Esta es la aventura y derrota más grande que sufrió Don Quijote

¡Hola, lectores! Como sabrán la literatura universal nos ha dejado relatos inmortales que aún en nuestros días siguen generando asombro entre los lectores. Tal es el caso del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha que a pesar de ser publicada en 1605, sigue cautivando por su verbo florido y situaciones hilarantes. Por eso, hoy te comparto un fragmento CLAVE para entender el desenlace de Don Quijote ¡Leamos! 

la aventura y derrota más grande que sufrió Don Quijote


La publicación de Don Quijote de la Mancha


Se suele decir que hay un antes y un después de la publicación de Don Quijote, y es que en el siglo XVII una publicación como esta representó un acontecimiento significativo en la literatura española y mundial. Sobre todo porque la escribió un hombre como Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), quien había tenido que vivir muchas peripecias para poder por fin sentarse a redactarla.

¿Cómo está divido el libro Don Quijote de la Mancha?


Básicamente el libro se compone de la siguiente manera:

Primera parte: Esta entrega se hizo en 1605 y. llevaba como título "El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha". Sobre esta apodemos decir que tuvo un gran éxito siendo bien recibida por la crítica, lo que hizo que se imprimieran múltiples ediciones y traducciones en los años siguientes. 

Como recordaremos, todo comienza con las aventuras del caballero Alonso Quijano quien profundamente influenciado por la lectura de libros de caballería, decide tomar el rol de un caballero andante y cambiarse el nombre a "Don Quijote" y escoger un fiel escudero llamado San Panza para salir de aventuras. 

Segunda parte: Esta segunda parte (de donde tomamos el fragmento) se publicó en 1615 y lo interesante es que salió como respuesta a una continuación apócrifa publicada en 1614 por un autor que se hacia llamar Alonso Fernández de Avellaneda.

Eta es de las pocas veces en que una segunda parte puede igualar y superar incluso a la primera; ya que muchos críticos señalan que es aún más rica y profunda. Los temas aquí explorados son la realidad y la ficción, la locura y la cordura y el final es hasta conmovedor cuando leemos las últimas palabras de don Quijote. 



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La derrota de Don Quijote de la Mancha


Como dije en alguna publicación, mi lectura de El Quijote ha sido intermitente. Pero no puedo olvidar los capítulos más significativos y sobre todo aquellos que han dejado un mensaje potente en el lector, por eso publiqué también la carta de Don Quijote a Sancho Panza con los sabios consejos para gobernar. 

Estos consejos se los da apropósito de la vez en que le cedieron a Sancho Panza la Insula Barataria, pues en la segunda parte el duque y la duquesa, deciden burlarse de Don Quijote y Sancho y organizan una serie de engaños para divertir a su corte y como parte de estos engaños le entregan la Insula a Sancho Pancha. 

Lo interesante es que durante su breve mandato, Sancho demuestra ser un gobernador justo y sabio a pesar de su falta de experiencia y educación, pues recoge los consejos de Don Quijote. 

Pero volviendo a lo que nos interesa hoy, en la segunda parte, poco antes del final de la obra don Quijote sufre una dura prueba y un fulminante enfrentamiento con "El caballero de la Blanca Luna", quien nos es más que un vecino de este, quien preocupado por la salud mental y física del hidalgo decide llevar a cabo el siguiente plan que leerás a continuación 

Un excelente capítulo...



Capítulo LXIV. Que trata de la aventura que más pesadumbre dio a don Quijote de cuantas hasta entonces le habían sucedido


La mujer de don Antonio Moreno cuenta la historia que recibió grandísimo contento de ver a Ana Félix en su casa. Recibióla con mucho agrado, así enamorada de su belleza como de su discreción, porque en lo uno y en lo otro era estremada la morisca, y toda la gente de la ciudad, como a campana tañida, venían a verla.

Dijo don Quijote a don Antonio que el parecer que habían tomado en la libertad de don Gregorio no era bueno, porque tenía más de peligroso que de conveniente, y que sería mejor que le pusiesen a él en Berbería con sus armas y caballo; que él le sacaría a pesar de toda la morisma, como había hecho don Gaiferos a su esposa Melisendra.

–Advierta vuesa merced –dijo Sancho, oyendo esto– que el señor don Gaiferos sacó a sus esposa de tierra firme y la llevó a Francia por tierra firme; pero aquí, si acaso sacamos a don Gregorio, no tenemos por dónde traerle a España, pues está la mar en medio.

–Para todo hay remedio, si no es para la muerte –respondió don Quijote–; pues, llegando el barco a la marina, nos podremos embarcar en él, aunque todo el mundo lo impida.

–Muy bien lo pinta y facilita vuestra merced –dijo Sancho–, pero del dicho al hecho hay gran trecho, y yo me atengo al renegado, que me parece muy hombre de bien y de muy buenas entrañas.

Don Antonio dijo que si el renegado no saliese bien del caso, se tomaría el espediente de que el gran don Quijote pasase en Berbería.

De allí a dos días partió el renegado en un ligero barco de seis remos por banda, armado de valentísima chusma; y de allí a otros dos se partieron las galeras a Levante, habiendo pedido el general al visorrey fuese servido de avisarle de lo que sucediese en la libertad de don Gregorio y en el caso de Ana Félix; quedó el visorrey de hacerlo así como se lo pedía.

Y una mañana, saliendo don Quijote a pasearse por la playa armado de todas sus armas, porque, como muchas veces decía, ellas eran sus arreos, y su descanso el pelear, y no se hallaba sin ellas un punto, vio venir hacía él un caballero, armado asimismo de punta en blanco, que en el escudo traía pintada una luna resplandeciente; el cual, llegándose a trecho que podía ser oído, en altas voces, encaminando sus razones a don Quijote, dijo:

–Insigne caballero y jamás como se debe alabado don Quijote de la Mancha, yo soy el Caballero de la Blanca Luna, cuyas inauditas hazañas quizá te le habrán traído a la memoria. Vengo a contender contigo y a probar la fuerza de tus brazos, en razón de hacerte conocer y confesar que mi dama, sea quien fuere, es sin comparación más hermosa que tu Dulcinea del Toboso; la cual verdad si tú la confiesas de llano en llano, escusarás tu muerte y el trabajo que yo he de tomar en dártela; y si tú peleares y yo te venciere, no quiero otra satisfación sino que, dejando las armas y absteniéndote de buscar aventuras, te recojas y retires a tu lugar por tiempo de un año, donde has de vivir sin echar mano a la espada, en paz tranquila y en provechoso sosiego, porque así conviene al aumento de tu hacienda y a la salvación de tu alma; y si tú me vencieres, quedará a tu discreción mi cabeza, y serán tuyos los despojos de mis armas y caballo, y pasará a la tuya la fama de mis hazañas. Mira lo que te está mejor, y respóndeme luego, porque hoy todo el día traigo de término para despachar este negocio.

Don Quijote quedó suspenso y atónito, así de la arrogancia del Caballero de la Blanca Luna como de la causa por que le desafiaba; y con reposo y ademán severo le respondió:

–Caballero de la Blanca Luna, cuyas hazañas hasta agora no han llegado a mi noticia, yo osaré jurar que jamás habéis visto a la ilustre Dulcinea; que si visto la hubiérades, yo sé que procurárades no poneros en esta demanda, porque su vista os desengañara de que no ha habido ni puede haber belleza que con la suya comparar se pueda; y así, no diciéndoos que mentís, sino que no acertáis en lo propuesto, con las condiciones que habéis referido, aceto vuestro desafío, y luego, porque no se pase el día que traéis determinado; y sólo exceto de las condiciones la de que se pase a mí la fama de vuestras hazañas, porque no sé cuáles ni qué tales sean: con las mías me contento, tales cuales ellas son. Tomad, pues, la parte del campo que quisiéredes, que yo haré lo mesmo, y a quien Dios se la diere, San Pedro se la bendiga.

Habían descubierto de la ciudad al Caballero de la Blanca Luna, y díchoselo al visorrey que estaba hablando con don Quijote de la Mancha. El visorrey, creyendo sería alguna nueva aventura fabricada por don Antonio Moreno, o por otro algún caballero de la ciudad, salió luego a la playa con don Antonio y con otros muchos caballeros que le acompañaban, a tiempo cuando don Quijote volvía las riendas a Rocinante para tomar del campo lo necesario.



Viendo, pues, el visorrey que daban los dos señales de volverse a encontrar, se puso en medio, preguntándoles qué era la causa que les movía a hacer tan de improviso batalla. El Caballero de la Blanca Luna respondió que era precedencia de hermosura, y en breves razones le dijo las mismas que había dicho a don Quijote, con la acetación de las condiciones del desafío hechas por entrambas partes. Llegóse el visorrey a don Antonio, y preguntóle paso si sabía quién era el tal Caballero de la Blanca Luna, o si era alguna burla que querían hacer a don Quijote. Don Antonio le respondió que ni sabía quién era, ni si era de burlas ni de veras el tal desafío. Esta respuesta tuvo perplejo al visorrey en si les dejaría o no pasar adelante en la batalla; pero, no pudiéndose persuadir a que fuese sino burla, se apartó diciendo:

–Señores caballeros, si aquí no hay otro remedio sino confesar o morir, y el señor don Quijote está en sus trece y vuestra merced el de la Blanca Luna en sus catorce, a la mano de Dios, y dense.

Agradeció el de la Blanca Luna con corteses y discretas razones al visorrey la licencia que se les daba, y don Quijote hizo lo mesmo; el cual, encomendándose al cielo de todo corazón y a su Dulcinea –como tenía de costumbre al comenzar de las batallas que se le ofrecían–, tornó a tomar otro poco más del campo, porque vio que su contrario hacía lo mesmo, y, sin tocar trompeta ni otro instrumento bélico que les diese señal de arremeter, volvieron entrambos a un mesmo punto las riendas a sus caballos; y, como era más ligero el de la Blanca Luna, llegó a don Quijote a dos tercios andados de la carrera, y allí le encontró con tan poderosa fuerza, sin tocarle con la lanza (que la levantó, al parecer, de propósito), que dio con Rocinante y con don Quijote por el suelo una peligrosa caída. Fue luego sobre él, y, poniéndole la lanza sobre la visera, le dijo:

–Vencido sois, caballero, y aun muerto, si no confesáis las condiciones de nuestro desafío.

Don Quijote, molido y aturdido, sin alzarse la visera, como si hablara dentro de una tumba, con voz debilitada y enferma, dijo:

–Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo, y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza, y quítame la vida, pues me has quitado la honra.

–Eso no haré yo, por cierto –dijo el de la Blanca Luna–: viva, viva en su entereza la fama de la hermosura de la señora Dulcinea del Toboso, que sólo me contento con que el gran don Quijote se retire a su lugar un año, o hasta el tiempo que por mí le fuere mandado, como concertamos antes de entrar en esta batalla.

Todo esto oyeron el visorrey y don Antonio, con otros muchos que allí estaban, y oyeron asimismo que don Quijote respondió que como no le pidiese cosa que fuese en perjuicio de Dulcinea, todo lo demás cumpliría como caballero puntual y verdadero.

Hecha esta confesión, volvió las riendas el de la Blanca Luna, y, haciendo mesura con la cabeza al visorrey, a medio galope se entró en la ciudad.

Mandó el visorrey a don Antonio que fuese tras él, y que en todas maneras supiese quién era. Levantaron a don Quijote, descubriéronle el rostro y halláronle sin color y trasudando. Rocinante, de puro malparado, no se pudo mover por entonces. Sancho, todo triste, todo apesarado, no sabía qué decirse ni qué hacerse: parecíale que todo aquel suceso pasaba en sueños y que toda aquella máquina era cosa de encantamento. Veía a su señor rendido y obligado a no tomar armas en un año; imaginaba la luz de la gloria de sus hazañas escurecida, las esperanzas de sus nuevas promesas deshechas, como se deshace el humo con el viento. Temía si quedaría o no contrecho Rocinante, o deslocado su amo; que no fuera poca ventura si deslocado quedara. Finalmente, con una silla de manos, que mandó traer el visorrey, le llevaron a la ciudad, y el visorrey se volvió también a ella, con deseo de saber quién fuese el Caballero de la Blanca Luna, que de tan mal talante había dejado a don Quijote.

FIN 

Si llegaste hasta el final, te felicito lector y te agradezco por compartir el contenido de mi blog. No cabe duda que el impacto de la obra de Miguel de Cervantes es un hito en la historia de las letras, ya que fue inmediato y duradero. 

No por nada es considerada una de las primeras novelas modernas y su influencia se extiende a través de los siglos, inspirando a escritores, artistas y pensadores en todo el mundo. Si no crees, puedes leer este artículo que escribí sobre cómo Don Quijote inspiro a Frankenstein. 

¡Nos leemos en otra publicación! y recuerda que puedes unirte aquí al WhatsApp de Mar de fondo y aquí también al TikTok de Mar de fondo



Mar de fondo

𝑆𝑜𝑦 𝐵𝑟𝑦𝑎𝑛 𝑉𝑖𝑙𝑙𝑎𝑐𝑟𝑒𝑧 (Lima, 1990) creador del Blog de Mar de fondo. Estudié Comunicaciones, Sociología y estoy escribiendo un libro. Soy un amante de los cuentos, cartas, diarios y novelas. Convencido de que "𝑈𝑛 𝑑𝑖́𝑎 𝑙𝑒𝑖́𝑑𝑜 𝑛𝑜 𝑒𝑠 𝑢𝑛 𝑑𝑖́𝑎 𝑝𝑒𝑟𝑑𝑖𝑑𝑜"

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