Ernesto Sabato y la mejor reflexión sobre "lo pequeño y lo grande" en la vida

¡Hola, lectores! Algunos saben que en este espacio valoramos la obra y las reflexiones de Ernesto Sabato por ser uno de los más importantes exponentes de la literatura argentina. Hoy, he recogido un fragmento del libro "La resistencia" publicado en el año 2000, con una reflexión fenomenal sobre lo que verdaderamente importa en la actualidad ¡Disfruta y comparte! 

La resistencia libro de Ernesto Sabato
Imagen tomada de Pinterest: https://pin.it/1SaEZY0fm

Sobre Ernesto Sabato


Es evidente que Ernesto Sabato es más que solo El túnel y descubrir su obra, así como sus aforismos y artículos o discursos no solo nos acerca más a la idiosincracia del autor, sino también podemos recoger las mejores reflexiones de vida. Recordemos que Sabato vivió en una sociedad cambiante desde inicios del silgo XX, nació en 1911 en Buenos Aires y antes que entregarse literatura, fue un físico y filósofo de la Universidad de La Plata. 

Así que, antes de dedicarse por completo a las letras y la pintura, Sabato trabajó en radiaciones atómicas en el Laboratorio Curie, en Francia, para luego decirle adiós a la ciencia para siempre en 1945. 

Desde entonces ha escrito varios libros de ensayo sobre el hombre en la crisis de nuestro tiempo, de donde destacan cartas como la que leerás a continuación y que provienen del libro "La resistencia". Pero como dije al inicio, la obra de Sabato se extiende mucho más en títulos como 

  • El escritor y sus fantasmas (1963; Seix Barral, 1979 y 2002)
  • Apologías y rechazos (Seix Barral, 1979)
  • Uno y el Universo (Seix Barral, 1981)
  • La Resistencia (Seix Barral, 2000)
  • Antes del fin - autobiografía (Seix Barral, 1999)

Si te encantó la novela El túnel (1948) y quieres revivir la cautivadora escena del crimen de Juan Pablo Castel, puedes hacerlo aquí, pues dediqué un artículo completo a este fragmento. Pero recuerda que también puedes explorar todavía más el universo literario de Sabato en títulos como "Sobre héroes y tumbas" (1961) y "Abaddón el exterminador" (1974), que dicho sea de paso fue premiada como mejor novela extranjera publicada Francia en 1976. 

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La resistencia, de Ernesto Sabato


Quede satisfecho al leer la introducción al texto que les he traído hoy. Al haber estudiado Filosofía y tener la influencia del viejo continente a cuestas, Sabato pudo tomar de primera mano los constantes cambios en la sociedad y el mundo de su época. Por  ello, a lo largo de su vida fue juntando experiencias que se volvieron artículos lo bastante amenos para ser comprendidos por todos. 

Es por eso que en el 2000 se publica una colección de ensayos escritos por él, bajo el nombre de "La resistencia". En el libro, Ernesto Sabato reflexiona (y nos hace reflexionar), sobre la sociedad contemporánea y los desafíos que enfrenta la humanidad en el siglo XXI. Desde sus escritos toca temas como la deshumanización, la pérdida de valores, la alienación y la tecnología, la globalización y el consumismo. 

El científico Ernesto Sabato
E. Sábato, 1937 (Revista Astronómica, T. 9, N°3, p. 161, 1937)

Lo valioso de este libro es que contiene textos a modo de carta donde el diálogo se hace fluido y ameno. Esto lo podrás comprobar a continuación, ya que Sabato invita a la una resistencia personal y colectiva contra fuerzas que según él erosionan el tejido moral y espiritual de la sociedad. 

Con esta obra, el autor de El túnel, nos invita a recuperar la autenticidad,  la solidaridad, así como la esperanza ¿Cómo lo hace? Destacando la importancia de la introspección y conexión humana en una sistema cada vez más frívolo y materialista. 

Por lo que yo mismo he podido descubrir creo que es un texto que no puede faltar en nuestro librero ¡y lo vamos a conseguir!. Creo que hasta cierto punto todos experimentamos en un grado menor esa preocupación de Ernesto Sabato por el futuro de la humanidad. Así que este fragmento no es solo una invitación a la reflexión y a la acción, sino también una propuesta de cambio a una vida más plena y significativa. 


PRIMERA CARTA


Lo Pequeño y lo Grande

Hay días en que me levanto con una esperanza demencial, momentos en los que siento que las posibilidades de una vida más humana están al alcance de nuestras manos. Éste es uno de esos días.

Y, entonces, me he puesto a escribir casi a tientas en la madrugada, con urgencia, como quien saliera a la calle a pedir ayuda ante la amenaza de un incendio, o como un barco que, a punto de desaparecer, hiciera una última y ferviente seña a un puerto que sabe cercano pero ensordecido por el ruido de la ciudad y por la cantidad de letreros que le enturbian la mirada.

Les pido que nos detengamos a pensar en la grandeza a la que todavía podemos aspirar si nos atrevemos a valorar la vida de otra manera. Les pido ese coraje que nos sitúa en la verdadera dimensión del hombre. Todos, una y otra vez, nos doblegamos. Pero hay algo que no falla y es la convicción de que –únicamentelos valores del espíritu nos pueden salvar de este terremoto que amenaza la condición humana.

Es apremiante reconocer los espacios de encuentro que nos quiten de ser una multitud masificada mirando aisladamente la televisión. Lo paradójico es que a través de esa pantalla parecemos estar conectados con el mundo entero, cuando en verdad nos arranca la posibilidad de convivir humanamente, y lo que es tan grave como esto, nos predispone a la abulia. Irónicamente he dicho en muchas entrevistas que “la televisión es el opio del pueblo” modificando la famosa frase de Marx. Pero lo creo, uno va quedando aletargado delante de la pantalla, y aunque no encuentre nada de lo que busca, lo mismo se queda ahí, incapaz de levantarse y hacer algo bueno. Nos quita las ganas de trabajar en alguna artesanía, leer un libro, arreglar algo de la casa mientras se escucha música o se matea. O ir al bar con algún amigo o conversar con los suyos. Es un tedio, un aburrimiento al que nos acostumbramos como “a falta de algo mejor”. El estar monótonamente sentado frente a la televisión anestesia la sensibilidad, hace lerda la mente, perjudica el alma.

Al ser humano se le están cerrando los sentidos, cada vez requiere más intensidad, como los sordos. No vemos lo que no tiene la iluminación de la pantalla, ni oímos lo que no llega a nosotros cargado de decibeles, ni olemos perfumes. Ya ni las flores los tienen.

El hombre se está acostumbrando a aceptar pasivamente una constante intrusión sensorial. Y esta actitud pasiva termina siendo una servidumbre mental, una verdadera esclavitud.

Pero hay una manera de contribuir a la protección de la humanidad, y es no resignarse. No mirar con indiferencia cómo desaparece de nuestra mirada la infinita riqueza que forma el universo que nos rodea, con sus colores, sonidos y perfumes. Ya los mercados no son aquellos a los que iban las mujeres con sus puestos de frutas, de verduras, de carnes, verdadera fiesta de colores y olores, fiesta de la naturaleza en medio de la ciudad, atendidos por hombres que vociferaban entre sí, mientras nos contagiaban la gratitud por sus frutos. ¡Pensar que con Mamá íbamos a la pollería a comprar huevos que, en ese mismo momento, retiraban de las gallinas ponedoras! Ahora ya todo viene envasado y se ha comenzado a hacer las compras por computadora, a través de esa pantalla que será la ventana por la que los hombres sentirán la vida. Así de indiferente e intocable.

La presencia del hombre se expresa en el arreglo de una mesa, en unos discos apilados, en un libro, en un juguete. El contacto con cualquier obra humana evoca en nosotros la vida del otro, deja huellas a su paso que nos inclinan a reconocerlo y a encontrarlo. Si vivimos como autómatas seremos ciegos a las huellas que los hombres nos van dejando, como las piedritas que tiraban Hansel y Gretel en la esperanza de ser encontrados.

El hombre se expresa para llegar a los demás, para salir del cautiverio de su soledad. Es tal su naturaleza de peregrino que nada colma su deseo de expresarse. Es un gesto inherente a la vida que no hace a la utilidad, que trasciende toda posibilidad funcional. Los hombres, a su paso, van dejando su vestigio; del mismo modo, al retornar a nuestra casa después de un día de trabajo agobiante, una mesita cualquiera, un par de zapatos gastados, una simple lámpara familiar, son conmovedores símbolos de una costa que ansiamos alcanzar, como náufragos exhaustos que lograron tocar tierra después de una larga lucha contra la tempestad.

Son muy pocas las horas libres que nos deja el trabajo. Apenas un rápido desayuno que solemos tomar pensando ya en los problemas de la oficina, porque de tal modo nos vivimos como productores que nos estamos volviendo incapaces de detenernos ante una taza de café en las mañanas, o de unos mates compartidos. Y la vuelta a la casa, la hora de reunirnos con los amigos con la familia, o de estar en silencio como la naturaleza a esa misteriosa hora del atardecer que recuerda los cuadros de Millet, ¡tantas veces se nos pierde mirando televisión! Concentrados en algún canal, o haciendo zapping, parece que logramos una belleza o un placer que ya no descubrimos compartiendo un guiso o un vaso de vino o una sopa de caldo humeante que nos vincule a un amigo en una noche cualquiera.

He visto algunas películas en donde la alienación y la soledad son tales que las personas buscan amarse a través de un monitor. Por no hablar de esas mascotas artificiales que inventaron los japoneses, que no sé que nombre tienen, que se las cuida como si vivieran, porque tienen “sentimientos” y hay que hablarles. ¡Qué basura y qué trágico pensar que esa es la manera que tienen muchas personas de expresar su afecto! Un juego siniestro cuando hay tanto niño tirado por el mundo, y tanto noble animal camino a la extinción.

Estamos a tiempo de revertir este abandono y esta masacre. Esta convicción ha de poseernos hasta el compromiso.

Nuestro tiempo cuenta con teléfonos para suicidas. Sí, es probable que algo se le pueda decir a un hombre para quien la vida ha dejado de ser el bien supremo. Yo mismo, muchas veces, atiendo gente al borde del abismo. Pero es muy significativo que se tenga que buscar un gesto amigo por teléfono o por computadora, y no se le encuentre en la casa, o en el trabajo, o en la calle, como si fuésemos internados en una clínica enrejada que nos separara de la gente de nuestro lado. Y entonces, habiendo sido privados de la cercanía de un abrazo o de una mesa compartida, nos quedaran los “medios de comunicación”.

Ni el amor, ni los encuentros verdaderos, ni siquiera los profundos desencuentros, son obra de las casualidades, sino que nos están misteriosamente reservados. ¡Cuántas veces en la vida me ha sorprendido, cómo, entre las multitudes de personas que existen en el mundo, nos cruzamos con aquellas que, de alguna manera, poseían las tablas de nuestro destino, como si hubiéramos pertenecido a una misma organización secreta, o a los capítulos de un mismo libro! Nunca supe si se los reconoce porque ya se los buscaba, o se los busca porque ya bordeaban los aledaños de nuestro destino.

Pero no creo en el destino como fatalidad, como en la tradición griega, o en nuestro tango: “contra el destino, nadie la talla”. Porque de ser así, ¿para qué les estaría escribiendo? Creo que la libertad nos fue destinada para cumplir una misión en la vida; y sin libertad nada vale la pena. Es más, creo que la libertad que está a nuestro alcance es mayor de la que nos atrevemos a vivir. Basta con leer la historia, esa gran maestra, para ver cuántos caminos ha podido abrir el hombre con sus brazos, cuánto el ser humano ha modificado el curso de los hechos. Con esfuerzo, con amor, con fanatismo.

Si cambia la mentalidad del hombre, el peligro que vivimos es paradójicamente una esperanza. Podremos recuperar esta casa que nos fue míticamente entregada. La historia siempre es novedosa. Por eso, a pesar de las desilusiones y frustraciones acumuladas, no hay motivo para descreer del valor de las gestas cotidianas. Aunque simples y modestas, son las que están generando una nueva narración de la historia, abriendo así un nuevo curso al torrente de la vida.

TE RECOMIENDO, LECTOR: Ernesto Sabato nos habla sobre el arte de "escribir poco" para no morir



Así nos es dado ver a muchos viejos que casi no hablan y todo el tiempo parecen mirar a lo lejos, cuando en realidad miran hacia dentro, hacia lo más profundo de su memoria. Porque la memoria es lo que resiste al tiempo y a sus poderes de destrucción, y es algo así como la forma que la eternidad puede asumir en ese incesante tránsito. Y aunque nosotros (nuestra conciencia, nuestros sentimientos, nuestra dura experiencia) hayamos ido cambiando con los años; y también nuestra piel y nuestras arrugas van convirtiéndose en prueba y testimonio de ese tránsito, hay algo en el ser humano, allá muy dentro, allá en regiones muy oscuras, aferrado con uñas y dientes a la infancia y al pasado, a la raza y a la tierra, a la tradición y a los sueños, que parece resistir a ese trágico proceso resguardando la eternidad del alma en la pequeñez de un ruego.

Qué admirable es a pesar de todo el ser humano, esa cosa tan pequeña y transitoria, tan reiteradamente aplastada por terremotos y guerras, tan cruelmente puesta a prueba por los incendios y naufragios y pestes y muertes de hijos y padres.

Sí, tengo una esperanza demencial, ligada, paradójicamente, a nuestra actual pobreza existencial, y al deseo, que descubro en muchas miradas, de que algo grande pueda consagrarnos a cuidar afanosamente la tierra en que vivimos.

Creo en los cafés, en el diálogo, creo en la dignidad de la persona, en la libertad. Siento nostalgia, casi ansiedad de un Infinito, pero humano, a nuestra medida. 

FIN


Como siempre, querido lector, espero que hayas disfrutado de este genial fragmento del libro de Ernesto Sabato y sea también una invitación a continuar leyendo su obra. Una de las cosas que omití al inicio fue la introducción de la carta que es una cita de F. Hölderlin y que dice: 

El hermoso consuelo de encontrar el mundo en un alma, de abrazar a mi especia en una criatura amiga.

Sin duda, una frase que evoca cualquier sentimiento de esperanza. 

Si te gustó el artículo házmelo saber con tu nombre en un comentario y comparte para que más usuarios en la red conozcan a este gran autor ¡Nos leemos pronto! 



Fuente: La resistencia (Ernesto Sabato).
Mar de fondo

𝑆𝑜𝑦 𝐵𝑟𝑦𝑎𝑛 𝑉𝑖𝑙𝑙𝑎𝑐𝑟𝑒𝑧 (Lima, 1990) creador del Blog de Mar de fondo. Estudié Comunicaciones, Sociología y estoy escribiendo un libro. Soy un amante de los cuentos, cartas, diarios y novelas. Convencido de que "𝑈𝑛 𝑑𝑖́𝑎 𝑙𝑒𝑖́𝑑𝑜 𝑛𝑜 𝑒𝑠 𝑢𝑛 𝑑𝑖́𝑎 𝑝𝑒𝑟𝑑𝑖𝑑𝑜"

15 Comentarios

  1. Muy interesante pareciera un relato tan actual

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  2. Me encanta Sábato, esta carta aplica hoy en día para el celular, jóvenes y adultos pegados casi 24 horas, sin poder pasar 5 minutos sin revisarlo!

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  3. Excelente!
    Gracias por traerlo!

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  4. Me gustó, parece tan actual y tiene mas de veinte años!

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  5. Gracias por este texto tan sensible y sensato!

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    1. gracias por comentar :D creo que hay una valiosa información aquí

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  6. Muy bueno...Ya había leído el túnel en este mismo canal, gracias por compartir estos relatos. A seguir descubriendo a este grsn escritor

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  7. Espectacular!, me encanta, gracias por compartir!

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