Leamos "El muerto" cuento de Jorge Luis Borges

¡¿Qu茅 tal, lector?! Este d铆a te traigo un breve y genial relato del maestro Jorge Luis Borges, quien en El Aleph nos dej贸 no solo cuentos sino tambi茅n su filosof铆a. Esta es la historia de Benjam铆n Ot谩rola, un joven en busca de aventuras oportunidades que no duda en enrolarse en el bajo mundo del contrabando en busca del liderazgo ¡Disfruta tu lectura!

"El muerto" cuento de Jorge Luis Borges
Imagen tomada de Pinterest: https://pin.it/36MoJ1oex


EL MUERTO

Que un hombre del suburbio de Buenos Aires, que un triste compadrito sin m谩s virtud que la infatuaci贸n del coraje, se interne en los desiertos ecuestres de la frontera del Brasil y llegue a capit谩n de contrabandistas, parece de antemano imposible. A quienes lo entienden as铆, quiero contarles el destino de Benjamin Ot谩lora, de quien acaso no perdura un recuerdo en el barrio de Balvanera y que muri贸 en su ley, de un balazo, en los confines de R铆o Grande do Sul. Ignoro los detalles de su aventura; cuando me sean revelados, he de rectificar y ampliar estas p谩ginas. Por ahora, este resumen puede ser 煤til.

Benjam铆n Ot谩lora cuenta, hacia 1891, diecinueve a帽os. Es un mocet贸n de frente mezquina, de sinceros ojos claros, de reciedumbre vasca; una pu帽alada feliz le ha revelado que es un hombre valiente; no lo inquieta la muerte de su contrario, tampoco la inmediata necesidad de huir de la Rep煤blica. El caudillo de la parroquia le da una carta para un tal Azevedo Bandeira, del Uruguay. Ot谩lora se embarca, la traves铆a es tormentosa y crujiente; al otro d铆a, vaga por las calles de Montevideo, con inconfesada y tal vez ignorada tristeza. No da con Azevedo Bandeira; hacia la medianoche, en un almac茅n del Paso del Molino, asiste a un altercado entre unos troperos. Un cuchillo relumbra; Ot谩lora no sabe de qu茅 lado est谩 la raz贸n, pero lo atrae el puro sabor del peligro, como a otros la baraja o la m煤sica. Para, en el entrevero, una pu帽alada baja que un pe贸n le tira a un hombre de galera oscura y de poncho. 脡ste, despu茅s, resulta ser Azevedo Bandeira. (Ot谩lora, al saberlo, rompe la carta, porque prefiere deb茅rselo todo a s铆 mismo.) Azevedo Bandeira da, aunque fornido, la injustificable impresi贸n de ser contrahecho; en su rostro, siempre demasiado cercano, est谩n el jud铆o, el negro y el indio; en su empaque, el mono y el tigre; la cicatriz que le atraviesa la cara es un adorno m谩s, como el negro bigote cerdoso.

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Proyecci贸n o error del alcohol, el altercado cesa con la misma rapidez con que se produjo. Ot谩lora bebe con los troperos y luego los acompa帽a a una farra y luego a un caser贸n en la Ciudad Vieja, ya con el sol bien alto. En el 煤ltimo patio, que es de tierra, los hombres tienden su recado para dormir. Oscuramente, Ot谩lora compara esa noche con la anterior; ahora ya pisa tierra firme, entre amigos. Lo inquieta alg煤n remordimiento, eso s铆, de no extra帽ar a Buenos Aires. Duerme hasta la oraci贸n, cuando lo despierta el paisano que agredi贸, borracho, a Bandeira. (Ot谩lora recuerda que ese hombre ha compartido con los otros la noche de tumulto y de j煤bilo y que Bandeira lo sent贸 a su derecha y lo oblig贸 a seguir bebiendo.) El hombre le dice que el patr贸n lo manda buscar. En una suerte de escritorio que da al zagu谩n (Ot谩lora nunca ha visto un zagu谩n con puertas laterales) est谩 esper谩ndolo Azevedo Bandeira, con una clara y desde帽osa mujer de pelo colorado. Bandeira lo pondera, le ofrece una copa de ca帽a, le repite que le est谩 pareciendo un hombre animoso, le propone ir al Norte con los dem谩s a traer una tropa. Ot谩lora acepta; hacia la madrugada est谩n en camino, rumbo a Tacuaremb贸.

Empieza entonces para Ot谩lora una vida distinta, una vida de vastos amaneceres y de jornadas que tienen el olor del caballo. Esa vida es nueva para 茅l, y a veces atroz, pero ya est谩 en su sangre, porque lo mismo que los hombres de otras naciones veneran y presienten el mar, as铆 nosotros (tambi茅n el hombre que entreteje estos s铆mbolos) ansiamos la llanura inagotable que resuena bajo los cascos. Ot谩lora se ha criado en los barrios del carrero y del cuarteador; antes de un a帽o se hace gaucho. Aprende a jinetear, a entropillar la hacienda, a carnear, a manejar el lazo que sujeta y las boleadoras que tumban, a resistir el sue帽o, las tormentas, las heladas y el sol, a arrear con el silbido y el grito. S贸lo una vez, durante ese tiempo de aprendizaje, ve a Azevedo Bandeira, pero lo tiene muy presente, porque ser hombre de Bandeira es ser considerado y temido, y porque, ante cualquier hombrada, los gauchos dicen que Bandeira lo hace mejor. Alguien opina que Bandeira naci贸 del otro lado del Cuareim, en Rio Grande do Sul; eso, que deber铆a rebajarlo, oscuramente lo enriquece de selvas populosas, de ci茅nagas, de inextricable y casi infinitas distancias. Gradualmente, Ot谩lora entiende que los negocios de Bandeira son m煤ltiples y que el principal es el contrabando. Ser tropero es ser un sirviente; Ot谩lora se propone ascender a contrabandista. Dos de los compa帽eros, una noche, cruzar谩n la frontera para volver con unas partidas de ca帽a; Ot谩lora provoca a uno de ellos, lo hiere y toma su lugar. Lo mueve la ambici贸n y tambi茅n una oscura fidelidad. Que el hombre (piensa) acabe por entender que yo valgo m谩s que todos sus orientales juntos.

Otro a帽o pasa antes que Ot谩lora regrese a Montevideo. Recorren las orillas, la ciudad (que a Ot谩lora le parece muy grande); llegan a casa del patr贸n; los hombres tienden los recados en el 煤ltimo patio. Pasan los d铆as y Ot谩lora no ha visto a Bandeira. Dicen, con temor, que est谩 enfermo; un moreno suele subir a su dormitorio con la caldera y con el mate. Una tarde, le encomiendan a Ot谩lora esa tarea. 脡ste se siente vagamente humillado, pero satisfecho tambi茅n.

El dormitorio es desmantelado y oscuro. Hay un balc贸n que mira al poniente, hay una larga mesa con un resplandeciente desorden de taleros, de arreadores, de cintos, de armas de fuego y de armas blancas, hay un remoto espejo que tiene la luna empa帽ada. Bandeira yace boca arriba; sue帽a y se queja; una vehemencia de sol 煤ltimo lo define. El vasto lecho blanco parece disminuirlo y oscurecerlo; Ot谩lora nota las canas, la fatiga, la flojedad, las grietas de los a帽os. Lo subleva que los est茅 mandando ese viejo. Piensa que un golpe bastar铆a para dar cuenta de 茅l. En eso, ve en el espejo que alguien ha entrado. Es la mujer de pelo rojo; est谩 a medio vestir y descalza y lo observa con fr铆a curiosidad. Bandeira se incorpora; mientras habla de cosas de la campa帽a y despacha mate tras mate, sus dedos juegan con las trenzas de la mujer. Al fin, le da licencia a Ot谩lora para irse.

D铆as despu茅s, les llega la orden de ir al Norte. Arriban a una estancia perdida, que est谩 como en cualquier lugar de la interminable llanura. Ni 谩rboles ni un arroyo la alegran, el primer sol y el 煤ltimo la golpean. Hay corrales de piedra para la hacienda, que es guampuda y menesterosa. El Suspiro se llama ese pobre establecimiento.

Ot谩lora oye en rueda de peones que Bandeira no tardar谩 en llegar de Montevideo. Pregunta por qu茅; alguien aclara que hay un forastero agauchado que est谩 queriendo mandar demasiado. Ot谩lora comprende que es una broma, pero le halaga que esa broma ya sea posible. Averigua, despu茅s, que Bandeira se ha enemistado con uno de los jefes pol铆ticos y que 茅ste le ha retirado su apoyo. Le gusta esa noticia.

Llegan cajones de armas largas; llegan una jarra y una palangana de plata para el aposento de la mujer; llegan cortinas de intrincado damasco; llega de las cuchillas, una ma帽ana, un jinete sombr铆o, de barba cerrada y de poncho. Se llama Ulpiano Su谩rez y es el capanga o guardaespaldas de Azevedo Bandeira. Habla muy poco y de una manera abrasilerada. Ot谩lora no sabe si atribuir su reserva a hostilidad, a desd茅n o a mera barbarie. Sabe, eso s铆, que para el plan que est谩 maquinando tiene que ganar su amistad.

Entra despu茅s en el destino de Benjam铆n Ot谩lora un colorado cabos negros que trae del sur Azevedo Bandeira y que luce apero chapeado y carona con bordes de piel de tigre. Ese caballo liberal es un s铆mbolo de la autoridad del patr贸n y por eso lo codicia el muchacho, que llega tambi茅n a desear, con deseo rencoroso, a la mujer de pelo resplandeciente. La mujer, el apero y el colorado son atributos o adjetivos de un hombre que 茅l aspira a destruir.

Aqu铆 la historia se complica y se ahonda. Azevedo Bandeira es diestro en el arte de la intimidaci贸n progresiva, en la sat谩nica maniobra de humillar al interlocutor gradualmente, combinando veras y burlas; Ot谩lora resuelve aplicar ese m茅todo ambiguo a la dura tarea que se propone. Resuelve suplantar, lentamente, a Azevedo Bandeira. Logra, en jornadas de peligro com煤n, la amistad de Su谩rez. Le conf铆a su plan; Su谩rez le promete su ayuda. Muchas cosas van aconteciendo despu茅s, de las que s茅 unas pocas. Ot谩lora no obedece a Bandeira; da en olvidar, en corregir, en invertir sus 贸rdenes. El universo parece conspirar con 茅l y apresura los hechos. Un mediod铆a, ocurre en campos de Tacuaremb贸 un tiroteo con gente riograndense; Ot谩lora usurpa el lugar de Bandeira y manda a los orientales. Le atraviesa el hombro una bala, pero esa tarde Ot谩lora regresa al Suspiro en el colorado del jefe y esa tarde unas gotas de su sangre manchan la piel de tigre y esa noche duerme con la mujer de pelo reluciente. Otras versiones cambian el orden de estos hechos y niegan que hayan ocurrido en un solo d铆a.

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Bandeira, sin embargo, siempre es nominalmente el jefe. Da 贸rdenes que no se ejecutan; Benjam铆n Ot谩lora no lo toca, por una mezcla de rutina y de l谩stima.

La 煤ltima escena de la historia corresponde a la agitaci贸n de la 煤ltima noche de 1894. Esa noche, los hombres del Suspiro comen cordero reci茅n carneado y beben un alcohol pendenciero. Alguien infinitamente rasguea una trabajosa milonga. En la cabecera de la mesa, Ot谩lora, borracho, erige exultaci贸n sobre exultaci贸n, j煤bilo sobre j煤bilo; esa torre de v茅rtigo es un s铆mbolo de su irresistible destino. Bandeira, taciturno entre los que gritan, deja que fluya clamorosa la noche. Cuando las doce campanadas resuenan, se levanta como quien recuerda una obligaci贸n. Se levanta y golpea con suavidad a la puerta de la mujer. 脡sta le abre en seguida, como si esperara el llamado. Sale a medio vestir y descalza. Con una voz que se afemina y se arrastra, el jefe le ordena:

-Ya que vos y el porte帽o se quieren tanto, ahora mismo le vas a dar un beso a vista de todos.

Agrega una circunstancia brutal. La mujer quiere resistir, pero dos hombres la han tomado del brazo y la echan sobre Ot谩lora. Arrasada en l谩grimas, le besa la cara y el pecho. Ulpiano Su谩rez ha empu帽ado el rev贸lver. Ot谩lora comprende, antes de morir, que desde el principio lo han traicionado, que ha sido condenado a muerte, que le han permitido el amor, el mando y el triunfo, porque ya lo daban por muerto, porque para Bandeira ya estaba muerto.

Su谩rez, casi con desd茅n, hace fuego.

FIN



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Mar de fondo

饾惖饾憻饾懄饾憥饾憶 饾憠饾憱饾憴饾憴饾憥饾憪饾憻饾憭饾懅 (Lima, 1990) Director del Blog de Mar de fondo. Estudi茅 Comunicaciones, Sociolog铆a y soy autor del libro "Las vidas que tom茅 prestadas". Amante de los cuentos, cartas, diarios y novelas. Convencido de que "饾憟饾憶 饾憫饾憱́饾憥 饾憴饾憭饾憱́饾憫饾憸 饾憶饾憸 饾憭饾憼 饾憿饾憶 饾憫饾憱́饾憥 饾憹饾憭饾憻饾憫饾憱饾憫饾憸."

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