La impactante y desoladora metáfora sobre "el hombre y la ley" en El proceso de Kafka

¡Qué tal, amigos y amigas lectores de Mar de fondo! Desde hace tiempo vengo compartiendo con ustedes cuentos y anécdotas del gran Franz Kafka, el mítico escritor checo que nos ha dejado las historias más famosas de su generación. Por ese motivo, hoy quiero compartir contigo un fragmento de lujo que nos habla sobre el "hombre y la ley". Un texto que encontrarás en el libro El Proceso (1925); una obra para conocer al autor que roza con lo absurdo, pero que tiene un mensaje y una reflexión impresionante y exquisita. ¡Mira de qué se trata! 

desoladora metáfora sobre "el hombre y la ley" en El proceso de Kafka
Imagen tomada de Pinterest: Anne Magill, Eclipse


Comencé a leer El Proceso el verano del 2022, arrastrado por mi pasión por Ribeyro quien me lo presentó como lector a través de sus memorias. Kafka es un autor exquisito y es inevitable no encontrar en el 'flaco' matices de este maestro de lo fantástico. De hecho, tengo un breve comentario sobre este libro que puedes leer aquí. Leer a Franz Kafka es un deleite que no podemos dejar pasar. 

Cuando terminé de leer el libro quedé impactado, con hambre de más; pero es cierto también que Kafka muere sin terminar el libro por lo que su final es abrupto, inesperado ciertamente pero un poco raudo. 

Nos ponemos en contexto

Un buen (o mal) día Josef K es sorprendido por dos individuos quienes le comunican que está siendo procesado. Esto desconcierta al personaje que hará de todo para defenderse de una acusación, de un cargo, que es desconocido para él y para el lector. El hecho genera intriga en nosotros y mucho más en Josef K quien se valdrá de todos los recursos y personas para poder afrontar este proceso, evitar ser condenado y sobre todo: entenderlo. 

Es por ello que, casi al final, acude a una iglesia y en una conversación con el sacerdote misterioso, este le cuenta una historia referida a "el hombre y la ley", a propósito del problema que afrontaba Josef K. Una historia que vale la pena leer con detenimiento y que estoy seguro te despertará la chispa de la curiosidad por la novela, que también puedes descargar aquí ¡leamos con atención! 


FRAGMENTO DE EL PROCESO

METÁFORA DEL HOMBRE Y LA LEY:


-Te engañas en lo que respecta al tribunal dijo el sacerdote-, , en la introducción a la
Ley se ha escrito sobre este engaño.

«Ante la Ley hay un guardián que protege la puerta de entrada. Un hombre procedente del campo se acerca a él y le pide permiso para acceder a la Ley. Pero el guardián dice que en ese momento no le puede permitir la entrada. El hombre reflexiona y pregunta si podrá entrar
más tarde».
-Es posible -responde el guardián-, pero no ahora.

«Como la puerta de acceso a la Ley permanece abierta, como siempre, y el guardián se sitúa a un lado, el hombre se inclina para mirar a través del umbral y ver así qué hay en el interior.

Cuando el guardián advierte su propósito, ríe y dice:

» Si tanto te incita, intenta entrar a pesar de mi prohibición. Ten en cuenta, sin embargo, que soy poderoso y que, además, soy el guardián más insignificante. Ante cada una de las salas permanece un guardián, el uno más poderoso que el otro. La mirada del tercero ya es para mí insoportable.

»El hombre procedente del campo no había contado con tantas dificultades. La Ley, piensa, debe ser accesible a todos y en todo momento, pero al considerar ahora con más exactitud al guardián, cubierto con su abrigo de piel, al observar su enorme y prolongada nariz, la barba negra, fina, larga, tártara, decide que es mejor esperar hasta que reciba el permiso para entrar. El guardián le da un taburete y deja que tome asiento en uno de los lados de la puerta. Allí permanece sentado días y años. Hace muchos intentos para que le inviten a entrar y cansa al guardián con sus súplicas. El guardián le somete a menudo a cortos interrogatorios, le pregunta acerca de su hogar y de otras cosas, pero son preguntas indiferentes, como las que hacen grandes señores, y al final siempre repetía que todavía no podía permitirle la entrada. El hombre, que se había provisto muy bien para el viaje, utiliza todo, por valioso que sea, para sobornar al guardián. Este lo acepta todo, pero al mismo tiempo dice:

$ads={2}

» Sólo lo acepto para que no creas que has omitido algo.

»Durante los muchos años que estuvo allí, el hombre observó al guardián de forma casi ininterrumpida. Olvidó a los otros guardianes y éste le terminó pareciendo el único impedimento para tener acceso a la Ley. Los primeros años maldijo la desgraciada casualidad, más tarde, ya envejecido, sólo murmuraba para sí. Se vuelve senil, y como ha sometido durante tanto tiempo al guardián a un largo estudio ya es capaz de reconocer a la pulga en el cuello de su abrigo de piel, por lo que solicita a la pulga que le ayude para cambiar la opinión del guardián. Por último, su vista se torna débil y ya no sabe realmente si oscurece a su alrededor o son sólo los ojos los que le engañan. Pero ahora advierte en la oscuridad un brillo que irrumpe indeleble a través de la puerta de la Ley. Ya no vivirá mucho más.

Antes de su muerte se concentran en su mente todas las experiencias pasadas, que toman forma en una sola pregunta que hasta ahora no había hecho al guardián. Entonces le guiña un ojo, ya que no puede incorporar su cuerpo entumecido. El guardián tiene que inclinarse hacia él profundamente porque la diferencia de tamaños ha variado en perjuicio del hombre de la provincia.
»¿Qué quieres saber ahora? pregunta el guardián-. Eres insaciable.
A
» Todos aspiran a la Ley dice el hombre-. ¿Cómo es posible que durante tantos años
sólo yo haya solicitado la entrada?

»El guardián comprueba que el hombre ha llegado a su fin y, para que su débil oído pueda percibirlo, le grita:

» Ningún otro podía haber recibido permiso para entrar por está puerta, pues esta entrada estaba reservada sólo para ti. Yo me voy ahora y cierro la puerta».


El centinela, entonces, ha engañado al hombre - dijo K en segunda, fuertemente atraído por la historia

No te apresures dijo el sacerdote, no asumas la opinión ajena sin examinarla. Te he contado la historia tal y como está escrita. En ella no se habla en ningún momento de engaño.

Pero está claro dijo K-, y tu primera interpretación era correcta. El vigilante le ha comunicado el mensaje liberador sólo cuando ya no podía ayudar en nada al hombre.

-Pero él tampoco preguntó antes dijo el sacerdote , considera que sólo era un vigilante y como tal se ha limitado a cumplir su deber.

-¿Por qué piensas que ha cumplido con su deber? - preguntó K

• No lo ha cumplido.

Su deber consistía en rechazar a los extraños, pero tenía que haber dejado pasar al hombre para quien estaba destinada la entrada.
No tienes el suficiente respeto a la letra escrita y cambias la historia -dijo el sacerdote-

LA PRIMERA EXPLICACIÓN DE LA HISTORIA


-. La historia contiene dos explicaciones importantes del vigilante respecto a la entrada a la Ley, una al principio y otra al final. Una dice: «que nopodía permitirle la entrada», y la otra: «esta entrada estaba reservada sólo para ti». Si entre ambas explicaciones existiese una contradicción, tú tendrías razón y el vigilante habría engañado al hombre. Pero no existe ninguna contradicción. Todo lo contrario, la primera explicación, incluso, indica la segunda.
Se podría decir que el vigilante se excede en el cumplimiento de su deber al plantear la posibilidad de una futura entrada. En ese momento su único deber parecía consistir en no admitir al hombre. Y, en efecto, muchos intérpretes se maravillan de que el vigilante haya pronunciado semejante indicación, pues parece amar la precisión y cumple escrupulosamente con su deber. No abandona su puesto en tantos años y sólo cierra la puerta en el último momento, siendo consciente de la importancia de su misión, pues dice: «soy poderoso».
Además, tiene respeto frente a sus superiores, pues dice: «soy el guardián Además, tiene respeto frente a sus superiores, pues dice: «soy el guardián más insignificante».


NO TE PIERDAS: "Un artista del hambre", cuento de Franz Kafka


Cuando se trata del cumplimiento del deber, no admite ruegos ni se deja ablandar, pues se dice: «cansa al guardián con sus súplicas». Tampoco es hablador, pues durante todos los años sólo plantea, como está escrito, preguntas «indiferentes». No se deja sobornar, pues dice sobre un regalo: «sólo lo acepto para que no creas que has emitido algo». Finalmente, su aspecto externo indica un carácter pedante, por ejemplo la gran nariz y la larga y fina barba tártara. ¿Puede haber un vigilante más fiel a su deber? Pero en el vigilante se mezclan otros caracteres esenciales que resultan muy favorables para quien solicita la entrada, y que, además, indican la posibilidad, manifestada en su anterior insinuación, de que en el futuro podría ir más allá de lo que le dicta el deber. No obstante, no se puede negar que es algo simple y, en relación con este atributo, presuntuoso. Si todas las menciones que hace referentes a su poder y sobre el poder de los demás vigilantes, cuya visión, como él reconoce, le es insoportable, son ciertas, entonces muestra, en la manera con que las emite, que sus ideas están afectadas por su simpleza y arrogancia. Los intérpretes aducen: «El correcto entendimiento de un asunto y una incomprensión de éste no se excluyen mutuamente». En todo caso, se debe reconocer que esa simpleza y arrogancia, por muy difuminadas que aparezcan, debilitan la vigilancia de la entrada, son lagunas en el carácter del vigilante. A esto se añade que el vigilante, según su talante natural, parece amable, no siempre actúa como si estuviera de servicio. Al principio dice en broma que, a pesar del mantenimiento de la prohibición, le invita a entrar, pero, a continuación, no le incita a entrat, sino que, como está escrito, le da un taburete y le deja sentarse al lado de la puerta. La paciencia con la que, aceptación de los regalos, la nobleza con la que permite que el hombre a su lado maldiga en voz alta su desgraciado destino, del que hace culpable al vigilante, todo eso indica el talante compasivo del vigilante. No todos los vigilantes habrían actuado así. y;, al final, se inclina profundamente hacia el hombre para darle la oportunidad de plantear una última pregunta.
Sólo deja traslucir una débil impaciencia - el vigilante sabe que todo ha acabado-
-, cuando
dice: «Eres insaciable». Algunos intérpretes continúan, incluso, esta línea exegética y afirman que las palabras «eres insaciable» expresan una suerte de admiración, que, por supuesto, tampoco está libre de altivez. Pero así la figura del vigilante adquiere un perfil distinto al que tú le has atribuido.
Tú conoces la historia con más detalle que yo y desde hace mucho más tiempo dijo
K. Permanecieron callados un rato.

Este es el magnífico fragmento en el libro El proceso, de Franz Kafka. Existe una explicación más donde incluso "el engañado" es el centinela y que puedes buscar en la página siguiente de esta magnífica obra. Por lo pronto espero que hayas disfrutado de este magnífico relato nacido de la mente brillante de Kafka ¡Hasta la próxima! 

Fuente: Libro "El Proceso", Franz Kafka 





Mar de fondo

𝑆𝑜𝑦 𝐵𝑟𝑦𝑎𝑛 𝑉𝑖𝑙𝑙𝑎𝑐𝑟𝑒𝑧 (Lima, 1990) creador del Blog de Mar de fondo. Estudié Comunicaciones, Sociología y estoy escribiendo un libro. Soy un amante de los cuentos, cartas, diarios y novelas. Convencido de que "𝑈𝑛 𝑑𝑖́𝑎 𝑙𝑒𝑖́𝑑𝑜 𝑛𝑜 𝑒𝑠 𝑢𝑛 𝑑𝑖́𝑎 𝑝𝑒𝑟𝑑𝑖𝑑𝑜"

3 Comentarios

Artículo Anterior Artículo Siguiente