Leamos "La promesa inquebrantable", cuento de Bryan Villacrez

¡Cómo están, lectores! Gracias por estar aquí leyendo el primer cuento de mi autoría que he publicado en Mar de fondo. Este relato que comparto hoy con ustedes pertenece a la colección de 10 cuentos que voy a publicar este año (Dios mediante). El nombre de este libro será "La vidas que tomé prestadas", el borrador ya está terminando y estoy conversando con algunas editoriales. 

"La promesa inquebrantable", cuento de Bryan Villacrez
Imagen tomada de Pinterest: https://pin.it/6MtSWZ1iG


Para mí es importante contar con su apoyo y lectura. Creo que no hay satisfacción más grande para un escritor o aprendiz que ser leído. No importa el dinero, las ventas, sino ser leído y comprendido. El relato que leerás a continuación es breve, sin embargo habla bastante acerca de empatía y de cómo en la antigüedad la palabra de honor era una promesa sin medias tintas.

Solo recalcar que este texto se trata de un cuento a diferencia de dos relatos que publiqué que son sobre todo anécdotas de mi viajes: Sangre romana en el apartamento y La noche veneciana.


LA PROMESA INQUEBRANTABLE

"¿A dónde vas, Eulogio?", le preguntó su esposa cuando escuchó sus pasos a las seis de la mañana. Era demasiado temprano y el inverno ya se asomaba, así que tomar una bocanada de aire a esa hora era una invitación a una amigdalitis. "Ya regreso, duérmete". Eulogio no había pegado el ojo en toda la noche pensando que aquella mañana tendría que saldar cuentas con el destino.

Hace cincuenta años Eulogio había salido de su pueblo natal y ya había olvidado el sonido del viento y los caminos que recorrió cuando era niño. Pero lo que no pudo olvidar es que ese día era 4 de junio de 1950 fecha en la cual había pactado un encuentro con Narciso Arteaga, su amigo. "Si llegando a los setenta años, no tenemos una familia, una casa y 100 mil reales para cuando nos veamos, jugaremos a la ruleta rusa", se habían prometido.


El destino había sido más que generoso con Eulogio pero no con Narciso. El primero había incursionado en el negocio de la zapatería y luego en la panadería, lo que cada mes le dejaba jugosas ganancias, porque en ese tiempo todo mundo todavía arregalaba sus zapatos y la gente nunca dejaba de comer pan; así pudo levantar una casa de tres pisos, casarse, invertir mucho más y hasta criar dos hijos y cuatro generaciones de Golden retriever en su amplio patio trasero. Las cenas en casa de Eulogio se lucían en manjares, postres y bebidas de todo tipo. Cada noche era un motivo para celebrar la vida.


En cambio, Narciso que se había quedado en el pueblo había depositado sus ahorros en una especie de cooperativa; con los años esta quebró y junto a mil aportantes quedó hundido en la miseria y deseando que el 4 de junio de 1950 llegase pronto, pero faltaban muchos años. Había que probar suerte, pero nada salió bien. Terminó heredando la chacra estéril de sus padres que por más que intentó cultivar no arrojó nunca una cosecha buena. Abatido y rendido se entregó a la bebida y las mujeres, de modo que tampoco pudo echar ancla en ningún puerto. Así, gastado y agobiado, iba renegando de su suerte y viviendo el día a día, hasta que llegó "el gran día".

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Desde aquella vez de la promesa Eulogio y Narciso no se habían visto las caras, pero habían asumido un compromiso de por vida, una promesa inquebrantable, de esas en las que la palabra equivalía al honor y ahora tocaba cumplirla. Ambos desconocían la suerte del otro y era mejor así. Cuando se vieron las caras apenas se reconocieron: "¡Cómo has cambiado!", se dijeron casi al mismo tiempo: "¿Y, cómo te ha ido?" preguntó Narciso; "¿cómo te ha tratado la vida?", le respondió Eulogio.


-¡Qué te puedo decir hermano! me ha ido más que bien, invertí en bienes raíces, se podría decir que era dueño de casi medio pueblo. Tenía una casa enorme, una esposa diez años menor que yo y tres hijos a los que ya no veo porque se fueron a hacer su vida lejos. Y digo tenía porque de pronto lo perdí todo y ¿sabes qué? ahora no tengo ni 10 reales en el bolsillo. Así es la vida. ¿Y tú?


Eulogio se quedó pensando unos segundos, procesando el discurso de su amigo. El viento soplaba con mas vehemencia en ese terreno baldío…


-Qué te puedo decir, estoy más que arrancado. Vivo solo en este momento en una habitación alquilada en el centro y eso sí, apenas pude conseguir dinero para venir a cumplir mi promesa; tengo un trabajo como repartidor de cartas. Cuando era más joven invertí en muchas cosas, pero ninguna resultó. Solo tengo un perro viejo y un sueldo mínimo que cada mes se ríe de mí. Ese es mi patrimonio emocional y monetario.


-Bueno pues, por qué darle más vueltas al asunto. Aquí está el arma.


Narciso sacó un viejo revolver que era de su padre y que usaba para espantar a los que intentaban robar sus gallinas.

TE RECOMIENDO, LECTOR: Sangre romana en el apartamento - Mar de fondo.


"Yo comienzo", dijo Eulogio y el primer gatillo se fue al aire. Narciso hizo lo propio y el segundo también salió en falso. Era en el tercero cuando los nervios comenzaron a cundir y las rodillas se doblaban; Eulogio respiró hondo, cerró los ojos y la bala no salió del tambor. No estaba allí. Seguía el cuarto intento y era para Narciso, tomó el arma y miró fijamente a su amigo con una mirada de profundo agradecimiento. Un estruendoso sonido y un hediondo olor a pólvora invadió el aire que parecía que se hubiera detenido unos segundos a espectar. Todo estaba consumado.


La noticia corrió por todos lados, las autoridades determinaron que todo fue de mutuo acuerdo porque Narciso se aseguró de dejar una carta sobre la cama antes de salir al encuentro de su amigo. "Un duelo entre caballeros", decían algunos; "Una locura", decían otros; "par de viejos estúpidos", murmuraban varios.


Pero en la intimidad, cuando Eulogio le contó a su mujer lo que había sucedido con detalles, ella estalló en llanto más que en cólera. "¡Cómo pudiste hacernos una cosa semejante! casi pierdes la vida ¿no pensaste ni un momento en nosotros? eres un tonto", decía entre sollozos. Eulogio se levantó de la cama, dio unos pasos y se quedó mirando desde la ventana hacia la calle donde el invierno de 1950 se había instalado. Entonces le dijo a su mujer:


-Algo en su mirada me decía que estaba mintiendo. Yo no hubiese podido acabar con la vida de mi amigo. De todos modos él habría tomado una decisión tras aquel encuentro, pero no a costa de mi felicidad...

FIN




Mar de fondo

𝑆𝑜𝑦 𝐵𝑟𝑦𝑎𝑛 𝑉𝑖𝑙𝑙𝑎𝑐𝑟𝑒𝑧 (Lima, 1990) creador del Blog de Mar de fondo. Estudié Comunicaciones, Sociología y estoy escribiendo un libro. Soy un amante de los cuentos, cartas, diarios y novelas. Convencido de que "𝑈𝑛 𝑑𝑖́𝑎 𝑙𝑒𝑖́𝑑𝑜 𝑛𝑜 𝑒𝑠 𝑢𝑛 𝑑𝑖́𝑎 𝑝𝑒𝑟𝑑𝑖𝑑𝑜"

6 Comentarios

  1. Excelente lectura, y un excelente cuento

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  2. Me gustó tu cuento FELICIDADES

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  3. Muy buen cuento, escribí algo parecido hace tiempo, no igual pero de dos amigos, me gustaría compartirlo al grupo previamente revisión, gracias

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    1. Hola! gracias por tu comentario. Puedes enviarlo a mardefondope@gmail.com

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