Leamos "Hebaristo, el sauce que muri贸 de amor", cuento de Abraham Valdelomar

¡Buenas noches, lectores! Cuando era ni帽o le铆 el cuento de Hebaristo en un libro de textos del colegio. Valdelomar es un derroche de sensibilidad y esta tierna y triste historia es prueba de ello ¡Disfruta tu lectura! 

"Hebaristo, el sauce que muri贸 de amor", cuento de Abraham Valdelomar
Imagen: C茅sped soleado en un parque p煤blico. 1888


HEBARISTO EL SAUCE QUE MURI脫 DE AMOR

Inclinado al borde de la parcela colindante con el est茅ril yermo, rodeado de yerbas santas y llantenes, viendo correr entre sus ra铆ces que vibraban en la corriente, el agua fr铆a y turbia de la acequia, aquel 谩rbol corpulento y lozano a煤n, deb铆a llamarse Hebaristo y tener treinta a帽os. Deb铆a llamarse Hebaristo y tener treinta a帽os, porque hab铆a el mismo aspecto cansino y pesimista, la misma catadura enfadosa y acre del joven farmac茅utico de El amigo del pueblo, establecimiento de drogas que se hallaba en la esquina de la Plaza de Armas, junto al Concejo Provincial, en los bajos de la casa donde, en tiempos de la Independencia, pernoctara el coronel Marmanillo, lugarteniente del Gran Mariscal de Ayacucho, cuando, presionado por los realistas, se dirigiera a dar aquella singular batalla de la Macacona. Marmanillo era el h茅roe de la aldea de P. porque en ella hab铆a nacido, y, aunque a sus puertas se realizara una poco afortunada escaramuza, en la cual caballo y caballero salieron disparados al empuje de un pu帽ado de chapetones, eso, a juicio de las gentes patriotas de P., no quitaba nada a su valor y merecimientos, pues era sabido que la tal escaramuza se perdi贸 porque el capit谩n Cris贸stomo Ram铆rez, due帽o hasta el a帽o 23 de un lagar y hecho capit谩n de patriotas por Marmanillo, no acudi贸 con oportunidad al lugar del suceso. Los de P. guardaban por el coronel de milicias recuerdo venerado. La peluquer铆a llam谩base Sal贸n Marmanillo; la encomender铆a de la calle Derecha, que despu茅s se llam贸 calle 28 de Julio ten铆a en letras rojas y gordas, sobre el extenso y mon贸tono muro azul, el r贸tulo Al descanso de Marmanillo; y por fin en la sociedad Confederada de Socorros Mutuos, hab铆a un retrato al 贸leo, sobre el estrado de la "directiva", en el cual aparec铆a el h茅roe con su color de olla de barro, sus galones dorados y una mano en la cintura, fieles traductores de su gallard铆a miliciana.

Digo que el sauce era joven, de unos treinta a帽os y se llamaba Hebaristo, porque como el farmac茅utico ten铆a el aire taciturno y enlutado, y como 茅l, aunque durante el d铆a parec铆a alegrarse con la luz del sol, en llegando la tarde y sonando la oraci贸n, ca铆a sobre ambos una tan manifiesta melancol铆a y un tan hondo dolor silencioso, que eran "de partir el alma", Al toque de 谩nimas Hebaristo y su hom贸nimo el farmac茅utico, corr铆an el mismo albur. Suspend铆a 茅ste su charla en la botica, ca铆a pesadamente sobre su cabeza semicalva el sombrero negro de pa帽o, y sobre el sauce de la parcela posaba el de todos los d铆as gallinazo negro y roncador. Luego la noche envolv铆a a ambos en el mismo misterio y, tan impenetrable era entonces la vida del boticario cuanto ignorada era la suerte de Hebaristo, el sauce...

II 

Evaristo Mazuelos, el farmac茅utico de P. y Hebaristo, el sauce f煤nebre de la parcela, eran dos vidas paralelas; dos cuerdas de una misma arpa; dos ojos de una misma misteriosa y te贸rica cabeza; dos brazos de una misma desolada cruz; dos estrellas insignificantes de una misma constelaci贸n. Mazuelos era hu茅rfano y guardaba, al igual que el sauce, un vago recuerdo de sus padres. Como el sauce era 谩rbol que s贸lo serv铆a para cobijar a los campesinos a la hora c谩lida del medio d铆a, Mazuelos s贸lo serv铆a en la aldea para escuchar la charla de quienes sol铆an cobijarse en la botica; y as铆 como el sauce daba una sombra indiferente a los ga帽anes mientras sus ra铆ces rojas jugueteaban en el agua de la acequia, as铆 茅l o铆a con desganada abnegaci贸n la charla de otros, mientras jugaba, el esp铆ritu fijo en una idea lejana, con la cadena de su reloj, o hac铆a con su dedo 铆ndice gancho a la oreja de su bot铆n de el谩stico, cruzadas, una sobre otra, las enjutas magras piernas. 

Hab铆ase enamorado Mazuelos de la hija del juez de primera instancia, una chiquilla de alegre catadura, esmirriada y raqu铆tica, de ojos vivaces y labios an茅micos, nariz respingada y cabello de achiote, vestida a pintitas blancas sobre una muselina azul de prusia, que pas贸 un mes y d铆as en P. y all铆 los hubiera pasado todos si su padre el doctor Carrizales no hubiera ca铆do mal al secretario de la subprefectura, un tal De la Haza, que era, aun tiempo, redactor de la La Voz Regionalista, singular decano de la prensa de P. El doctor Carrizales, mag眉er de su amistad con el jefe de la regi贸n, hubo de salir de P. y dejar la judicatura a ra铆z de un art铆culo editorial de La Voz Regionalista titulado "¿Hasta cu谩ndo?", muy vibrante y tendencioso, en el cual se recordaban, entre otras cosas desagradables, ciertos asuntos sentimentales relacionados con el nombre, apellido y costumbres de su esposa, por esos d铆as ya finada, desgraciadamente. La hija del juez hab铆a sido el 煤nico amor del farmac茅utico cuyos treinta a帽os se deslizaron esperando y presintiendo a la bienamada. Blanca Luz fue para Mazuelos la realizaci贸n de un largo sue帽o de veinte a帽os y la ilustraci贸n tangible y en carne de unos versos en los cuales hab铆a concretado Evaristo, toda su est茅tica. Los versos de Mazuelos era, como se ver谩, el presentido retrato de la hija del doctor Carrizales; y empezaban de esta manera:

Como una brisa para el caminante ha de ser

 la dulce dama a quien mi amor entregue 

quiera el f煤nebre Destino que pronto llegue 

a mis tristes brazos, que la est谩n esperando, la dulce mujer... 

Bien cierto es que Mazuelos desvirtuaba un poco la t茅cnica en su poes铆a; que hablando de sus brazos en el tercer pie del verso les llama "tristes" cosa que no es aceptable dentro de un concepto estricto de la po茅tica; que la frase "que la est谩n esperando" est谩 铆ntegramente dem谩s en el 煤ltimo verso, pero ha de considerarse que sin este aditamento, la composici贸n carecer铆a de la idea fundamental que es la idea de espera, y, que el pobre Evaristo, hab铆a pasado veinte a帽os de su vida en este ripio sentimental: esperando.

Blanca Luz era pues, al par, un anhelo de farmac茅utico. Era el ideal hecho carne, el verso hecho verdad, el sue帽o transformado en vigilia, la ilusi贸n que, s煤bitamente, se presentaba a Evaristo, con unos ojos vivaces, una nariz respingada, una cabellera de achiote; en suma: Blanca Luz era, para el farmac茅utico de El amigo del pueblo, el amor vestido con una falda de muselina azul con pintitas blancas y unas pantorrillas, con medias mercerizadas, aceptables desde todo punto de vista...

III 

Hebaristo, el melanc贸lico sauce de la parcela, no fue, como son la mayor铆a de los sauces, hijo de una necesidad agr铆cola; no. El sauce solitario fue hijo del azar, del capricho, de la sin raz贸n. Era el fruto arbitrario del Destino. Si aquel sauce en vez de ser plantado en las afueras de P., hubiera sido sembrado como era l贸gico, en los grandes saucedales de las peque帽as pertenencias, su vida no resultara tan solitaria y tr谩gica. Aquel sauce, como el farmac茅utico de El Amigo del pueblo, sent铆a, desde muchos a帽os atr谩s, la necesidad de un afecto, el dulce beso de una hembra, la caricia perfumada de una uni贸n indispensable. Cada caricia del viento, cada ave que ven铆a a posarse en sus ramas florecidas hac铆a vibrar todo el esp铆ritu y cuerpo del sauce de la parcela. Hebaristo, que ten铆a sus ramas en un florecimiento n煤bil, sab铆a que en las alas de la brisa o en el pico de los colibr铆s, o en las alas de los chucracos deb铆an venir el polen de su amor, pero los sauces que el destino le deparaba deb铆an estar muy lejos, porque pas贸 la primavera y el beso del dorado polen no lleg贸 hasta sus ramas florecidas. Hebaristo, el sauce de la parcela, comenz贸 a secarse, del mismo modo que el joven y achacoso farmac茅utico de El Amigo del Pueblo. Bajo el cielo de P., donde antes lat铆a la esperanza, cerni贸 sus alas f煤nebres y est茅riles la desilusi贸n.

IV 

Envejeci贸 Evaristo, el enamorado boticario, sin tener noticia de Blanca Luz. Envejeci贸 Hebaristo, el sauce de la parcela viendo secarse, est茅riles, sus flores en cada primavera. Sol铆a, por instinto, Mazuelos, hacer una excursi贸n crepuscular hasta el remoto sitio donde el sauce, al borde del arroyo, enflaquec铆a. Sent谩base bajo las ramas est茅riles del sauce, y all铆 ve铆a caer la noche. El 谩rbol amigo que quiz谩s comprend铆a la tragedia de esa vida paralela, dejaba caer sus hojas sobre el cansino y encorvado cuerpo del farmac茅utico.


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Un d铆a el sauce, familiarizado ya con la compa帽铆a doliente de Mazuelos, esper贸 y esper贸 en vano. Mazuelos no vino. Aquella misma tarde un hombre, el carpintero de P. lleg贸 con tremenda hacha e hizo temblar de presentimientos al sauce triste, enamorado y joven. El del hacha cort贸 el hermoso tronco de Hebaristo, ya seco, despoj谩ndolo de las ramas lo llev贸 al lomo de su burro hacia la aldea, mientras el agua del arroyo lloraba, lloraba, lloraba: y el tronco r铆gido, sobre el lomo del asno, se perd铆a en los baches y lodazales de la Calle Derecha, para detenerse en la Carpinter铆a y confecci贸n de ata煤des de Rueda e hijos…

Por la misma calle volv铆an ya juntos, Mazuelos y Hebaristo. El tronco del sauce sirvi贸 para el caj贸n del farmac茅utico. La Voz Regionalista, cuyo editorial "¿Hasta Cu谩ndo?", fuera la causa de la muerte prematura, lloraba ahora la desaparici贸n del "amigo noble y caballeroso, empleado cumplidor y ciudadano integ茅rrimo", cuyo recuerdo no morir铆a entre los que tuvieron la fortuna de tratarlo y sobre cuya tumba, (el joven de la Haza) pon铆a las siemprevivas, etc. El alcalde municipal se帽or Unzueta, que era a un tiempo propietario de El amigo del pueblo, tom贸 la palabra en el cementerio y su discurso, que se public贸 m谩s tarde enLa Voz Regionalista, empezaba: "Aunque no tengo las dotes oratorias que otros, agradezco el honroso encargo que la Sociedad de Socorros Mutuos ha depositado en m铆, para dar el 煤ltimo adi贸s al amigo noble y caballeroso, al empleado cumplidor y al ciudadano integ茅rrimo, que en este ata煤d de duro roble"... y conclu铆a: "¡Mazuelos! T煤 no has muerto. Tu memoria vive entre nosotros. Descansa en paz"

VI 

Al d铆a siguiente el due帽o de la Carpinter铆a y confecci贸n de ata煤des de Rueda e hijos, llevaba al se帽or Unzueta una factura: El se帽or N. Unzueta a Rueda e hijos... Debe... por un ata煤d de roble... soles 18.70. –Pero si no era de roble –arguy贸 Unzueta– Era de sauce... –Es cierto –repuso la firma comercial Rueda e hijos– es cierto; pero entonces ponga Ud. sauce en su discurso... y borre el duro roble... –Ser铆a una l谩stima –dijo Unzueta pagando– ser铆a una l谩stima; habr铆a que quitar toda la frase: "al ciudadano integ茅rrimo que en este ata煤d de duro roble"... Y eso ha quedado muy bien, lo digo sin modestia... ¿no es verdad Rueda? –Cierto, se帽or Alcalde –respondi贸 la voz comercial Rueda e hijos.

FIN 

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Mar de fondo

饾惖饾憻饾懄饾憥饾憶 饾憠饾憱饾憴饾憴饾憥饾憪饾憻饾憭饾懅 (Lima, 1990) Director del Blog de Mar de fondo. Estudi茅 Comunicaciones, Sociolog铆a y soy autor del libro "Las vidas que tom茅 prestadas". Amante de los cuentos, cartas, diarios y novelas. Convencido de que "饾憟饾憶 饾憫饾憱́饾憥 饾憴饾憭饾憱́饾憫饾憸 饾憶饾憸 饾憭饾憼 饾憿饾憶 饾憫饾憱́饾憥 饾憹饾憭饾憻饾憫饾憱饾憫饾憸."

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