Antón Chéjov: la historia del escritor y médico que revolucionó el cuento moderno

Biografía de Antón Chéjov: vida, obra y el lado médico del gran cuentista ruso. 

Imagen editada en CV.Pro

¡Qué tal, queridos lectores! No solo es importante leer los principales textos de nuestros autores favoritos, sino también acercarnos a su lado más íntimo. Las biografías breves se vuelven una brújula para entender los dolores, las pasiones y las luchas que moldearon a los genios de las letras. Esta biografía de Antón Chéjov, escrita originalmente por W. Somerset Maugham, es una joya que nos permite conocer la vida compleja y fascinante del maestro ruso. Hoy quiero compartirla contigo. ¡Te la recomiendo!

Mi gusto por Chéjov

Antón Chéjov es uno de los mejores cuentistas que he leído. Existen relatos magistrales de Dostoyevski, Tolstói o Gógol, pero en Chéjov encuentro una mezcla de mística, precisión y sencillez narrativa que me conecta profundamente con sus historias. Autores peruanos como Julio Ramón Ribeyro lo consideraban una fuente inagotable de inspiración. Cuentos como "La dama del perrito" o "El vengador" son huellas poderosas en la literatura universal.

Encontré esta biografía de Maugham en la web Ciudad Seva. La leí y quedé cautivado. Aquí comparto contigo esta fascinante historia del escritor ruso.

Infancia y origen familiar

Chéjov nació en 1860. Su abuelo había sido siervo, pero logró ahorrar lo suficiente para comprar su libertad y la de sus hijos. Su padre, Pavel Chéjov, era un hombre profundamente religioso, pero también violento, inculto y autoritario. Antón recordaba: “Mi padre empezó a educarme a los cinco años, o mejor dicho, a azotarme cuando solo tenía cinco años”.

Desde pequeño vivió entre golpes, castigos, jornadas largas en la tienda familiar y una educación rígida centrada en los salmos y los servicios religiosos. A los ocho años ya trabajaba como muchacho de mandados, recibiendo golpes casi a diario.

Adolescencia en soledad y huida del padre

Cuando Antón tenía dieciséis años, Pavel huyó a Moscú debido a las deudas, dejando al joven Chéjov en Taganrog para continuar sus estudios. Para sobrevivir, enseñó a niños con retrasos cognitivos y vivió con grandes carencias.

Al graduarse, obtuvo una beca y viajó a Moscú para reunirse con su familia. Allí decidió estudiar en la Escuela de Medicina, etapa crucial en su vida.

Los años duros: pobreza extrema y primeros cuentos

La familia vivía en un subsuelo, en un barrio rodeado de burdeles. Chéjov trajo consigo a dos amigos para que vivieran como pensionistas y contribuyeran con el alquiler. En una casa pequeña llegó a vivir hasta nueve personas en habitaciones diminutas.

A pesar de la precariedad, Antón tenía un gran talento para improvisar historias cómicas. Decidió enviarlas a revistas y periódicos. Su primer cuento publicado apareció en El Vuelo del Dragón, donde le pagaron cinco kopeks por línea.

Escribía por necesidad. Madrugaba para atender clases, estudiaba medicina, trabajaba y escribía por las noches en condiciones imposibles: niños llorando, visitas inesperadas, ruidos, falta de espacio y un ambiente caótico. Pero aquí te cuento cómo la suerte le sonreiría.

La faceta de médico: vocación, sacrificios y tuberculosis

Uno de los mayores aportes de este texto es el retrato profundo de Chéjov como médico. Logró graduarse en 1884, después de años de sacrificio. Pero poco antes había tenido una hemorragia pulmonar, que ocultó por miedo al diagnóstico de tuberculosis.

Chéjov ejercía la medicina por vocación humanitaria, pero rara vez le pagaban. Era un médico querido, empático, observador y de gran sentido común. Las experiencias en hospitales y con pacientes moldearon su mirada sobre la naturaleza humana: veía a las personas en la enfermedad, sin máscaras, vulnerables y auténticas.

Sin embargo, la enfermedad avanzaba. Durante años se negó a admitir su condición. Aun así, continuó ayudando a campesinos, amigos y desconocidos, incluso en medio de su pobreza extrema.

Primeros reconocimientos literarios

Entre 1880 y 1885 escribió alrededor de trescientos cuentos. Muchos de ellos para editoriales humorísticas que exigían textos breves. Al llegar a San Petersburgo, descubrió que era famoso. La crítica celebraba su frescura, ironía y realismo.

Los días en Melinkovo

La salud de Chéjov empeoró. Compró una pequeña propiedad en Melinkovo y llevó a toda su familia. Allí vivió cinco años intensos, escribió cuentos extraordinarios y construyó una escuela con su propio dinero.

Era constantemente consultado como médico por personas que jamás podían pagarle. Su vida era una mezcla de encierro, enfermedad, altruismo, escritura y humor.

Matrimonio con Olga Knipper

Gracias al teatro conoció a la actriz Olga Knipper. Se enamoraron y se casaron en 1901. Su relación fue hermosa pero compleja: ella vivía en Moscú por su carrera; él, enfermo, debía quedarse en Yalta. Las cartas que se conservan revelan una ternura profunda.

Por petición de Olga escribió El jardín de los cerezos, trabajando con dolor, fiebre y cansancio extremo.

Los últimos días en Badenweiler

En 1904 viajó a Badenweiler, Alemania. Allí tuvo momentos de mejoría y otros de recaída. En la víspera de su muerte conversó amablemente con un joven escritor ruso. Sabía que estaba llegando el final. Murió diciendo en alemán: “Ich sterbe” —“Me muero”. Tenía apenas 44 años.

Legado literario

Chéjov dejó un legado inmenso: cientos de cuentos, obras teatrales fundamentales y una mirada humana que influyó en la literatura universal, desde Ribeyro hasta Alice Munro.

Aquí comparto contigo las mejores frases de su cuaderno de anotaciones. 

Lo esencial sobre Antón Chéjov 

¿De qué murió Antón Chéjov?

Murió de tuberculosis pulmonar avanzada en 1904.

¿Cuáles son las obras más importantes de Chéjov?

• La dama del perrito
• El jardín de los cerezos
• La gaviota
• Tío Vania

¿Por qué es importante Chéjov?

Estudió Medicina en Moscú y ejerció como médico durante casi toda su vida adulta. Este ejemplo nos recuerda que detrás de cada gran escritor hay un ser humano lleno de fragilidad, sacrificio y silencios. Su vocación como médico, ejercida entre pobreza, enfermedad y noches interminables de trabajo, no solo moldeó su mirada del mundo: también le permitió ver la condición humana sin adornos, sin máscaras, como si cada paciente fuera un espejo profundo de la vida misma. 

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