ¿Le gusta el dinero? ¡Nosotros le ayudaremos a que lo gane!
Hab铆a una cabina con cuatro personas. Tres de ellas te vend铆an sus selecciones por cincuenta centavos, la otra por un d贸lar. Madge me dijo que comprase dos programas y un folleto informativo. El folleto, me dijo, trae el historial de los caballos. Luego me explic贸 c贸mo ten铆a que hacer para apostar.
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-¿Sirven aqu铆 cerveza? -pregunt茅.
-S铆 claro. Hay un bar.
Cuando entramos, result贸 que los asientos estaban ocupados. Encontramos un banco atr谩s, donde hab铆a como una zona tipo parque, cogimos dos cervezas y abrimos el folleto. Era s贸lo un mont贸n de n煤meros.
-Yo s贸lo apuesto a los nombres de los caballos -dijo ella.
-B谩jate la falda. Est谩n todos vi茅ndote el culo.
-¡Oh! Perdona.
-Toma seis d贸lares. Ser谩 lo que apuestes hoy.
-Oh, Harry, eres todo coraz贸n -dijo ella.
En fin, estudiamos todo detenidamente, quiero decir estudi茅, y tomamos otra cerveza y luego fuimos por debajo de la tribuna a primera fila de pista. Los caballos sal铆an para la primera carrera. Con aquellos hombrecitos encima vestidos con aquellas camisas de seda tan brillantes. Algunos espectadores chillaban cosas a los jinetes, pero los jinetes les ignoraban. Ignoraban a los aficionados y parec铆an incluso un poco aburridos.
-Ese es Willie Shoemaker -dijo Madge, se帽al谩ndome a uno. Willie Shoemaker parec铆a a punto de bostezar. Yo tambi茅n estaba aburrido. Hab铆a demasiada gente y hab铆a algo en la gente que resultaba depresivo.
-Ahora vamos a apostar -dijo ella.
Le dije d贸nde nos ver铆amos despu茅s y me puse en una de las colas de dos d贸lares ganador. Todas las colas eran muy largas. Yo ten铆a la sensaci贸n de que la gente no quer铆a apostar. Parec铆an inertes. Cog铆 mi boleto justo cuando el anunciador dec铆a: «¡Est谩n en la puerta!».
Encontr茅 a Madge. Era una carrera de kil贸metro y medio y nosotros est谩bamos en la l铆nea de meta.
-Eleg铆 a Colmillo Verde -le dije.
-Yo tambi茅n -dijo ella.
Ten铆a la sensaci贸n de que ganar铆amos. Con un nombre como aqu茅l y la 煤ltima carrera que hab铆a hecho, parec铆a seguro. Y con siete a uno.
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Salieron por la puerta y el anunciador empez贸 a llamarlos. Cuando llam贸 a Colmillo Verde, muy tarde, Madge grit贸:
-¡COLMILLO VERDE!
Yo no pod铆a ver nada. Hab铆a gente por todas partes. Dijeron m谩s nombres y luego Madge empez贸 a saltar y a gritar:
¡COLMILLO VERDE! ¡COLMILLO VERDE!
Todos gritaban y saltaban. Yo no dec铆a nada. Luego, llegaron los caballos.
-¿Qui茅n gan贸? -pregunt茅.
-No s茅 -dijo Madge-. Es emocionante, ¿eh?
-S铆.
Luego, pusieron los n煤meros. El favorito 7/5 hab铆a ganado, un 9/2 quedaba segundo y un 3 tercero.
Rompimos los boletos y volvimos a nuestro banco.
Miramos el folleto para la siguiente carrera.
-Apart茅monos de la l铆nea de meta para poder ver algo la pr贸xima vez.
-De acuerdo -dijo Madge.
Tomamos un par de cervezas.
-Todo esto es est煤pido -dije-. Esos locos saltando y gritando, cada uno a un caballo distinto. ¿Qu茅 pas贸 con Colmillo Verde?
-No s茅. Ten铆a un nombre tan bonito.
-Pero los caballos no saben c贸mo se llaman… El nombre no les hace correr.
-Est谩s enfadado porque perdiste la carrera. Hay muchas m谩s carreras.
Ten铆a raz贸n. Las hab铆a.
Seguimos perdiendo. A medida que pasaban las carreras, la gente empezaba a parecer muy desgraciada, desesperada incluso. Parec铆an abrumados, hoscos. Tropezaban contigo, te empujaban, te pisaban y ni siquiera dec铆an «perd贸n». O «lo siento».
Yo apostaba autom谩ticamente, s贸lo porque ella estaba all铆. Los seis d贸lares de Madge se acabaron al cabo de tres carreras y no le di m谩s. Me di cuenta de que era muy dif铆cil ganar. Escogieras el caballo que escogieras, ganaba otro. Yo ya no pensaba en las probabilidades.
En la carrera principal apost茅 por un caballo que se llamaba Claremount III. Hab铆a ganado su 煤ltima carrera f谩cilmente y ten铆a un buen tanteo. Esta vez llev茅 a Madge cerca de la curva final. No ten铆a grandes esperanzas de ganar. Mir茅 el tablero y Claremount III estaba 25 a uno. Termin茅 la cerveza y tir茅 el vaso de papel. Doblaron la curva y el anunciador dijo:
-¡Ah铆 viene Claremount III!
Y yo dije:
-¡Oh, no!
-¿Apostaste por 茅l? -dijo Madge.
-S铆 -dije yo.
Claremount pas贸 a los tres caballos que iban delante de 茅l, y se distanci贸 en lo que parec铆an unos seis largos. Completamente solo.
-Dios m铆o -dije-, lo consegu铆.
-¡Oh, Harry! ¡Harry!
-Vamos a tomar un trago -dije.
Encontramos un bar y ped铆. Pero esta vez no ped铆 cerveza. Ped铆 whisky.
-Apostamos por Claremount III -dijo Madge al del bar.
-¿S铆? -dijo 茅l.
-S铆 -dije yo, intentando parecer veterano. Aunque no sab铆a c贸mo eran los veteranos del hip贸dromo.
Me volv铆 y mir茅 el marcador. CLAREMOUNT se pagaba a 52,40.
-Creo que se puede ganar a este juego -le dije a Madge -. Sabes, si ganas una vez no es necesario que ganes todas las carreras. Una buena apuesta, o dos, pueden dejarte cubierto.
-As铆 es, as铆 es -dijo Madge.
Le di dos d贸lares y luego abrimos el folleto. Me sent铆a confiado. Recorr铆 los caballos. Mir茅 el tablero.
-Aqu铆 est谩 -dije-. LUCKY MAX. Est谩 nueve a uno ahora. El que no apueste por Lucky Max es que est谩 loco. Es sin duda el mejor y est谩 nueve a uno. Esta gente es tonta.
Fuimos a recoger mis 52,40.
Luego fui a apostar por Lucky Max. S贸lo por divertirme, hice dos boletos de dos d贸lares con el ganador.
Fue una carrera de kil贸metro y medio, con un final de carga de caballer铆a. Deb铆a haber cinco caballos en el alambre. Esperamos la foto. Lucky Max era el n煤mero seis. Indicaron cu谩l era el primero:
6.
Oh Dios m铆o todopoderoso. LUCKY MAX.
Madge se puso loca y empez贸 a abrazarme y besarme y dar saltos.
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Tambi茅n ella hab铆a apostado por 茅l. Hab铆a alcanzado un diez a uno. Se pagaba 22,80 d贸lares. Le ense帽茅 a Madge el boleto ganador extra. Lanz贸 un grito. Volvimos al bar. A煤n serv铆an. Conseguimos beber dos tragos antes de que cerraran.
-Dejemos que se despejen las colas -dije-. Ya cobraremos luego.
-¿Te gustan los caballos, Harry?
-Se puede -dije-, se puede ganar, no hay duda.
Y all铆 est谩bamos, bebidas frescas en la mano, viendo bajar a la multitud por el t煤nel camino del aparcamiento.
-Por amor de Dios -le dije a Madge-, s煤bete las medias. Pareces una lavandera.
-¡Uy! ¡Perdona papa铆to!
Mientras se inclinaba, la mir茅 y pens茅, pronto podr茅 permitirme algo un poquillo mejor que esto.
Jaj谩.
FIN
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