¡Hola, lectores! Estoy gustoso de poder compartir contigo los avances de los libros que pueden convertirse en tus favoritos. En esta oportunidad te traigo la introducción al libro que reúne las lecciones del ruso Vladimir Nabokov sobre la famosa obra El Quijote de la Mancha ¡Leamos con atención!
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Imagent tomada de. Pinterest: Portada de Libro Editorial B de Bolsillo. |
Leer El Quijote
El objetivo de estos post es siempre despertar la chispa de conocer las obras más destacadas de la literatura universal, y cómo no, aprender los datos más importantes y por último animarnos a acceder a la obra.
Hoy no es la excepción. El ruso Vladimir Nabokov es uno de los más leídos en el Blog, no solo por sus cuentos sino también por los textos que aluden a obras como Lolita; por ejemplo, aquí en este post puedes ver la carta de descargo contra sus detractores, quienes criticaron el tono de su obra más importante.
Los cursos de Nabokov
Vladimir Nabokov es una leyenda y sus clases pasaron a ser una fuente rica en conocimiento, él gozaba de libertad de criterio y su brillantes se vio reflejada en el Curso sobre el Quijote, pues al hablar de la obra de Miguel de Cervantes, Nabokov no duda en señalar las fallas y tropiezos tópicos de tan monumental novela.
Asimismo, este libro que recoge sus lecciones, pretende también resaltar desde el punto de vista de Nabokov los valores auténticos de la historia de Don Quijote y Sancho. De este modo, estas lecciones cervantinas, fueron reconstruidas por Fredson Bowers desde los apuntes del escritor ruso.
Así es, queridos lectores, estamos ante una recopilación única para asistir a las clases del maestro Nabokov y conocer a fondo la novela de Cervantes.
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Recuerda que:
Vladimir Nabokov (San Petersburgo, 1899- Montreux Suiza, 1977), es considerado ya un clásico, por ser uno de los grandes escritores del siglo XX. Escribió sus primeras obras literarias en ruso, pero se hizo internacionalmente famoso como un maestro de la novela con su obra escrita en inglés (Lolita).
El índice del libro
Este fragmento llega gracias a Buscalibre.com y si quieres acceder al libro completo desde cualquier parte del mundo, puedes hacer clic aquí. Mientras tanto te dejo con el índice que contiene lo que encontrarás en la obra y por supuesta la introducción ¡Leamos con atención!
Contenido
Portadilla
Créditos
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN
DOS RETRATOS: DON QUIJOTE Y SANCHO PANZA
CUESTIONES DE ESTRUCTURA
ENGAÑO Y CRUELDAD
EL TEMA DEL CRONISTA, DULCINEA Y LA MUERTE
VICTORIAS Y DERROTAS
NARRACIÓN Y COMENTARIO
PRIMERA PARTE (1605)
SEGUNDA PARTE (1615)
APÉNDICE
Notas
NTRODUCCIÓN
«Vida real» y ficción
Vamos a hacer todo lo posible por no caer en el fatídico error de buscar en las novelas la llamada «vida real». Vamos a no tratar de conciliar la ficción de los hechos con los hechos de la ficción. El Quijote es un cuento de hadas, como lo es Casa desolada, como lo es Almas muertas. Madame Bovary y Ana Karénina son cuentos de hadas excelsos.5 Pero sin estos cuentos de hadas el mundo no sería real. Una obra maestra de ficción es un mundo original, y en cuanto tal no es probable que coincida con el mundo del lector. Por otra parte, ¿qué es la tan cacareada «vida real», qué son los «hechos» ciertos? Nos entra la sospecha cuando vemos a los biólogos acecharse unos a otros con sus genes cargados, o a los historiadores rodar trabados en combate sobre el polvo de los siglos. Se podrá discutir si el periódico y un conjunto de sentidos reducido a cinco son las principales fuentes de la llamada «vida real» del llamado hombre medio, pero una cosa sí es segura, afortunadamente, y es ésta: que el mismo hombre medio no es sino un ente de ficción, un tejido de estadísticas.
La idea de «vida real», pues, se basa en un sistema de generalidades, y si los llamados «hechos» de la llamada «vida real» enlazan con la obra de ficción es únicamente en cuanto generalidades. Por lo tanto, cuanto menos general sea una obra de ficción menos reconocible será en términos de «vida real». O viceversa, cuantos más detalles vívidos y nuevos haya en una obra de ficción, más se apartará ésta de la llamada «vida real», dado que la «vida real» es el epíteto generalizado, la emoción media, la multitud de los anuncios, el mundo del sentido común. Me estoy metiendo directamente y de cabeza en aguas un tanto heladas, cosa que es inevitable si se quiere romper el hielo. De nada vale, pues, buscar en esos libros una representación material y pormenorizada de la llamada «vida real». Por otra parte, existe alguna correspondencia entre ciertas generalidades de la ficción y ciertas generalidades de la vida. Pensemos en el dolor físico o mental, por ejemplo, o en los sueños, o en la locura, o en cosas como la bondad, la misericordia, la justicia: pensemos en estos elementos generales de la vida humana, y estaremos de acuerdo en que sería provechoso estudiar de qué manera los maestros de la narrativa los transmutan en arte.
El «¿Dónde?» del Quijote
No nos engañemos. Cervantes no es un topógrafo. El bamboleante telón de fondo del Quijote es de ficción, y de una ficción, además, bastante deficiente. Con esas ventas absurdas llenas de personajes trasnochados de los libros de cuentos italianos y esos montes absurdos infestados de poetastros dolientes de amor y disfrazados de pastores de la Arcadia, el cuadro que Cervantes pinta del país viene a ser tan representativo y típico de la España del siglo XVII como Santa Claus es representativo y típico del Polo Norte en el siglo XX. No sólo eso, sino que Cervantes parece tener un conocimiento de España tan escaso como el que tenía Gógol de la Rusia central.
Aun así, no deja de ser España; y aquí es donde las generalidades de la «vida real» (en este caso de la geografía) se pueden aplicar a las generalidades de una obra de ficción. En líneas generales, las aventuras de don Quijote, en la primera parte, se desarrollan en la zona de Argamasilla y El Toboso en la Mancha, en la reseca llanura castellana, y por el sur en las estribaciones de Sierra Morena. Los invito a localizar esos lugares en el mapa que les he dibujado. España, como verán, se extiende en latitud de cuarenta y tres a treinta y seis grados, de Massachusetts a Carolina del Norte, y la acción principal del libro tiene lugar en una región que correspondería a Virginia. Encontrarán ustedes la ciudad universitaria de Salamanca al oeste, cerca de la frontera con Portugal; y admirarán Madrid y Toledo en el centro de España. En la segunda parte del libro hay una orientación general de las andanzas hacia el norte, hacia Zaragoza, en Aragón; pero después, por razones que más adelante comentaremos, el autor cambia de opinión y manda a su héroe a Barcelona, en la costa oriental.
Ahora bien, si examinamos las correrías de don Quijote con criterios topográficos nos encontramos con un lío tremendo. Les ahorro los detalles; bastará decir que a cada paso de esas aventuras hay un cúmulo de inexactitudes monstruosas.6 El autor huye de las descripciones que, por descender a lo concreto, pudieran ser verificadas. Es absolutamente imposible seguir esas andanzas por cuatro o seis provincias del centro de España, en el curso de las cuales, hasta llegar a Barcelona en el noreste, no se pasa por una sola ciudad conocida ni se cruza un solo río. La ignorancia de Cervantes en materia de lugares es enorme y total, incluso en lo que respecta a la villa manchega de Argamasilla, que en opinión de algunos sería más o menos el punto de partida.
CONSIGUE AQUÍ EL LIBRO "CURSO SOBRE EL QUIJOTE" DE VLADIMIR NABOKOV
El «¿Cuándo?» del libro
Hasta aquí en cuanto al espacio. Veamos el tiempo. Vamos a retroceder rápidamente desde 1667, el año de publicación del Paraíso perdido de Milton,8 a un infierno abrasado por el sol en las dos primeras décadas del siglo XVII.
Odiseo, hecho una llamarada de bronce, abalanzándose desde el umbral sobre los pretendientes; Dante estremecido al lado de Virgilio mientras pecador y serpiente se hacen uno; Satán bombardeando a los ángeles: esas cosas y otras existen dentro de una forma o fase del arte que llamamos épica. Las grandes literaturas del pasado parecen haber nacido en la periferia de Europa, en los márgenes del mundo conocido. Para nosotros esos puntos al sureste, al sur y al noroeste son, respectivamente, Grecia, Italia e Inglaterra. Un cuarto punto es este que tenemos ahora al suroeste, España.
Lo que ahora vamos a ver es cómo la forma épica evoluciona, se desprende de su piel métrica y le salen pezuñas en los pies, cómo se transforma de pronto en un cruce fecundo entre el monstruo alado de la epopeya y la prosa especializada de la narración de entretenimiento, un mamífero más o menos domesticado, si se me permite completar pobremente la metáfora. El resultado es un híbrido fecundo, una nueva especie, la novela europea.
De modo que el lugar es España y la fecha entre 1605 y 1615, una década muy cómoda y fácil de conservar en el bolsillo. Florece la literatura española, y Lope de Vega escribe quinientas comedias que hoy día están muertas, como las pocas que escribiera su contemporáneo Miguel de Cervantes Saavedra. Nuestro hombre sale de su rincón de la manera más discreta. Yo sólo puedo echar una mirada de reojo a su vida, que ustedes, sin embargo, encontrarán fácilmente en diversas introducciones a su obra. Aquí lo que nos interesa son los libros, no las personas. Lo de la mano tullida de Cervantes no lo sabrán ustedes por mí.
Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616); William Shakespeare (1564-1616). El Imperio español se hallaba en la cima de su poderío y de su fama cuando nació Cervantes. Sus peores males y su mejor literatura comenzaron a finales del siglo. Madrid, en tiempos del aprendizaje literario de Cervantes, en los años siguientes a 1583, era un hervidero de versificadores menesterosos y fabricantes de prosa castellana más o menos pulida. Estaba, como ya he dicho, Lope de Vega, que como dramaturgo eclipsaba totalmente a Cervantes y era capaz de escribir una comedia en veinticuatro horas, con todos los chistes y las muertes que hicieran falta. Estaba el propio Cervantes, un fracasado como soldado, como poeta, como dramaturgo, como funcionario (le pagaban sesenta centavos al día por requisar trigo con destino a la desdichada Armada Invencible), y que, en 1605, publica la primera parte del Quijote.
Vale la pena, quizá, que echemos una rápida ojeada al mundo de las letras entre 1605 y 1615, los años de publicación de las dos partes del Quijote. Una cosa atrae mucho la atención de este observador: esa manía casi patológica de hacer sonetos que se da en toda Europa, en Italia, España, Inglaterra, Polonia, Francia; ese frenesí extraño, aunque no del todo despreciable, por aprisionar una emoción, una imagen o una idea en una celda de catorce versos, tras los áureos barrotes de cinco o siete rimas, cinco en los países latinos, siete en Inglaterra.
TE RECOMIENDO, LECTOR: El poema con el que Vladimir Nabokov conquistó al amor de su vida
Miremos hacia Inglaterra. En el tremendo ocaso del período isabelino, se estrenaban o se habían estrenado poco antes las incomparables tragedias de Shakespeare, el gran desfile de Hamlet (1601), Otelo (1604), Macbeth (1605). (Es muy posible que, mientras Cervantes inventaba a su loco caballero, Shakespeare estuviera inventando a su rey loco.) Y a la sombra del roble de Shakespeare crecían Ben Jonson, Fletcher y muchos otros dramaturgos, un espeso sotobosque de talentos. Los sonetos de Shakespeare, la cumbre más alta de ese tipo de cosa, se publicaron en 1609, y ese influyente monumento de la prosa que es la versión de la Biblia del rey Jacobo salió en 1611. Milton nació en 1608, entre las fechas de la primera y la segunda parte del Quijote. En la colonia inglesa de Virginia, el capitán John Smith daba a la luz su Revelación cierta en 1608, y su Mapa de Virginia en 1612. Fue el primer escritor de la frontera que tuvo este país.
Para Francia esta década significó una breve depresión entre dos épocas grandes, inmediatamente siguiente a la era admirable y vistosa del poeta Ronsard y el ensayista Montaigne. La poesía moría de muerte decorosa a manos de pálidos perfeccionistas, rimadores perfectos pero visionarios impotentes, como el famoso e influyente Malherbe. Estaban de moda novelas sentimentales tan malas como la Astrea de Honoré d’Urfé. El siguiente poeta verdaderamente grande, La Fontaine, aún no había nacido, ni habían hecho aparición los dramaturgos Racine y Molière.9
En Italia, en medio de una era de opresión y tiranía que había comenzado a mediados del siglo XVI, en la que todo pensamiento era sospechoso y toda expresión del pensamiento era reprimida, la década...
Continúa.
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