Los ocho poemas de César Vallejo que hablan de amor y dolor

Explora los ocho poemas de amor y dolor de César Vallejo, el gran poeta peruano. 

poemas de César Vallejo que hablan de amor y dolor
Imagen tomada de Pinterest, editada en CVPro.


¡Buenos días, lector amante de la poesía! En febrero, cuando el amor y la amistad florecen en cartas, flores y recuerdos, hay un nombre que resuena con fuerza en el alma: César Vallejo. Considerado uno de los más grandes poetas peruanos y universales, su obra no solo canta al amor, sino que lo desgarra, lo observa desde la herida, desde la ternura, desde lo humano.

Hoy queremos llevarte a través de ocho poemas de César Vallejo que hablan de amor y dolor. Son versos que han tocado generaciones y que hoy, más que nunca, siguen latiendo en quienes buscan en la poesía una forma de sanar, recordar y amar. ¡Empecemos!

César Vallejo y su forma única de sentir el mundo

Nacido en Santiago de Chuco en 1892, César Vallejo vivió una vida marcada por el dolor, la pobreza, el exilio y la enfermedad. Pero también fue un hombre profundamente sensible, comprometido con las causas sociales, y dotado de una imaginación poética inigualable. Su lenguaje es a veces oscuro, otras veces desgarrado, pero siempre profundamente humano.

Entre sus obras más conocidas están Los heraldos negros (1919), Trilce (1922) y Poemas humanos (publicados póstumamente). En ellas, el amor y el dolor no aparecen como temas aislados, sino como pulsos vitales que atraviesan toda su escritura.

El amor y el dolor en la poesía de Vallejo

Para Vallejo, el amor no es una idealización romántica, sino una fuerza que construye y destruye. Es un sentimiento tierno pero cargado de conflicto, memoria y ausencia. Del mismo modo, el dolor no es solo físico o existencial, sino también social, colectivo, espiritual. En su obra, ambos se funden para crear una poesía que interpela, que duele, que ama.

Ocho poemas de Vallejo que no puedes dejar de leer

1. Los heraldos negros

“Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!”

Este poema abre su primer libro con un tono sombrío. Aunque no trata directamente del amor, el sufrimiento que describe toca lo más hondo del ser humano, como lo haría una pérdida amorosa. Es un canto al dolor inexplicable, al desgarro sin causa visible.

2. Piedra negra sobre una piedra blanca

“Me moriré en París con aguacero, / un día del cual tengo ya el recuerdo.”

Un poema premonitorio sobre su propia muerte. Hay aquí un dolor sereno, la aceptación del final, pero también un amor implícito por la vida, por los días vividos. La tristeza está en lo no dicho, en la evocación.

3. El enamorado

“Mi amor, si muero y tú no mueres, / no demos al dolor más territorio.”

Un canto de despedida lleno de ternura. El poeta imagina la posibilidad de una muerte separada de su amada, y pide que el amor no sea invadido por la tristeza. Uno de los poemas más bellos y consoladores de Vallejo.

4. Idilio muerto

“Y, sin embargo, a veces, / en el alma hay un eco de otro eco, / que no es este ya ni aquel...”

Aquí el poeta habla del recuerdo de un amor pasado, casi olvidado, pero que aún deja rastros. Es el eco de un amor que duele incluso después de haber muerto.

5. Intensidad y altura

“Amada, en esta noche tú te has crucificado / sobre los dos maderos curvados de mi beso...”

Vallejo transforma el acto de amar en un acto místico. El amor es pasión y sacrificio, altura y dolor. Uno de los poemas más intensos de su producción.

6. Espergesia

“Yo nací un día / que Dios estuvo enfermo, grave.”

El dolor existencial es el tema central. Aunque no hay amor directo, el texto evidencia una sensibilidad desgarrada, propia de quien ama demasiado al mundo y se siente rechazado por él.

7. Un hombre pasa con un pan al hombro

“Un hombre pasa con un pan al hombro. / ¿Voy a escribir, después, sobre mi doble?”

Una crítica social cargada de empatía. El amor, aquí, es amor al prójimo. El dolor es el de la injusticia. La poesía se vuelve un acto de responsabilidad.

8. Poema XXVI (Poemas Humanos)

“He almorzado solo, ahora no tengo / hambre…”

Vallejo describe la soledad cotidiana con una crudeza que duele. El amor aparece como una ausencia que pesa, como un silencio compartido con uno mismo.

¿Por qué estos poemas siguen tocando el alma?

Porque César Vallejo no escribía para adornar el papel. Su poesía de amor y dolor nace del hueso, de la experiencia real, de la angustia existencial y del amor profundo por el ser humano. En un mundo cada vez más superficial, leerlo es volver a la raíz de lo que sentimos.

Sus versos no envejecen porque el sufrimiento y el amor no tienen fecha de caducidad. En cada lectura, Vallejo nos ofrece un espejo distinto: a veces roto, a veces fiel, pero siempre humano.

¿Cuál es tu poema favorito de Vallejo?

¿Has leído alguno de estos poemas de amor y dolor de César Vallejo? ¿Cuál te conmovió más? ¡Déjanos tu comentario! Y si te gustó este artículo, compártelo con alguien que ame la poesía tanto como tú.




SEPTIEMBRE


Aquella noche de septiembre, fuiste
tan buena para mí... hasta dolerme!
Yo no sé lo demás; y para eso
no debiste ser buena, no debiste.

Aquella noche sollozaste al verme
hermético y tirano, enfermo y triste
Yo no sé lo demás... y para eso,
yo no sé por qué fui triste... tan triste!

Sólo esa noche de septiembre dulce,
tuve a tus ojos de Magdala, toda
la distancia de Dios... y te fui dulce!

Y también fue una tarde de septiembre
cuando sembré en tus brasas, desde un auto,
los charcos de esta noche de diciembre.

AMOR PROHIBIDO


Subes centelleante de labios y de ojeras!
Por tus venas subo, como un can herido
que busca el refugio de blandas aceras.

Amor, en el mundo tú eres un pecado!
Mi beso en la punta chispeante del cuerno
del diablo; mi beso que es credo sagrado!

Espíritu en el horópter que pasa
¡puro en su blasfemia!
¡el corazón que engendra al cerebro!
que pasa hacia el tuyo, por mi barro triste.
¡Platónico estambre
que existe en el cáliz donde tu alma existe!

¿Algún penitente silencio siniestro?
¿Tú acaso lo escuchas? Inocente flor!
… Y saber que donde no hay un Padrenuestro,
el Amor es un Cristo pecador!


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EL POETA A SU AMADA


Amada, en esta noche tú te has crucificado
sobre los dos maderos curvados de mi beso;
y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado
y que hay un viernesanto más dulce que ese beso

En esta noche rara que tanto me has mirado
la Muerte ha estado alegre y ha cantado en su hueso
En esta noche de septiembre se ha oficiado
mi segunda caída y el más humano beso

Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos;
se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura;
y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos

Y ya no habrá reproches en tus ojos benditos
ni volveré a ofenderte. Y en una sepultura
los dos dormiremos, como dos hermanitos.


MASA


Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos y repitiéronle:
«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando «¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar...




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SIENTO A DIOS QUE CAMINA...


Siento a Dios que camina
tan en mí, con la tarde y con el mar.
Con él nos vamos juntos. Anochece.
Con él anochecemos. Orfandad...

Pero yo siento a Dios. Y hasta parece
que él me dicta no sé qué buen color.
Como un hospitalario, es bueno y triste;
mustia un dulce desdén de enamorado:
debe dolerle mucho el corazón.

Oh, Dios mío, recién a ti me llego,
hoy que amo tanto en esta tarde; hoy
que en la falsa balanza de unos senos,
mido y lloro una frágil Creación.

Y tú, cuál llorarás... tú, enamorado
de tanto enorme seno girador...
Yo te consagro Dios, porque amas tanto;
porque jamás sonríes; porque siempre
debe dolerte mucho el corazón.


INTENSIDAD Y ALTURA 


Quiero escribir, pero me sale espuma,
quiero decir muchísimo y me atollo;
no hay cifra hablada que no sea suma,
no hay pirámide escrita, sin cogollo.

Quiero escribir, pero me siento puma;
quiero laurearme, pero me encebollo.
No hay toz hablada, que no llegue a bruma,
no hay dios ni hijo de dios, sin desarrollo.

Vámonos, pues, por eso, a comer yerba,
carne de llanto, fruta de gemido,
nuestra alma melancólica en conserva.

Vámonos! Vámonos! Estoy herido;
Vámonos a beber lo ya bebido,
vámonos, cuervo, a fecundar tu cuerva.



EL BUEN SENTIDO 



Hay, madre, un sitio en el mundo, que se llama París. Un sitio muy grande y lejano y otra vez grande.

Mi madre me ajusta el cuello del abrigo, no porque empieza a nevar, sino para que empiece a nevar.

La mujer de mi padre está enamorada de mí, viniendo y avanzando de espaldas a mi nacimiento y de pecho a mi muerte. Que soy dos veces suyo: por el adiós y por el regreso. La cierro, al retornar. Por eso me dieran tánto sus ojos, justa de mí, in fraganti de mí, aconteciéndose por obras terminadas, por pactos consumados.

Mi madre está confesa de mí, nombrada de mí. ¿Cómo no da otro tanto a mis otros hermanos? A Víctor, por ejemplo, el mayor, que es tan viejo ya, que las gentes dicen: ¡Parece hermano menor de su madre! ¡Fuere porque yo he viajado mucho! ¡Fuere porque yo he vivido más!

Mi madre acuerda carta de principio colorante a mis relatos de regreso. Ante mi vida de regreso, recordando que viajé durante dos corazones por su vientre, se ruboriza y se queda mortalmente lívida, cuando digo, en el tratado del alma: Aquella noche fui dichoso. Pero, más se pone triste; más se pusiera triste.

—Hijo, ¡cómo estás viejo!

Y desfila por el color amarillo a llorar, porque me halla envejecido, en la hoja de espada, en la desembocadura de mi rostro. Llora de mí, se entristece de mí. ¿Qué falta hará mi mocedad, si siempre seré su hijo? ¿Por qué las madres se duelen de hallar envejecidos a sus hijos, si jamás la edad de ellos alcanzará a la de ellas? ¿Y por qué, si los hijos, cuanto más se acaban, más se aproximan a los padres? ¡Mi madre llora porque estoy viejo de mi tiempo y porque nunca llegaré a envejecer del suyo!

Mi adiós partió de un punto de su ser, más externo que el punto de su ser al que retorno. Soy, a causa del excesivo plazo de mi vuelta, más el hombre ante mi madre que el hijo ante mi madre. Allí reside el candor que hoy nos alumbra con tres llamas. Le digo entonces hasta que me callo:

—Hay, madre, en el mundo un sitio que se llama París. Un sitio muy grande y muy lejano y otra vez grande.

La mujer de mi padre, al oírme, almuerza y sus ojos mortales descienden suavemente por mis brazos.


LA CENA MISERABLE 


Hasta cuándo estaremos esperando lo que
no se nos debe... Y en qué recodo estiraremos
nuestra pobre rodilla para siempre! Hasta cuándo
la cruz que nos alienta no detendrá sus remos.
Hasta cuándo la Duda nos brindará blasones
por haber padecido!...
Ya nos hemos sentado
mucho a la mesa, con la amargura de un niño
que a media noche, llora de hambre, desvelado...
Y cuándo nos veremos con los demás, al borde
de una mañana eterna, desayunados todos!
Hasta cuándo este valle de lágrimas, a donde
yo nunca dije que me trajeran.
De codos
todo bañado en llanto, repito cabizbajo
y vencido: hasta cuándo la cena durará.
Hay alguien que ha bebido mucho, y se burla,
y acerca y aleja de nosotros, como negra cuchara
de amarga esencia humana, la tumba...
Y menos sabe
ese oscuro hasta cuándo la cena durará!


Recuerda, lector, que Vallejo no suele hablar del amor de forma romántica clásica, sino desde una perspectiva más existencial, con tintes de dolor, solidaridad y esperanza. Si te gustó el contenido no olvides compartirlo en tus redes sociales ¡hasta la próxima! 

Mar de fondo

𝐵𝑟𝑦𝑎𝑛 𝑉𝑖𝑙𝑙𝑎𝑐𝑟𝑒𝑧 (Lima, 1990) Director del Blog de Mar de fondo. Estudié Comunicaciones, Sociología y soy autor del libro "Las vidas que tomé prestadas". Amante de los cuentos, cartas, diarios y novelas. Convencido de que "𝑈𝑛 𝑑𝑖́𝑎 𝑙𝑒𝑖́𝑑𝑜 𝑛𝑜 𝑒𝑠 𝑢𝑛 𝑑𝑖́𝑎 𝑝𝑒𝑟𝑑𝑖𝑑𝑜."

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