Dicen que la mejor manera de mantener vivo a alguien que físicamente ya no está es escribirle, de conversar con él todos los días y contarle lo que sucede en tu vida, aquello que quisiste decir y hacer pero no pudiste. Eso lo entendió muy bien Olga Knipper (1868 -1959) cuyo amor por Antón Chéjov la llevó a no resignarse ante su partida física y continuó escribiéndole como si él todavía pudiese leer sus cartas. Conozcamos esta conmovedora historia.
Imagen: Olga Knipper en 1912 - Wikimedia. |
La correspondencia de Chéjov y su esposa
Como sabrás me gusta mucho la obra de Chéjov y comparto sus cuentos y he leído sus memoras. Entre esta afición al escritor ruso, me topé en la FIL 2022 con el libro que reunía la correspondencia entre el escritor y su última esposa, la actriz Olga Knipper. Ciertamente estaba emocionado y curioso por conocer al escritor en la intimidad y de hecho tengo una reseña sobre este libro.
Sin embargo, lo que más me llamó la atención es que tras la muerte del escritor ruso en julio de 1904, Olga Knipper continuó escribiéndole con suma sensibilidad. Para quienes leímos todo el libro esto es demasiado conmovedor dado que ambos se tenían mucho cariño y se trataban con gran ternura.
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La partida de Anton debe haber significado un golpe tan duro para ella como la pérdida del hijo que ambos deseaban tener. Visto de esta forma y teniendo en cuenta la temprana muerte de Chéjov, es natural que esta traumática situación haya motivado esta expresión que es de solo aquellos que han sido marcados de por vida.
En algunas de las cartas Olga refiere lo siguiente de Anton:
"Cómo escritor eres necesario, muy necesario, necesario para descansar, para que la gente comprenda que hay poesía en el mundo, belleza de verdad, sentimientos elevados, almas buenas, humanas y que la vida es grande y bella", Olga.
La historia de amor de Chéjov y Knipper
Chéjov tenía 38 años cuando conoció a Olga Knipper, ella con 30 años era una joven actriz que se abría camino en las tablas rusas, lugar donde la conoció el escritor de "La gaviota" y que de inmediato quedó encantando con su personalidad. Tras ese primer encuentro Chéjov la volvería a ver en un ensayo de "El zar Fedro" un drama escrito por León Tolstoi; el escritor quedó prendado e incluso dijo que si se quedaba en Moscú se enamoraría de ella.
Recordemos que Chéjov a esa edad ya era un hombre enfermo y debilitado a causa de la tuberculosis, lo que le impedía permanecer mucho tiempo en el crudo clima de Moscú, y debía buscar ambientes más templados para su salud, motivo por el cual pasó gran parte de su vida en Yalta.
El amor entre el médico y la actríz surge a raíz de la fusión de dos artes. Para entonces Chéjov era ya un reconocido escritor de cuentos y desde aquel primer encuentro comenzaron una relación que duró seis años y que solo la muerte pudo derribar. Finalmente se convirtieron en marido y mujer, aunque esta unión siempre estuvo marcada por la distancia.
La carta de la esposa a Chéjov después de muerto
En total son cinco las cartas que escribió Olga Knipper a Chéjov, pero he seleccionado la más significativa para mí y otra más que estoy te conmoverá...
19 DE AGOSTO DE 1904
Al fin soy capaz de escribirte, querido mío, mi bien, tan lejos y tan cerca, Antón mío! No sé dónde estás ahora. He esperado mucho tiempo el día en que pudiera escribirte. Hoy, cuando fui a Moscú y visité tu tumba..
Si supieras cómo es! Después del árido sur aquí todo parece fragante, con aroma a tierra y hierba fresca, los árboles y su ligero rumor. ¡No puedo creer que va no estés entre los vivos!
Necesito escribirte, escribirte mucho, contarte todo lo que he superado desde el último minuto de tu enfermedad, cuando tu corazón se detuvo, yo pobre y enfermo corazón.
Ahora me parece extraño escribirte, pero tengo un irracional deseo de hacerlo. Y mientras te escribo, siento que estás vivo, en alguna parte, esperando mi carta. Queridísimo, querido mío, déjame decirte algunas palabras de ternura, déjame tocar tu suave y sedoso pelo, y mirar tus bonitos, brillantes y tiernos ojos.
¡Si yo hubiera sabido que te ibas a ir de esta vida!
Creo que tú lo sentiste, tal vez vagamente, pero lo sentiste, el 29 de junio, cuando estando ya muy enfermo, mandaste lo último de nuestro dinero desde Berlín a través de Iollos, y me mandaste escribirle para que lo pusiera a mi nombre. No fue agradable para mí, no quería hacerlo, pero tú lo habías decidido.
Después me dijiste de escribir a Masha, y así hice.
Ella y yo no acabamos mal en mayo, cuando se fue; pero le di mi palabra de escribirle cada día, y lo hice, aunque después lo dejé de hacer. Tú ya le escribías con frecuencia desde Badenweiler. ¿Sabías tú cómo habían ido las cosas entre nosotras? Nos quisimos mucho la una a la otra. Pero a ella le pareció que yo le había quitado todo, la casa, a ti, y se hizo la víctima.
Al principio traté de explicarle, hablé mucho, traté de convencerla con fuerzas, le supliqué; si supieras cuántas lágrimas derramamos... Pero al final, cedí. Si ella supiera tan solo cuánto hemos hablado tú y yo en Aksionov, recuerdas, sobre ello para que no se sintiera desarropada.
En Yalta nunca actué como si fuera mi casa o lo simulé, sino que siempre consideré que era su casa, y me resultó duro escuchar, cuando lo dijo, que ella no tenía ya ni casa, ni un rincón, ni un jardín. ¿Dios mío, por qué tuvo que suceder eso? Pero no fue así desde el primer día... Y si todo hubiera ido como yo soñaba, probablemente, incluso hubiera dejado el teatro... Pero sentí que allí no podía tener una vida plena, en completa armonía. ¡Oh, cuanto sufrí ese mes y medio en Yalta! Pero todo fue tan complicado como un ritual...!
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11 DE SEPTIEMBRE
Alma mía, querido mío, mi bien, hace tanto tiempo que no charlo contigo. He andado hecha unos zorros, tan ajetreada que no te hubiera gustado en absoluto.¿Cómo me siento ahora en tus rodillas, cómo sentir tu cabeza en mi pecho, escuchar tu corazón, recuerdas?
Antonchik mío, ¿dónde estás? ¿Nunca más nos vamos a ver? No puede ser. Nuestra vida juntos acababa de empezar y de repente llegó su final, para siempre. Que buena fue la vida que viví contigo! Siempre solías decir que se podía vivir bien «en matrimonio». Yo creía que tú y yo viviríamos mucho, mucho tiempo juntos.... Unos días antes de tu muerte, estuvimos hablando y soñando con la pequeñaja que íbamos a tener. Tenía esa pena en el alma, de no haber tenido niños. Lo hablamos mucho. En noviembre harían ya dos años de mi niño, si no hubiera tenido lugar la catástrofe. El niño me hubiera dado equilibrio, lo siento así. ¡Cuánto lo hubieras querido! ¡Imagínatelo!
El teatro, el teatro.. No sé si amarlo o maldecirlo..
¡Es tan confuso! Ahora, lo he perdido todo en la vida por él. Estos tres últimos años fueron una lucha para mí. Vivía en un reproche constante. Por eso es porque yo no estaba tranquila, nerviosa, no podía quedarme en ningún sitio, construir mi nido. Actué incluso contra mí misma. Incluso ahora, quién sabe, si dejara la escena...
Olga Knipper vivió hasta los 90 años, adopto el apellido de Chéjov (Olga Chéjova) y mantuvo viva la obra de su esposa en cada papel que interpreto.
Fuente: Olga Knipper y Anton Chéjov - Correspondencia 1899-1904 (Páginas de espuma)