¡Hola, lectores! Nuevamente por aquí trayéndoles más anécdotas de los principales maestros de la literatura universal. De hecho, hace un buen tiempo que no nos referíamos al gran Albert Camus, desde aquel post de la pelea entre él y Sartre. Por eso, hoy conoceremos otra hipótesis más sobre el motivo que distanció a dos intelectuales de la época ¡Leamos con atención!
Camus y Sartré: del amor al odio
Las primeras tensiones comenzaron cuando se desató la Segunda Guerra Mundial, donde Camus tomó una postura confrontacional contra los Nazis, desde lo que mejor sabía hacer: escribir. Así que trabajó en un periódico clandestino de ideas en contra de la guerra. Por su parte, Sartre, publicó algunos artículos en prensa que manejaban los colaboracionistas. Lo que para Camus representaba una tibieza.
Sartre y Beauvoir
Estos dos intelectuales estuvieron juntos por muchos años. Se conocieron en París, en octubre de 1929, mientras estudiaban filosofía y se enamoraron profundamente. A pesar de ello, la pareja jamás se casó, ni tuvo hijos. Sartre, conocido por su naturaleza promiscua, no dudó en pedirle matrimonio a Beauvoir, pero esta lo rechazó, ya que consideraba el matrimonio y la maternidad cárceles donde no podría ser feliz.
En esta historia aparece Albert Camus, escritor argelino, emergente desde los senderos de la pobreza. Los tres se hicieron muy amigos, pero Simone desarrolló un especial cariño por Camus, disfrutaba de su compañía, aún si pensara que "tenía un punto maleante de Argen, un poco camorrero".
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Las cartas clandestinas
En marzo de 2023 la revista francesa Philosophie Magazine presentó dos cartas inéditas entre Albert Camus y Simone de Beauvoir, como adelante de otras que vendrán y que revelan el afecto especial que existía entre ambos, al punto de ser considerado un amor clandestino. La publicación dice lo siguiente:
"La semana pasada recibimos, gracias a la complicidad de un coleccionista y experto, un intercambio epistolar inédito entre Simone de Beauvoir y Albert Camus que será editado en una compilación. Allí vemos que Camus y Beauvoir tenían una unión amorosa clandestina, y aparentemente incandescente".
Esto habría desencadenado un triángulo amoroso que fue minando todavía más la amistad entre Sartre y Camus. Según los especialistas, esta pasión sería la causa principal de la pelea. Aquí comparto contigo, las dos cartas.
Paris, 12 de octubre del 51
Mi tierna Sissi:
Usted sabe que no soy hombre de grandes efusiones. «Es en el sentimentalismo que se reconocen los canallas», escribía Meyrink. Además, desconfío de los ademanes demasiado demostrativos. Sin embargo cada uno de nuestros encuentros hace nacer en mí un lirismo que busco estúpidamente reprimir. Usted sabe bien, como yo, que solamente hay salvación en el arte y en la acción. Usted conjuga, para mí, los dos. ¿Qué mas se puede soñar en el encuentro entre dos seres ?
Usted es mi música, mi alma, mi pintura, mi [ilegible], la Gracia y la Providencia, todo a la vez, y también, simplemente, una camarada como ya no soñaba conocer en la soledad de esta vía que, tanto el uno como el otro, elegimos (si no es ella la que nos eligió). Un artista sin musa es muy poca cosa. Esta chatura, perdóneme, es además válida para todo hombre, probablemente. ¡Acción, entonces!
En eso, también, usted me da tanto…
Quizá bastaría para una existencia completa: una luz en la noche de lo cotidiano y vuestros «tentáculos de tinieblas», hipnotizante expresión en vuestra boca, cuando la necesidad de retiro se hace demasiado necesaria, frente a toda la agitación del mundo. ¡Qué mejor chora, como decían los griegos, que sus brazos! Tengo, de ahora en más, la impresión que, antes de usted, he vivido el sacerdocio de un macaneador. Ahora bien, la verdad es la cosa más brillante y desprovista de velos cuando explota. Sin duda: por eso pasamos toda nuestra vida en la penumbra; pero, precisamente, no se trata sino de una semioscuridad, porque la otra vertiente es tan brillante que tenemos que protegernos, como si cerráramos otras celosías. No divago; lo que busco expresar, torpemente, es que ya no puedo enceguecerme con ese orgullo irrisorio que destilan los machos de su independencia, sea material, social o afectiva: yo la amo, mi Sissi. Estoy dando todo el valor a estas palabras, de las que usted se queja que soy habitualmente demasiado avaro. Sé también lo que significan en nuestra situación. En fin: sí, yo la amo. Y eso me hace feliz. ¿Por qué privarse de la felicidad cuando ésta surge? ¡Vivamos!
PS: ¿Vendrá usted a la calle Bellechasse la semana próxima? Réné me lo dejó suponer ayer. Guardo la esperanza,
Albert
Sin fecha
Querido puma viejo:
Qué placer leerte de nuevo. Cada carta tuya me encanta y me extrae de mi seca torpeza.
Si me vieras cada mañana espiando las idas y venidas del cartero, como una piba enamorada, te reirías sin duda de mí. Sé que sos halagador pero, a pesar de todo, hay momentos donde por más que una mujer esté determinada a seguir dominando su destino y sus ataduras, no puede hacer otra cosa que abandonarse a las sordas inclinaciones de su sexo. La ternura sola no basta, ella exige otros placeres; sólo tú sabes calmar ese deseo que me consume. O, más bien, atizarlo, delicia infernal del cielo.
TE RECOMIENDO, LECTOR: La razón que destruyó la amistad entre Albert Camus y Jean Paul Sartre
Entiendo lo que me decís. Yo también me doy sin reservas. Sabés muy bien (y esto me lo confieso a mí misma junto con vos) que encuentro solo en tus brazos ese confort que extraño tanto. Después de tantas noches de abandono, sin hablar de esas tardes aburridas donde Él se digna apenas dirigirme la palabra, ocupado en correr detrás de las polleras de cualquier ingenua fascinada por su discurso, tu humanidad, la benévola recepción de tu oreja atenta a mis humores cambiantes, incluso tus más ínfimas atenciones, me hacen un bien soberano. Me sorprendo hablándote de sed apagada, de apetito colmado, de sensualidad despertada… Yo también me siento un poco estúpida formulándolo así. Que así sea: somos dos los sorprendidos por la candidez de nuestros cuerpos. ¿No es la definición de la inocencia ?
Lo que pensás válido para los machos, como vos decís, lo es también para nosotras, mi querido; no obstante, ¿por qué apagar el fuego que triunfa al final del invierno?
El amor es un chico impertinente, glorioso e impúdico. Y todos nuestros sentimientos, incluso los prohibidos (¿quién lo ha decretado?) serán siempre mil veces más nobles, y hermosos y vivos, que la situación que Él me hace sufrir, que es francamente ridícula. Además no sé qué clase de mujer sería yo si denigrara el amor. Esta es la inelegancia que Él me arranca: estoy reducida, suprema indignidad, a quejarme con un tercero. Con vos, que tanta falta me hacés, Albert. Tu voz penetrante, tu sonrisa felina, tu aliento cálido sobre mi nuca solitaria. Tú, mi oasis en el desierto.
Mis pensamientos te acompañan siempre, no lo dudes. No puedo esperar hasta el sábado para verte.
Hago todo lo posible por venir ni bien termine la cena.
Amoroso*
Tuya.
*En castellano en el original.
Espero querido lector, que hayas disfrutado esta primera parte. Seguiré investigando más acerca de estos autores. Existe también una fuerte declaración de la hija de Camus. Mientras tanto, no olvides seguirle en las redes sociales y unirte al canal de YouTube aquí, que se viene un cuento de Gabo. ¡Nos leemos!
Dos cartas que no dejan duda de que Camus y Simone tuvieron una relación subterránea, más allá de lo Carnal, y más cercana a lo amoroso. La misiva de Simone a Albert deja ver que Sartre era libidinal, lejano de la,afectividad que Camus si sabía darle.
ResponderEliminarCreo que tienes una buena lectura :) Sartre fue terrible!!
EliminarSartre fue sin duda muy difícil pero núnca lo leí contando intimidades degradantes de ella. En cambio Simone sí. La traición es imperdonable
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