¡Hola, lector! Gracias por seguir las publicaciones de Mar de fondo, en una semana hemos alcanzado los 90 mil seguidores y es muy motivador. Siempre estoy pensando en qué de nuevo ofrecerte. Por ejemplo, pensaba que la relación que construimos con nuestros abuelos es un vínculo imborrable que marca nuestras vidas. Por eso, comparto contigo este día una conmovedora carta del Nobel José Saramago a su querida abuela Josefa, un breve registro para conocer más a este magnífico autor portugués ¡Leamos!
Mi abuela, que en paz descanse y de Dios goce, se llamaba Celia y llegamos a construir un vínculo increíble pues se encargó de mi crianza. Entonces, cuando leí el texto de Saramago quedé conmovido y transportado a aquellos años de infancia donde mi abuela me llevaba al colegio y me animaba a estudiar y leer.
La carta de José Saramago a su abuela Josefa data de 1968 y el valor sentimental e informativo es interesante para ahondar más en la vida de este autor. El texto que leerás a continuación es una traducción al castellano.
La versión original de la carta de José Saramago a su abuela, apareció en el diario Capital, de la ciudad de Lisboa en el año que te mencioné. Años más tarde, el conmovedor texto se recogió y publicó en el libro "Deste Mundo e do Outro"(1971). Sin más preámbulo te dejo con esta linda epístola del maestro Saramago y te animo a compartirla a quien creas que le pueda interesar.
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ÍndigoHorizonte 2017, de la imagen, la introducción y la traducción.
Texto original: José Saramago.
Tienes noventa años. Estás mayor y dolorida. Me cuentas que fuiste la joven más bella de tu época —y yo te creo. No sabes leer. Tienes las manos hinchadas y deformes, los pies maltrechos. Sobre la cabeza llevaste toneladas de paja y leña, baldes llenos de agua.
Viste salir el sol todos los días. Con todo el pan que amasaste se podría haber hecho un banquete universal. Criaste personas y ganado y llegaste a meter lechones en tu propia cama para evitar que murieran de frío. Me contaste historias de apariciones y hombres lobo, viejas historias de familia, un asesinato. Pilar de tu casa, fuego de tu hogar —siete veces quedaste preñada, siete veces diste a luz.
No sabes nada del mundo. No entiendes de política, ni de economía, ni de literatura, ni de filosofía, ni de religión. Heredaste unos escasos cientos de palabras prácticas, un vocabulario somero. Con esto viviste y vas viviendo. Muestras preocupación e interés por las catástrofes y también por lo que pasa en la calle, por las bodas de las princesas, y por si a tu vecina le roban unos conejos. Sientes grandes odios por motivos que ya no recuerdas, grandes devociones que no se deben a nada concreto. Vives. Para ti, la palabra Vietnam apenas es un sonido extraño que no cabe en el horizonte de legua y media en que te mueves. Del hambre, algo sabes; ya viste izarse una bandera negra en la torre de la iglesia. (¿Me lo contaste tú, o habré soñado yo que tú me lo contabas?).
Contigo va tu pequeño abanico de intereses. Y, no obstante, tienes los ojos claros y eres alegre. Tu risa es como los fuegos artificiales. No he visto reír a nadie como a ti. Estoy delante de ti y no entiendo. Soy carne de tu carne y sangre de tu sangre, pero no entiendo. Viniste a este mundo y no trataste de saber lo que es el mundo. Llegas al fin de la vida y el mundo aún es, para ti, lo que era cuando naciste: una interrogación, un misterio inaccesible, algo que no forma parte de tu legado: quinientas palabras, un huerto al que dar la vuelta en cinco minutos, una casa de tejas sueltas y suelo de barro. Aprieto tu mano llena de callos, paso mi mano por tu rostro arrugado y por tus cabellos blancos —y sigo sin entender. Fuiste guapa —dices— y bien veo que eres inteligente. ¿Y por qué entonces te robaron el mundo? ¿Quién te lo robó? Pero, de esto, tal vez yo sí entienda y podría decirte el cómo, el porqué y el cuándo si supiese escoger, de entre mis innumerables palabras, las que tú pudieses comprender. Ya no vale la pena. El mundo continuará sin ti —y sin mí.
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No nos habremos dicho el uno al otro lo más importante. ¿Pero podemos estar seguros de eso? Yo no habré dicho nada porque mis palabras no son las tuyas ni representan el mundo a ti debido. Me quedo con esta culpa de la que no me acusas —y eso es, si cabe, lo peor. Pero ¿por qué, abuela, te sientas tú a la solana de tu puerta, abierta hacia la noche inmensa y estrellada, hacia el cielo del que nada sabes y por el que jamás viajarás, hacia el silencio de los campos y de los árboles asombrados, y dices, con la tranquila serenidad de tus noventa años y el fuego de tu adolescencia nunca perdida: «¡El mundo es tan bonito, y a mí me da tanta pena morir!»?
Es esto lo que no entiendo —pero la culpa no es tuya.
Verdaderamente estamos ante un texto sumamente conmovedor y reflexivo para nuestras épocas, donde la sencillez y la belleza de vivir es un tesoro indescriptible. Si tú también, querido lector, tienes alguna anécdota de tu abuelos, deseo que esta carta te haya traído un buen recuerdo. Si es así, házmelo saber. ¡Nos vemos en otro artículo!
Hermosa carta y qué sentimiento tan lindo el que despierta, me hizo recordar a mi bisabuela, gracias!!
ResponderEliminarDe nada :D. gracias por visitar el Blog, vuelve pronto
EliminarYo ame mucho a una tía abuela que me enseño la ternura
ResponderEliminarSon recuerdos maravillosos e imborrables. Gracias por leer
EliminarQue preciosos recuerdos el de mis abuelas,leyendo esta carta tan bella,las estaba viendo a la vez,
ResponderEliminarEs tan conmovedor y real que creo que todas las abuelas y bisabuelas son una élite única en el mundo
EliminarSiempre me pregunté cómo mis abuelas salieron adelante en la vida una de ellas firmaba con una cruz , había nacido en 1903 y crío sola 9 hijos , los cuales la honraron hasta que cerró sus ojos por última vez.A los 50 años se enamora de un hombre veinticinco menor que ella
ResponderEliminarY el cual cuidoyde ella hasta el final . Siempre admire a mi abuela era una mujer sabia.
Qué gran historia me has compartido. Mi abuela tuvo 12 hijos
EliminarHermosa carta. Las abuelas; con limitaciones descifraban el mundo para nosotros
ResponderEliminarDesde luego, son un lugar seguro también
EliminarHermoso cuento, simple como la vida misma, solo.los sabios saben vivirla. Mis dos abuelas lo eran, a pesar d sus limitaciones. Hoy a mis 65, las sigo recordando con nostalgia y ternura. Bendecidas🌹🌹🌹
ResponderEliminarVerdaderamente un lindo recuerdo ha emanado de tu mente. Gracias por compartirlo.
EliminarEstimado Señor: me encanta este blog donde podemos aprender tanto. Tengo 68 años y me maravilla la lectura donde puedo seguir aprendiendo tanto tal como esta. Me emociono esa Carta donde con tanta belleza de palabras Tierna y emotivas el describe ese pensar de no comprender esa mujer tan humilde, Hermosa y tan tierna y niña, gozosa en su haber de darse, enseñar, humana hasta mas no poder y a la vez tan de otro mundo. Me encanto y me recuerda mi adorable abuela maternal con quien fui tan Feliz. Gracias.
ResponderEliminarHola estimado, de verdad me alegra que te guste mi Blog y que también te haya traído un buen recuerdo leer esta carta de Saramago. Qué bella es la literatura!
EliminarUn niño sin abuelos es un niño sin infancia
ResponderEliminarEn muchos casos sí :(
EliminarGracias por la publicación, me hizo recordar a mi abuela que murió de 96 años, yo también me crié con ella y dejó un gran vacío en mi...la recuerdo todos los días
ResponderEliminarDe nada, qué bueno que hayas recordado, así las mantenemos vivas en el corazón!
EliminarExcelente texto que nos lleva a recordar con cariño lo que estas mujeres representan, la vida para ellas es efímera en relación con lo que pudieran quedarse para enseñar, y comprender en el mundo. Su sabiduría trasciende en las generaciones.
ResponderEliminarEste Blog es fascinante por su variedad y la calidad de publicaciones. Gracias ☺️
Qué gusto que hayas encontrado este texto. Te mando un abrazo
EliminarJosefa no sabía muchas cosas, pero si supo que significaba vivir. Inhalar hondo hasta que cada alveolo de cuenta de la vida. Qué gusto el de este nieto pudiendo ver la grandeza de su abuela con las pocas palabras en su haber
ResponderEliminarMe hiciste recorrer parte de mi vida con mi abuela Fresia y entiendo el amor que me tuvo. Gracias.
ResponderEliminarME alegra que así sea: para bien
EliminarGracias por esta carte, recordé a mi abuela paterna , ella era argentina , pero muy joven , se vino a Chile, crió seis hijos y seis nietos, esforzada , tierna, amorosa
ResponderEliminarLas abuelas son ejemplo de amor y resistencia
EliminarDe mi abuela no, pero de mi madre sí. Ella es mi inspiración y con la misma descripción, con distinción de que mi madre quedó preñada 12 veces y cuenta con 11 hijos y fue desde doctora hasta ama de casa y aprendió a leer y escribir a los 70 años. Saludos Fede NY Juan Camilo
ResponderEliminarGracias Juan por compartir esa historia conmigo!
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