![]() |
| Imagen tomada de alternativaseconomicas.com |
¡Hola, lector! Es bien sabido que las cartas de los escritores famosos nos acercan a su vida íntima y a los orígenes de sus problemas existenciales. El caso de Dostoyevski, escritor nacido en 1821, es bastante conmovedor y los traumas que experimentó en la cárcel se vieron reflejados en su obra, por eso hoy veremos una carta reveladora a su querido hermano Mijáil…
Fiódor Dostoyevski (1821–1881) es uno de los grandes novelistas rusos: autor de obras como Crimen y castigo, Los hermanos Karamázov y El idiota.
Pero antes de alcanzar la fama literaria, vivió una experiencia que marcaría profundamente su obra: su condena a muerte conmutada, su paso por prisión y exilio en Siberia.
En ese contexto surge la carta de Dostoyevski a su hermano Mijáil Dostoyevski (Mikhail M.), escrita en medio de la angustia y el cambio personal: se convierte en una pieza clave para comprender su evolución como escritor y como persona.
Contexto histórico: la sentencia, la prisión y la carta
La sentencia y el momento de la ejecución simulada
En 1849, Dostoyevski fue detenido junto a otros miembros del círculo intelectual por participar en actividades contrarias al régimen zarista. Su sentencia de muerte fue leída ante él y sus compañeros, sólo para ser conmutada en el último momento por trabajos forzados en Siberia.
En ese instante límite, la carta de Dostoyevski abre con una confesión: “Recordé… hermano, y todos los tuyos; en ese último minuto tú sólo estabas en mi mente; sólo entonces comprendí cuánto te quería…”
Este pasaje revela cómo la experiencia límite lo puso frente al espejo de su propia vida y relaciones.
Vida en Siberia y la continuación epistolar
Tras la conmoción inicial, Dostoyevski es enviado al batallón de línea en Siberia, a la región de Omsk y luego Semipalatinsk.
Las cartas que envió en esos años —entre ellas la famosa carta de Dostoyevski a su hermano— describen el sufrimiento, el arrepentimiento, la transformación espiritual y la constante mirada hacia la escritura.
Claves literarias de la carta de Dostoyevski
Confesión íntima y vínculo fraternal
La carta muestra al Dostoyevski que abandona la máscara del joven escritor ambicioso y se enfrenta a la fragilidad humana. Este vínculo con su hermano, su reconocimiento de vulnerabilidad, abren una puerta hacia sus personajes: los perdedores, los marginados, los moralmente turbios.
El sufrimiento como combustible creativo
El hecho de que Dostoyevski haya pasado por prisión, trabajos forzados, exilio y retorno no es sólo biografía: es materia literaria. La carta lo anticipa: el sufrimiento vivenciado se convierte luego en Notas desde la casa de los muertos, Crimen y castigo y demás.
En el artículo conviene destacar cómo esta experiencia transforma la mirada del escritor hacia el otro, hacia la misericordia, hacia la culpa.
Transformación espiritual y redención
Lejos de exaltar la prisión como castigo, la carta de Dostoyevski propone un renacimiento espiritual. Esa “regeneración en una nueva forma” es clave.
Este cambio interno marca un antes y un después en su escritura: el encuentro con lo trascendente, la lucha del yo contra la miseria, el diálogo con la fe (tema recurrente).
¿Por qué importa hoy esta carta de Dostoyevski?
- Para los estudios literarios: permite trazar el puente entre experiencia biográfica y obra narrativa.
- Para los lectores: es una invitación a mirar la escritura como reconstrucción personal.
- Para nosotros hoy: en un mundo de interrupciones, crisis, confinamientos —la carta adquiere un valor simbólico de resistencia, diálogo y transformación.
$ads={2}
La carta de Fiódor Dostoyevski a su hermano
Esta carta que leerás a continuación está fechada el 2 de febrero de 1854 y Dostoyevski recuerda su duro paso por la prisión y las carencias que vivió desde la sombra.
Así, en medio de hielo, pulgas y cucarachas Dostoyevski escribió esta carta…
A Mijaíl Dostoievski30 de enero – 22 de febrero de 1854.Omsk.Parece que por fin podré hablar contigo con más soltura y sinceridad. […]
Vivíamos mal. El presidio militar es más pesado que el civil. Los cuatro años los pasé encerrado, entre cuatro paredes, y solo salía para trabajar. El trabajo que me tocaba era pesado, no siempre, por supuesto, pero a veces me quedaba sin fuerzas, en el mal tiempo, la humedad, el fango o, en invierno, en las heladas inclementes. En una ocasión en que pasé cuatro horas realizando un trabajo imprevisto, el mercurio se congeló; debía hacer, probablemente, unos 40 grados bajo cero. Se me heló un pie. Vivíamos hacinados, todos juntos en una misma barraca. Imagínate un edificio de madera antiguo y en ruinas que desde hace mucho tiempo debió ser derruido y ya no puede seguir sirviendo. En verano el calor es sofocante y en invierno el frío insoportable. Los suelos podridos. El piso cubierto por una gruesa capa de mugre, se podía resbalar y caer. Los ventanucos se llenaban de escarcha, así que durante todo el día era casi imposible leer. Los vidrios siempre estaban cubiertos por una gruesa capa de hielo. El techo goteaba, todo era chiflones. Vivíamos como sardinas en un tonel. Encendían la estufa con seis leños, y no se sentía calor (en el cuarto, el hielo apenas si se derretía), y el tufo era insoportable: ahí tienes el invierno. En la barraca misma los presos lavan su ropa y toda la barraca acaba salpicada de agua. No hay espacio para moverse. Desde que cae la noche hasta que amanece no puedes salir a tus necesidades, porque cierran las barracas y en cada vivienda colocan un cubo, y por eso el hedor es insufrible.
Todos los presos apestan como puercos y dicen que no pueden no hacer porquerías, porque “son hombres vivos”. Dormíamos sobre las tarimas desnudas y solo se permitía una almohada. Nos cubríamos con pellizas cortas y la noche entera los pies estaban desnudos. La noche entera tiritabas. Había pulgas, piojos y cucarachas por montones. En invierno llevábamos unas pellizas, a menudo pésimas, que casi no calientan y en los pies unas botas de caña muy corta: ¡y sal a caminar en el hielo! De comer nos daban pan y sopa de coles que debería haber contenido un cuarto de libra de carne por persona, pero la carne la ponían picada y yo nunca la vi. En días de fiesta kasha casi sin mantequilla.
TE RECOMIENDO, LECTOR: Un libro en 26 días: la trágica historia detrás del don y la maldición de Dostoyevski
Durante el ayuno de Cuaresma, col con agua y prácticamente nada más. Me arruiné el estómago de mala manera y varias veces estuve enfermo. Piensa, ¿acaso se podía vivir sin dinero?, y si yo no hubiera tenido dinero, sin duda habría muerto, y nadie, ningún preso habría soportado una vida así. Pero todos hacen alguna cosa, la venden y tienen unos kopeks. Yo bebía té y a veces comía un trozo de carne, y eso me salvaba. No fumar tabaco también era imposible, porque uno se podía asfixiar en tanta pestilencia. Todo esto se hacía a escondidas. A menudo estuve hospitalizado. A causa de un trastorno nervioso, me apareció la epilepsia, pero los ataques no son frecuentes. También tengo reumatismo en las piernas. Aparte de esto, me siento bastante saludable. Añade a todos estos deleites, la casi imposibilidad de tener un libro y lo que conseguías, debías leerlo a escondidas, la permanente hostilidad y los pleitos a tu alrededor, los insultos, los gritos, el ruido, el alboroto, siempre vigilado por la escolta, nunca solo y esto cuatro años sin cambios; de verdad, se puede perdonar si dices que se vivía mal. Además, siempre amenazante el castigo, y los grilletes y la total opresión del espíritu. Ahí tienes el cuadro de mi vida cotidiana. Lo que ocurrió con mi alma, mis creencias, mi intelecto y mi corazón en estos cuatro años, no te lo voy a contar. Es largo de relatar. Pero la eterna concentración en mí mismo, adonde huía de la amarga realidad, dio sus frutos. […] ~
Traducción: Selma Ancira.
La carta de Dostoyevski a su hermano no es solo un documento histórico: es una ventana al alma de un escritor que comprendió su finitud y la convirtió en literatura. Esa transformación – del desaliento al diálogo fraterno, de la condena a la esperanza – es lo que hoy nos sigue hablando.
Asimismo, el escritor de Pobres gentes (1846), se entregó al vicio del alcohol y el juego, lo que originó bastantes problemas en su vida personal. De aquello queda un registro valioso, una carta dirigida a su amada esposa que puedes leer aquí. En esa misiva vemos la vergüenza y el rostro más vulnerable de Dostoyevski.
Si eres lector, profesor o curioso de la literatura rusa, este texto puede ser el “momento 0” para un viaje mayor: hacia las novelas de Dostoyevski, hacia la condición humana y la escritura como redención.

Me gustan tus publicaciones!!
ResponderEliminarMuchas gracias. Regresa ponto!
EliminarExtraordinario aporte. Desconocía esos detalles del autor de Crimen y Castigo. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarde nada :D me alegra saber eso
EliminarGracias, me encantó leer la carta del escritor de Crimen y Castigo
ResponderEliminarMe imagino que caer preso en esos tiempos, era hundirse en un abismo involuntario. Dicho eso, aparentemente logró su objetivo.
ResponderEliminarMuchas gracias
ResponderEliminarHermoso cuento en su forma de comunicar lo acontecido. Se vivencia su situacion
ResponderEliminargracias por visitarlo :D
EliminarFelicitaciones, Bryan! Siempre me fascinó Dosto. Con +/- 15 años hice una prueba en el British Council, en Buenos Aires y mi seudónimo era Rascolnicov.
ResponderEliminar